28 agosto 2011

Historia del emperador empanado

EL EMPERADOR ANUNCIÓ a la corte que iba a rebozarse con el polvo de oro y los diamantes molidos del tesoro real. A pesar de lo inverosímil del anuncio, éste no sorprendió a los consejeros imperiales ni a su hermano y rival. La determinación de rebozarse realmente y la lista de tristes delirios se detallaban en los rumores de palacio. Los consejeros, para celebrar tal deseo, le propusieron una hábil y larga expedición por todo el Imperio con objeto de deslumbrar a sus súbditos, tanto a viejos como a nuevos, con la riqueza jaspeada en su cuerpo. 
Los consejeros argumentaban delante del mapa de la campaña de Oriente que en la memoria de sus vasallos
quedaría grabada la visita del Emperador como un día de fiesta. Los brillantes recuerdos permanecerían incluso en los que vivían en aquella lejana villa, ese pueblo que apenas había sido conquistado por un ejército cansado y temible como el que traza los límites del Imperio un poco más allá de sus dominios. Atenuarían las posibilidades de que en los anales se narraran las visitas como un arrebato de excentricidad y de poder. Se asegurarían de que el historiador dócil describiera los míticos brillos de un Midas redivido, ungido con los méritos y la riqueza de los dioses que deslumbraban las calles más oscuras del Imperio. Y declararon inermes las facciosas intenciones de su hermano que se ensombrecerían ante en el rédito precioso de aquella maniobra. El Emperador sonrió satisfecho.
Ordenó a los cocineros que le prepararan en las dependencias privadas una alberca llena de savia de los mejores árboles de los bosques reales y un catre espolvoreado de oro y diamantes. El rebozado se llevó a cabo con una absurda solemnidad de ceremonia imperial.
Durante dos años, la extenuante expedición del Emperador recorrió todas las ciudades del Imperio en loor del gentío. Unos, ansiosos de admirar aquel centelleo que decían deslumbrante, los otros, curiosos, con el único fin de comprobar con sus propios ojos la excentricidad de aquel que se decía su señor.
La última parada de aquel largo viaje fue dispuesta en los confines del Imperio en plena campaña de Oriente. Cuando el Emperador se disponía a entrar a caballo por la puerta de la ciudad bajo la pompa impostada de los funcionarios allí destacados y la sutil falta de entusiasmo de sus nuevos vasallos, en las almenas, el aceite humeaba a la temperatura adecuada. El olor a fritura inundó la villa. El aroma llegó hasta las narices más allá de la frontera, que, con buen olfato político, se habían olido el provechoso trato con el que iba a ser nuevo Emperador. Los consejeros nunca sospecharon que el hermano del Emperador cocinaba la traición a la sombra de tanto brillo.
En aquella lejana villa que ya no aparece en los mapas imperiales se eleva la pomposa estatua que honra al excéntrico Emperador.
Suntuosa.
Olvidada.
Frita.

"Yuri Gagarin que estás en los cielos", Diputación de Cádiz, Colección Alumbre, 2011.

24 agosto 2011

La ceba de cerdos


Kalle:
La idea de que el fascismo sería soportable si fuera pacífico se repite con frecuencia. No es particularmente inteligente. Es más o menos como decir que la ceba sería soportable para los cerdos si luego no hubiera matanza. El "Cómo-dice-que-se-llama" resolvió el problema del paro, según dicen, haciendo que los parados fabriqcasen carros de combate, bombarderos y municiones. El único inconveniente es, quizá, que eso conduce a la guerra. Es igualmente necio decir que el capitalismo aún puede pasar, pero el fascismo es demasiado. Si el capitalismo hubiera funcionado sin el fascismo, éste no habría funcionado. Es sólo una excrecencia, he leído. Pero un hombre que tenga una excrecencia muy concreta llamada cáncer, morirá fácilmente aunque por lo demás esté sano. La idea de un capitalismo pacífico resulta absurda. Se piensa que todo funciona normalmente y reina la paz hasta que se produce una interrupción, un incidente lamentable: la guerra. !Igual que en la ceba de cerdos! Lo alimentan a uno todo el tiempo, lo lavan, lo adulan y le hacen fotos, y sólo de vez en cuando se produce un incidente lamentable: la matanza.

de "Diálogo de refugiados", Bertolt Brecht, Alianza Editorial

22 agosto 2011

Reportaje censurado en España Directo (en el minuto 3:45)

