12 marzo 2005

Tomado vilmente de la bitácora de Manolo Ruiz Torres


RENTA BASICA DE OLVIDO
Renta básica de olvido es el primer libro de David Franco y como tal tiene un fresco descaro que, espero, no pierda nunca. La “renta básica” es un concepto de justicia social manejado por los movimientos antiglobalización, y exige para cada persona una cantidad periódica que garantice que estén cubiertas sus necesidades, sin contrapartida de ningún tipo. Cualquiera entenderá que esas “necesidades” mínimas no son sólo económicas sino también emocionales, vitales, culturales. Aquí se reivindica el derecho al olvido, a una renta básica de olvido, lo mínimo para cubrir esa necesidad de sobrevivir al amor, al cataclismo que provoca su derrumbe.
Muchos nos veremos reflejados, retratados, ridiculizados, comprendidos, salvados, en estos poemas, que a nosotros nos socorren pero al propio David le han debido suponer un tremendo desahogo. Y, desde luego, una venganza, ese impulso humano no sólo capaz de arruinar vidas sino también de justificar la propia existencia, de ser la razón que nos mantiene vivos y despiertos cuando lo único que apetece es irnos al infierno, con la forma que cada uno sea capaz de crearse su propio infierno. El impulso de la venganza está, naturalmente, muy desprestigiado en una sociedad que hace de la hipocresía una norma de convivencia. Este libro, como los mandamientos, podría encerrarse en los dos versos de la dedicatoria: “Para María Gallego/ Contra María Gallego”. Quienquiera que seas, María Gallego, gracias por conseguir que David Franco arrastre tu nombre por el fango.
Lo que sigue en el libro es una explicación de esa dedicatoria. Y, de paso, todo un manifiesto de humanidad: “Espera a que su nombre se publique/ en la sección de necrológicas o en la de sucesos/ y te mientas afirmando/ qué buena chica era y que no se lo merecía”. La necesaria nueva sentimentalidad, que defendía el maestro Antonio Machado, fue recalificada por David, junto a otro escritor apabullante, Lolo Ortega, como “nueva sementalidad”, un ligero desplazamiento del centro de gravedad de nuestras más evidentes emociones. Y aquí una duda: ¿una emoción es un instinto?. Y otra: ¿los instintos, o emociones, pueden sobrevivir solos?. Porque estamos ante una poesía amorosa eminentemente social. Si la poesía es parte de esa ciencia más general que es la óptica, en el uso de instrumental que acerca o aleja la visión de las cosas, en lo que de nosotros refleja, o en cómo puede atravesarnos como a un cuerpo transparente, no debe extrañar que se fije la atención en la causa de tanto desasosiego, la susodicha, a la que por cierto no se mira nunca de frente sino a través de su reflejo, como a la desconocida que ya es para siempre, como se mira en el reflejo de las ventanillas a alguien que viaja con nosotros en un tren y va a desaparecer en cualquiera de la estaciones siguientes, así se mira aquí, y en el reflejo se ve también el resto del mundo. Ya había dicho David: “El poeta no es un ciudadano diferente. Lo que diferencia a un poeta es la calidad de su atención, el empeño de vivir hasta el fondo el trabajo de elaboración – consciente o inconsciente- de sus vivencias”. En Renta Básica de olvido hay mucha vida, por olvidar o no.
(aaaig, la vanidad)

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