En
1972, Truman Capote publicó un original texto que venía a ser la autobiografía
que nunca escribió. Lo tituló «Autorretrato» (en Los perros ladran,
Anagrama, 1999), y en él se entrevistaba a sí mismo con astucia y brillantez.
Aquellas preguntas que sirvieron para proclamar sus frustraciones, deseos y
costumbres, ahora, extraídas en su mayor parte, forman la siguiente «entrevista
capotiana», con la que conoceremos la otra cara, la de la vida, de David
Monthiel.
Si tuviera que vivir en un solo lugar, sin poder salir jamás de él, ¿cuál
elegiría?
Hace años que
elegí el barrio del Mentidero, donde nací y vivo. Un lugar de del que aún no me
ha podido exiliar la crisis endémica de una ciudad como Cádiz, que ostenta los
índices más altos de paro del estado. Las razones para estar son claras en una
ciudad como esta. Está rodeada de mar por todos lados menos por uno. Pero tiene
carácter de isla. Tras un flojo hay un epicúreo, tras la alegría una pena
negra, tras las risas, las fatiguitas, tras el pasado de esplendor, el presente
de mojón. Soy muy consciente de que una cultura milenaria late bajo los
adoquines y las fincas que se construyeron con plata manchada de sangre, que roneaba
de tener leyes de seis mil años y en verso en época de Herodoto. Pero no
soy un talibán del gaditanismo, ni creo que este hecho, elegir el lugar desde
el que una quiere escribir y vivir, aumente o disminuya mi ignorancia o mi
estulticia, mi costumbrismo o mi lejanía periférica de los centro de poder
editorial, o mis reservas con los que muchos llaman "estar atado a un sólo
lugar". Vivir en un puerto con gitanerías supone una cosmovisión diferente
a la de tierra adentro. No hay mérito en eso. Aquí siempre han llegado las
novedades antes que a Logroño (con perdón, es un ejemplo) y a sus cabecitas. Y
un adagio de la ciudad decía que Madrid siempre estuvo más lejos que La Habana.
Esta ciudad siempre ha sido cateta y moderna, a la vez, llena de ilustrados
burgueses y de majos, de modernas y de castizas. No es difícil entender que
esta ciudad, madre del flamenco y de unos de los carnavales más complejos y
creativos del mundo, te regale una luz, una alegría en las fatiguitas, un
desplante de bailaora en cada esquina, el Atlántico ahí, las azoteas desde las
que se ven copas de araucarias. E historias y personajes como los que aparecen
en la novela Carne de carnaval (El Paseo editorial, 2017).
¿Prefiere los
animales a la gente?
No. La gente,
esa categoría tan amplia y ambigua, me parece que tiene muy mala prensa en días
en los que existen mascotas con más armario, cuidados y más tratamientos
médicos que yo. La gente es esa que muchos intelectuales rechazan por
ordinaria, obscena, bajuna y luego hablan en su nombre desde la medianía social
o el progrerío barato de los que ostentan títulos universitarios. La gente es
maravillosa, aunque esté narcotizada por el consumo, el espectáculo y la
televisión, medicalizada, hastiada, comprada y vendida, o vote a sus verdugos,
porque dentro late "el pueblo" dormido. Creo que es fundamental
escribir para "la gente" y no sólo para los críticos o para otros
escritores.
¿Es usted
cruel?
No, me
considero una persona buena, noble, no en el sentido machadiano sino en el
sentido que las abuelas usan para hablar de los niños y de las niñas que
conocen. La crueldad es aplastante cada día en muchos aspectos de la vida:
juguetes rotos del sueño televisivo, injusticias con las víctimas, sueños del
consumidor que no tiene para consumir, egolatrías del me gusta, y todas
las canciones tristísimas que suenan por la radio y que hablan de una
decadencia orgánica de una sociedad. La crueldad es un nicho de mercado para
los que instrumentalizan al otro y lo convierten en una cosa, en una relación
para lograr que aumente su tasa de ganancia o su tasa de ego.
¿Tiene muchos
amigos?