“LA FAMILIA ESTÁ destrozada. Este dolor es muy grande para explicarlo. No dormimos pendientes del teléfono. Llevamos unos días horribles. Pero confiamos en la justicia. Él era un buen hijo, no bebía, no fumaba y pensaba en tener familia, no se metió con nadie, estaba en la flor de la vida, por eso pedimos justicia, ya lo dije en la otra televisión, pedimos justicia. Es una víctima inocente. La policía está investigando. Era una buena persona, un buen hijo. Y no es justo que nos lo hayan quitado así. Tan joven. Pues aquí ve usted, entre, mire, éste era su cuarto. No he podido tocar nada después de esta tragedia, no sabe usted lo que a mí me cuesta abrir la habitación y ver todas las cosas tal como las dejó. ¿Quiere usted entrar? Sí, ése es él cuando vino de la mili, mire qué buena cara traía, el pobre, y ahora está... Sí, tengo que ser fuerte, hija, pero es que ha sido un golpe para  oda la familia, estamos destrozados. Mire este era el libro que más leía y que le gustaba. Decía que el que lo escribió era como su padre. Su padre, mi difunto marido, le pegaba. El pobre. Mira y estos son sus cuadros, le gustaba pintar a la acuarela, pero luego lo dejó porque nadie les hacía caso. Entonces empezó a juntarse con sus amigos y a leer el libro que te he dicho, tanto lo leía que se puso a escribir uno pero de lo que pasaba ahora, de lo que él sentía frente a las injusticias, mira aquí está el manuscrito, no le quisieron publicar, yo leí algunas cosas y me gustó, se expresaba muy bien y ponía por escrito muchas de las cosas que nos contaba en las comidas. Aquí está su cama, hecha con pulcritud y a la que le decía su espacio vital. Ahí se tumbaba y se pasabalas horas pensando. Tenía muchos proyectos, ilusiones hasta que, hasta que me lo mataron. Me lo mataron. Así sin más.Sí, los proyectos. Nos contaba los proyectos que tenía para los morenitos, los gitanos, los moros, los amarillos. Tenía unas ideas para resolver sus problemas. Pero con lo que se entusiasmaba era con retomar el proyecto para la escoria judía. Hasta que pasó lo que pasó y ahora estamos sufriendo una injusticia, destro...”

"Yuri Gagarin que estás en los cielos", Colección Alumbre, Diputación de Cádiz, 2011

20 agosto 2011

La novela más divertida de los últimos tiempos

Demasiado fragmentarios son el mundo y la vida
Heinrich Heine

LE COSTÓ CINCO años terminar la novela. Apostó por una estructura tan fragmentada que debió escribirla en las pizarras de los menús de los bares y de las aulas de la universidad. La continuó con spray en los muros desnudos, con los dedos en los parabrisas de los coches sucios. Este envite por el estilo obligó a sus más audaces lectores, críticos y flaneurs a un esfuerzo para alcanzar una visión global de la historia en el límite del allanamiento, en el peligro de los autolavados, en la confusión con el menú del día, en la lucha continua contra los borradores entre clase y clase y a la deriva lectora por la ciudad. Era posible comenzar la lectura por cualquier punto y concluirla en otro cualquiera y cada uno de los fragmentos era capaz de tener sentido autónomo pleno. Aún así, intentó mantener el interés de los lectores gracias a un subyugante hilo argumental de compleja intriga que llevó a los más apasionados seguidores a elaborar una guía para la lectura completa. 
Sólo un crítico la consiguió acabar intuyendo que iba a ser la novela más divertida de los últimos tiempos cuando, triunfante, encontró y leyó un FIN escrito con el dedo en el parabrisas de un coche bomba que, como contundente y explosivo recurso final —fiel a las exigencias del estilo fragmentario—, lo hizo saltar en pedazos.

de "Yuri Gagarin que estás en los cielos (Colección Alumbre, Diputación de Cádiz, 2011)

16 agosto 2011

La mujer del tiempo- Carmen Camacho

Día 5
Hoy, día de mi treinta cumpleaños, no he parado de llorar.
No me estorba la edad
ni me pesa nada.
Nada y la hipoteca.
Este es mi regalo de cumpleaños:
Siempre me interesó
acabar un poema
con el zoom de adelante a atrás.
A través de la ventana,
última secuencia, plano general, noche:
Carmen
llora
sola
en la mesa de un bar.

El camarero que barre
la mira y echa la persiana.
Queda cerveza.
 
 
 
 
Arrastro un trozo de carne
inerte, inmunda,
inmune
a la salazón,
al aire de la sierra.
ni marinada,
ni confitada,
ni sancochada,
ni en adobos:
carne sólo carne desmayada.
 

