06 abril 2012

INSTRUCCIONES GENÉTICAS

Para abrazar mejor es necesario acercarse al otro
desde una tesitura semejante,
entender la necesidad ocasional de quien te recibe
para no parecerle inoportuno,
deshaciendo así la armonía que ha de gobernar ese movimiento.
El abrazo debe ser espontáneo pero no sorpresivo
para dar tiempo a que los dos
desarrollen mejor sus avenencias.
Llegados al contacto, habrá de medirse la presión
con la que nos presentamos.
Ni tan robusta que ahogue
ni tan esponjosa que transmita inconsistencia.
Pero mayor cuidado habrá de tenerse en huir del término medio,
porque quizás se interprete como que nos mueve el cálculo,
principal motivo por el que tan hermoso gesto se desinfla
de sus distintas posibilidades redentoras.
Todo buen abrazo debe dejar una salida abierta,
para no confundirse con una presa.
Han de poder moverse ambos en su interior con comodidad,
aún dentro de su conocida angostura,
sin que la misma suponga, para ninguno,
menoscabo de su bien ganada condición
de organismos independientes.
Su duración debe ser tal que a ninguno
le apetezca cronometrarlo.
Ni tan prolongado que nos saque de su hechizo
ni tan parco que dudemos de la experiencia.
Sólo los mejores abrazos consiguen mantener su paso de baile
cuando los dos se apartan.

De "El inicio del mundo", de Manuel Ruiz Torres, Editorial Renacimiento, 2011

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