Tengo pocos
amigos y amigas por ese viejo adagio de pocos pero fieles y de verdad. Son en
los que confío, a las que quiero, a los que pregunto, a las que escucho perorar
borrachos a las siete de la mañana, a los que ayudo en lo que puedo, a los que
intento convencer para que lean o escuchen tal cosa, o se dejen permear por el
flamenco en sus creaciones. Por los que testificaría en el Tribunal de
Actividades Antiamericanas. El falso mito dice que la literatura es un oficio
solitario, una actividad que requiere la soledad "del autor". Eso es
una mentira. El proceso de escritura sí es solitario pero la literatura que yo
quiero hacer necesita de lectoras durante ese proceso, de miradas que critiquen
o celebren, que pidan aclaraciones o soliciten menos adjetivos y más acción. La
literatura que yo hago necesita de una comunidad que la reciba, en primera
instancia, para así saber que es útil, divertido o necesario lo que una hace.
¿Qué cualidades
busca en sus amigos?
Nunca hago una
entrevista personal para hablar con alguien, compartir o beberme una cerveza.
Nunca he sido de lo que muchos llaman "el croqueteo", que viene a ser
lo social relacionado con la literatura. Huí de esos lugares. Y cuando estoy no
suelo relacionarme bien por mi proverbial siesura o timidez. O una mezcla de
ambas. Nunca supe aprovechar los momentos en los que podía medrar socialmente o
culturalmente. Obtener un hueco en una antología o en una galería de
fotografías. Me da igual. Quiero que me juzguen por lo que escribo, no por lo
que afirmo con una copa en la mano en un remedo de fiesta a lo Woody Allen.
¿Suelen
decepcionarle sus amigos?
A veces. Sobre
todo si durante un tiempo los he juzgado por lo que dicen, declaman, afirman y
no por lo que hacen. Cuando la tensión de las contradicciones se hace insoportable
o demasiado patente desaparecen de mi vida para ser sólo personajes
secundarios, conocidos, figurantes.
¿Es usted una
persona sincera?
Suelo serlo.
Pero entiendo la sinceridad como la distancia más corta en lo que uno dice y lo
que hace. Nunca fui un "bienqueda", como se suele decir. Aunque
entiendo que manejar una sinceridad calculada a veces te lleva a morderte la
lengua y a dormir mal. O a que te duela la cabeza. A veces evito una sinceridad
que puede meterme en problemas. Sobre todo con algunos arribistas del mundo de
la cultura. Pero luego todo cae por su peso y lo que consta no son las
declaraciones ampulosas sino el trabajo diario, la constancia, lo que dicen los
lectores y lectoras de lo que escribes, la incidencia que tiene en sus vidas.
Ante eso, no hay nada que objetar ni interpretar.
¿Cómo prefiere
ocupar su tiempo libre?
Con mi familia,
con mi "comunidad". Leyendo. Escuchando música. Haciéndola. Vi The
Wire, Tremé, Los Sopranos, Mad Men y Perdidos.
Creo que con eso tengo suficiente. Vivimos en una burbuja de series. Hay tantas
que me da pereza seguir el debate.
¿Qué le da más
miedo?
La muerte de
mis seres queridos. La agonía. La política exterior de algunos países.
¿Qué le
escandaliza, si es que hay algo que le escandalice?
Que haya gente
que desprecie la magna cultura de la Baja Andalucía, donde se crió, para
remedar localismos de Chicago sin reconocer que en Estados Unidos sería
apreciado como aquí consideramos al Pollito de California. Me escandalizan los
tópicos racistas y clasistas sobre Andalucía, sobre Cádiz: sobre la flojera, la
falta de rigor, sobre nuestro humor, sobre la manera en que vivimos. Me
escandaliza que los andaluces usen esos tópicos y desconozcan olímpicamente las
cuatro raíces históricas de una cultura sin parangón: la negra, la gitana, la
judía y la árabe. Me escandaliza que se tome como verdad exportable y
científica el conocimiento creado por hombres blancos de cinco países y que
todo lo que no provenga de ahí sea folclore, antropología, cosa poco seria. Me
escandaliza la colonialidad del poder.