13 agosto 2011

CANCIONES- MIGUEL ÁNGEL GARCÍA ARGÜEZ

Vulcano bajo cero


En medio de la incertidumbre, 
ando, errante
Manuel Ruiz Torres


Aquí debajo estamos
ardiendo de frío.
 
Ha llegado el invierno.
 
El hielo nos deslumbra.
 
El fuego bajo el agua.
 
El cielo sobre el hielo.
 
La tierra bajo tierra.
 
Vulcano bajo cero.
 
 


Han cercado la ciudad
muchos se han quedado fuera
las del otro lado danzan
Celia García
Vino el otoño a llover sobre Berlín.
Octubre asmático y gris
que purificó las calles desiertas
y dejó charcos estrechos
en Karlplate.
El cielo limpió los papeles y botellas
en un rito de resacas
y quirúrgicas perezas.
Qué difícil esta madrugada
(cuando la lluvia llama lentamente
a los cristales
de los deshollinadores)
mirarse al espejo con la cara
adormilada,
y encender la chimenea
y subir al autobús.
Parece todo tan igual.
Y sin embargo,
qué color más extraño
en los coches patrulla
rodando suavemente bajo el aguacero,
qué misterioso maullar de gatos
perezosos
en las bocas de las alcantarillas.
Berlín se lavó la cara
con la lluvia vespertina,
esta lluvia narcótica y flexible
que parece hoy tener el mismo olor
a tierras viejas aquí y allí.

De Miguel Ángel García Argüez, Canciones (Ediciones del 4 de Agosto, 2011).

08 agosto 2011

LA FEA BURGUESÍA

Estos son los valores que Castillejo ha preferido sobre todas las cosas: Primero, un salario pingüe y pacífico, obtenido sin contingencia, como ejemplar de la clase feudal o gobernante; segundo, el sentimiento de pertenecer a la casta dominante y de saber que la policía ha sido constituida para protegerle, no para obligarle; tercero, el respeto de la comunidad, que le considera individuo de Poder, inmerso en la cosa pública y voz en el coro que adora el Dictador; cuarto, los goces que procuran el alto salario y la relevancia social: estos banquetes, aquellas cenas, esos viajes, comisiones en el extranjero; quinto, la intimidad de un hogar confortable y apartado, donde se reduce y concluye el mundo en la mujer y la hija; sexto, la conciencia de la diferencia entre la familia Castillejo y, por ejemplo, la familia de un peón agricultor, sensación que el catedrático experimenta cuando viaja en los trenes expreso y ocupa su apartamento-cama en un vagón distante y separado de los emigrantes; y séptimo, la facultad de opinar e interpretar, como ungido por el carisma del Dictador, ante la aquiescencia de quienes se encuentran fuera del séquito estatal, y, por consiguiente, configurados como pueblo. Naturalmente, para poseer el último valor, necesita los otros seis, por lo cual el séptimo se da como conclusión de los demás.
Conforme medita, Castillejo se derrumba: «La vida es un suceso vulgar y tedioso. En la juventud nos proponemos modelos, pero, cuando los alcanzamos en la madurez, los hallamos fútiles y corruptos; nada de cuanto pretendemos se revela noble al lograrlo; nuestras manos siempre aparecen vacías, y nosotros, en el error» -piensa el catedrático. Y recuerda esta frase de Juan Pérez Valenzuela: «Un joven quiso ser escribano; mas, cuando lo consiguió, ya no era el joven que ambicionó ser escribano ni el escribano que el joven quiso devenir».
Castillejo se ha angustiado repentinamente. Acaba de descubrir que no le gustaría volver a vivir. «¿Para qué existir? ¿Para qué comenzar de nuevo, como empieza Valverde?-se ha preguntado. Y hase estremecido profundamente, porque ha advertido algo terrible: su yerno ha decidido opositar a determinada cátedra, y él tendrá que proporcionarle éxitos. Cecilia recita implacable: «El muchacho vale». Berta, como otrora su madre, copia la tesis de Valverde en papel mecanografiado, y aquél frunce la boca. Cecilia se ha atrevido a memoriar, incluso, que su cuñado, el pro- hombre, convocó antaño oposiciones para Castillejo; más todavía: se ha permitido leerle unos párrafos del trabajo doctoral del pretendiente. «En verdad que la tesis de mi yerno es la historia de mi vejez» -ha pensado. Sin embargo, el catedrático debería haber declarado: «En este nuestro mundo de burgueses, la sabiduría oficial y estipendiada resulta biografía de ciertas mujeres y familias-.
«¿Se repetirá mi proceso en Valverde, como la especie repite al individuos -se ha preguntado Castillejo. Y ha sentido descarado rencor contra su yerno y su hija. «No quiero visitarles en el futuro; en cuanto obtengan la cátedra y ocupen su Universidad, terminaran para mi» -ha confesado. Y con ello ha reconocido que Valverde es suceso irremediable. Luego, ha agregado: «Naturalmente, Cecilia marchará largos meses con ellos, criará los nietos y asistirá a las conferencias del docto». No ha mucho, susurró el yerno: «Usted sabe, Cipriano, que yo soy el más inteligente de los quince opositores». Castillejo ha alcanzado el límite de la desolación; ha recordado que, dieciocho años atrás, lloró de despecho y espetó la misma sentencia a su cuñado.
Conforme medita, Castillejo se derrumba; mas ya no puede meditar. Tres personas han aparecido ante sus ojos: Cecilia, cargada de paquetería; Berta, siempre en la actualidad modisteril, y Valverde, gozoso, satisfecho, exultante, con los labios fruncidos.
«Esta Cecilia, cada vez más vieja y necia». Tal ha sido el último pensamiento de Castillejo; después ha comenzado a conversar.

