12 septiembre 2014

Dos mundos

¿Te gustaba más estar en casa o en la calle?
Ahí está precisamente el motivo por el que era raro. Y eso nos lleva al motivo por el que he escrito The sex lives of siamese twins. Era como si tuviese un hermano siamés, y a uno le gustase el deporte y al otro el arte. Yo estaba dentro de los dos mundos. Me encantaba estar con mis compañeros de fútbol, ir a los billares y a clubes de boxeo, pero a la vez amaba la música y la literatura, escribía y pintaba. Me sentía a gusto entre la gente creativa, entre artistas. Me gustaba hablar con ellos y compartir de algún modo su angustia interior. Amaba ambos mundos por igual. Sin embargo, tras esto me topé con algo que odio. En el mundo del deporte parece que solo puedes ser el típico ceporro sin demasiadas inquietudes intelectuales, lleno de certezas y estrecho de miras. Y del otro lado, la imagen que se tiene de los artistas es de personas débiles y ñoñas, con muchos problemas imaginados en la cabeza. Así que no conseguía completarme en ninguno de los dos mundos, no encontraba un hogar feliz en ninguno de los dos. Detesto el modo en que la sociedad intenta imponernos estos estereotipos, cómo intenta especializarnos en vez de favorecer personas completas desde todos los ángulos.
¿En algún momento alguno de los dos lados de tu personalidad devoró al otro? En mi adolescencia, por ejemplo, alternaba mi afición por la literatura con el hecho de pertenecer a un grupo de mods y skinheads. Al final, el grupo acabo monopolizando mi vida y visión, y pasé cinco años sin leer. ¿Viviste algo parecido?
No, de hecho siempre estuve militantemente convencido de que ambos mundos podían ser compatibles. Y lo sigo estando. La mayoría de los amigos con los que crecí son matones ex-hooligans, y casi todos trabajan en la construcción; son unos monstruos enormes. Me ven como uno de ellos, pero la verdad es que yo siempre he sido el rarito. Ahora eso les encanta, de acuerdo, con el tiempo han acabado por apreciarlo. Podríamos decir que han vivido tanto tiempo con ello que han acabado por aceptar y celebrar mi lado excéntrico. Por otro lado, mis amigos del mundo del arte y la literatura me ven como un pirado violento y peligroso, con un pasado complicado pero valiente y aceptado en el mundo artístico. Es curioso cómo paso de ser un intelectual flácido a un tío duro que no teme decir lo que piensa, sin dejar de ser yo mismo [ríe]. A veces, durante el Festival de Edimburgo, mezclo a mis amigos de toda la vida con mis amigos de los círculos artísticos de Londres y nos vamos a beber. Nunca hay problemas, porque la gente se ha vuelto más generosa con los años, pero es casi como si alguien de Marte y alguien de Venus intentasen hablar. 

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