Si no hubiera
decidido ser escritor, llevar una vida creativa, ¿qué habría hecho?
No decidí ser
escritor. Dibujaba tebeos, escribía canciones. Yo decidí ser músico. Pero acabé
escribiendo.
¿Practica algún
tipo de ejercicio físico?
Lo practiqué.
Demasiado.
¿Sabe cocinar?
Sí. Rápido y
con las verduras que haya en la nevera.
Si el Reader’s
Digest le encargara escribir uno de esos artículos sobre «un personaje
inolvidable», ¿a quién elegiría?
Sobre varios:
sobre el filósofo Enrique Dussel, sobre Fermín Salvochea, sobre El Planeta, el
primer flamenco conocido, sobre las mujeres represaliadas en los pueblos de la
sierra de Cádiz durante la sistemática represión franquista.
¿Cuál es, en
cualquier idioma, la palabra más llena de esperanza?
Vida.
¿Y la más peligrosa?
Para algunos
cuando la escuchan: descolonización.
¿Alguna vez ha
querido matar a alguien?
No. Nunca.
¿Cuáles son sus
tendencias políticas?
Como decía José
Daniel Fierro: Nunca me sale igual pero: Con lo que tiran a la basura
en Queens en Nueva York en una noche, se podría amueblar un pueblo de Cuzco
diez mil veces mejor de lo que está ahora. Con los desperdicios de un
restaurante clase media de Caracas, comen 60 familias argelinas cinco días.
Los solteros que pasean en la noche en Buenos Aires harían las delicias de las
solteras que sueñan solitarias viendo las estrellas de Bangkok. Los libros que
he comprado y no leído resolverían los problemas de una biblioteca para enseñanza
media en Camagüey. Con el salario mensual de un tranviario del D.F. se vive un
día en el César Palace de Las Vegas. Con los discursos de un gobernador priísta
mexicano se pueden volver locos seis detectores de mentiras. Con la lumbre que
hay en los poemas de Vallejo se cocinan todos los hot dogs que se consumen en
un día en Monterrey. Con las palabras que he usado en 35 años para explicarlo,
si las hiciéramos piedras, podríamos haber construido en Texcoco tres pirámides
de Cheops . . . ¿Está claro? En resumidas cuentas: intento ser un
intelectual de retaguardia, no de vanguardia, como dice Boaventura de Sousa
Santos, uno que va con los movimientos sociales, caminando al mismo tiempo y se
deja sorprender por la creatividad social, busca dar cuenta de lo que está
pasado. Un materialista mesiánico.
Si pudiera ser
otra cosa, ¿qué le gustaría ser?
Mujer.
¿Cuáles son sus
vicios principales?
Fleet Foxes,
Camarón de la Isla, Michael Kiwanuka, Paco de Lucía, Caetano Veloso, La Perla
de Cádiz, Father John Misty, Enrique Morente, Moses Sumney, Las comparsas de
Antonio Martínez Ares, Jimi Hendrix, David Palomar, John Coltrane, Las
comparsas de Juan Carlos Aragón, Miles Davis, algunas comparsas de Antonio
Martín, Christian Scott Atunde Adjuah, Javier Galiana, Deftones, Raúl Lucas,
The Posies, Proscritosdf, The Beatles, Music Komite... Así como la relectura
constante de Manolo Vázquez Montalbán.
¿Y sus
virtudes?
Constante,
trabajador, imaginativo, creativo, determinado.
Imagine que se
está ahogando. ¿Qué imágenes, dentro del esquema clásico, le pasarían por la
cabeza?
El sol y el mar
en la azotea de mi infancia, mi madre cantando, mi padre con un micro diciendo
tonterías y locuras en lo alto de una duna, mi hermano Pepe montado a
caballito, mi hermano Dani jugando al teatro y yo, su espectador, un baño
nocturno en la Caleta, aquel abrazo con Sonia en la tetería del Populo, Sofía
cantando "Pariri", Olivia tocando una guitarra de juguete.
T. M.