La fea burguesía, Miguel Espinosa, Alfaguara

03 agosto 2011

LOS AUGURIOS




Entre principio y rastro,
entre fuego y costumbre,
habla el silencio
con la voz temblorosa
de los presagios.


de "Los augurios", de José María Gómez Valero.

01 agosto 2011

¿Cuánto tiempo tenemos que esperar?

Los mismos medios que permiten hoy que la revolución tunecina se extienda en pocos días por el mediterráneo, que los ciudadanos de Barcelona reaccionen en pocos minutos frente a la agresión policial de Plaza Catalunya o que una sacudida sísmica en Japón sacuda inmediatamente todas las pantallas del mundo determinan una excitación de la conciencia que nos mantiene siempre a la espera de una Revolución Francesa (o de una final de fútbol) y que al mismo tiempo convierte la espera de la nueva noticia, por muy poco que dure, en un residuo inútil y en una dolorosa agonía. Ningún viaje en barco es tan largo como esa diminuta transición; ningún mes y medio de esclavitud es tan insoportable como esos pocos segundos que tarda nuestro servidor informático en llevarnos hasta la última versión del mundo. Paradójicamente, nunca la humanidad ha esperado tanto, ni con tanta impaciencia, como ahora que París y Haití están a la misma distancia del Acontecimiento.
Me escandalizaba hace unos días leyendo la noticia de que la National Gallery de Londres no iba a permitir a los visitantes detenerse más de cuatro minutos ante los cuadros exhibidos en el museo. Al contrario que un libro, que una película, que un vídeo de youtube, un cuadro no acaba nunca, no tiene final y el tiempo que exige para que agotemos su contenido es potencialmente infinito. Es difícil imaginar un acto de violencia tan atroz como el de interrumpir la mirada que explora a Da Vinci o a Whistler; eso es también un acto objetivo de esclavización cultural y de injusta violencia individual. Me escandalizaba, sí, pensando en este grillete visual, pero enseguida imaginé el escándalo contrario al mío. Porque para una conciencia excitada por la sucesión velocísima de imágenes, quizás la medida de la National Gallery de Londres es más bien una amenaza. ¡Cuatro minutos ante el mismo cuadro! ¡Ante un cuadro en el que no pasa nada! ¡Qué insoportable castigo! Ya es bastante duro tener que pararse ante una imagen muerta para tener encima que contemplarla más de treinta segundos. La Gioconda se repite, repite sin parar la misma mujer inmóvil en ese marco que no permite ni el off ni el zapping.
Por eso es también interesante el movimiento 15-M que desde hace dos meses, de manera imprevisible, ha declarado inacabada -ni siquiera comenzada- la “transición democrática” española y que ha construido ya una legitimidad alternativa a la del capitalismo europeo. Inseparable de los medios rapidísimos que han convocado y coordinan las movilizaciones, toda su fuerza converge en realidad en el espacio de la asamblea, donde el Tiempo es obligado de nuevo a ocupar una plaza, a cruzar un océano, a contar un cuento. “Vamos lentos porque vamos lejos”, decía una pancarta en la Puerta del Sol, durante la larga acampada que se apoderó en mayo del centro de la ciudad. Entre Francia y Haití hay muchos días de navegación; entre la humanidad y la razón también. Mientras esperamos otra cosa -una carta, una cita, un milagro-, mientras aguardamos la última actualización de la web del mundo, la historia sigue trabajando: “democracia en construcción; perdonen las molestias”.