27 mayo 2013

Nadie está sola


En este mismo instante
hay una mujer que sufre, 
una mujer torturada 
tan sólo por amar
la libertad. Ignoro 
dónde vive, qué lengua 
habla, de qué color 
tiene la piel, cómo 
se llama, pero  
en este mismo instante, 
cuando tus ojos leen  
mi pequeño poema, 
esa mujer existe, grita,  
se puede oír su llanto 
de animal acosado, 
mientras muerde sus labios
para no denunciar 
a su pareja. ¿Oyes?  
Una mujer sola  
grita maniatada, existe  
en algún sitio. 
¿He dicho sola?  
¿No sientes, como yo,  
el dolor de su vientre  
repetido en el tuyo? 
¿No te mana la sangre
 bajo los golpes ciegos?  
Nadie está sola. Ahora, 
en este mismo instante, 
también a ti y a mí
nos tienen maniatados.

Robado de Poemas de cualquiera.

Intervención sobre un poema de José Agustín Goytisolo. [ Revisión 1, versión 158. Poema de código abierto. Es posible verlo nacer y progresar: para ello hay que hacer click en el botón PLAY aquí, arriba a la derecha. ]

17 mayo 2013

De entre todas las cosas

De entre todas las cosas
amo las desgastadas,
las que el tiempo decora con cambios y con pérdidas.
El tiempo las corrige, las dispone para su verdadero cometido,
las detiene invisibles de tanto ser miradas
y después la belleza
se posa sordamente
igual que una campana tañendo bajo el mar.
La belleza que había
en la mano y la tierra
se adhiere, se convoca sobre la superficie
o el color.
La ceniza que el tiempo esparce sin cesar
nieva en las cosas
y las deja habitadas de omisiones y tactos,
las convierte en extraños espejos,
y bajo el aspecto de collar o cuchara
nos miramos en ellos
como somos y fuimos.
Por eso amo el cuchillo que obedeció a la mano
que hoy cuenta su madera
(el uso lo ha cubierto como una cicatriz de suavidad).

De entre todas las cosas amo las desgastadas
porque son una cita entre muchos y yo:
bebiendo de una copa se están besando labios
y voces por venir,
al coger un martillo estrechas viejas manos.

También a mí el tiempo invisible me empuña
para clavar un verbo o partir la alegría,
talla delgadas muescas en mi cara
y poco a poco me encorvará su fuerza.
No pido para entonces la belleza:
sólo estar gastado de pasión,
ceñido de armonía.


José María Parreño, de Nueve poemas inéditos, Fe de erratas, Colección Puerta del Mar, Diputación de Málaga.

14 mayo 2013

Walter Bejamin y el capitalismo como religión, de Giorgio Agamben

Traducido para Rebelión por S. Seguí



1. Hay signos de los tiempos que, aunque obvios, los hombres, que escrutan las señales en los cielos, no llegan a percibir. Cristalizan en eventos que anuncian y definen la época, es decir, eventos que pueden pasar inadvertidos y no alterar en nada, o casi nada, la realidad en la que encajan y que, sin embargo, y precisamente por esto tienen valor de signo, de indicio histórico: semeia ton kairon . Uno de estos eventos tuvo lugar el 15 de agosto de 1971, cuando el gobierno de EE.UU., bajo la presidencia de Richard Nixon declaró que la convertibilidad del dólar quedaba suspendida. Si bien esta afirmación ponía fin, de hecho, a un sistema que había vinculado durante mucho tiempo el valor de la moneda a una base áurea, la noticia, que saltó en plenas vacaciones de verano, provocó menos debate del que era razonable esperar.
Sin embargo, desde ese momento, la inscripción que todavía se puede leer en muchos billetes de banco (por ejemplo, en los de la libra esterlina o la rupia, pero no en los del euro): “ Me comprometo a pagar al portador la suma de ...” refrendada por el gobernador del banco central, perdió definitivamente su sentido. Esta frase pasó a significar que a partir de ese momento a cambio del billete el banco central correspondiente haría entrega a quien lo solicitara (si alguien era lo suficientemente tonto como para hacerlo) no una cierta cantidad de oro (para el dólar, 1/35 de onza) sino un billete exactamente igual. El dinero había quedado desprovisto de cualquier valor que no fuera el puramente autorreferencial. Tanto más sorprendente fue la facilidad con que fue aceptado el acto del soberano estadounidense, que equivalía a cancelar el patrimonio de oro del dueño del dinero. Y si, como se ha sugerido, el ejercicio de la soberanía monetaria de un Estado consiste en su capacidad para inducir a los participantes del mercado a emplear sus obligaciones como dinero, en ese momento las obligaciones perdieron toda consistencia real, se habían convertido en puro papel.
El proceso de desmaterialización de la moneda se había iniciado muchos siglos antes, cuando las necesidades del mercado llevaron a añadir a la moneda metálica, necesariamente escasa y engorrosa, letras de cambio, billetes bancarios, juros , goldsmith’s notes, etcétera. Todas estas monedas de papel son en realidad títulos de crédito, por cuya razón se conoce como moneda fiduciaria. La moneda metálica, en cambio, valía –o hubiera debido valer– su contenido de metales preciosos (cuestión, como se sabe, insegura: el caso extremo fue el de las monedas de plata acuñadas por Federico II, que apenas usadas dejaban a la vista el rojo de cobre). Sin embargo, Schumpeter (que vivió, es cierto, en un momento en el papel moneda había desbordado la moneda metálica), pudo afirmar no sin razón que, en última instancia, todo el dinero es sólo crédito. Después del 15 de agosto de 1971, habría que añadir que el dinero es un crédito basado sólo en sí mismo y que no refleja nada más que a sí mismo.


2. El capitalismo como religión es el título de uno de los más penetrantes fragmentos póstumos de Walter Benjamin.

Que el socialismo era algo parecido a una religión fue observado con frecuencia (entre otros por Schmitt: “El socialismo pretende dar vida a una nueva religión que para los hombres de los siglos XIX y XX tuvo el mismo significado que el cristianismo para los hombres de hace dos mil años.”) Según Benjamin, el capitalismo no es sólo, como afirma Weber, una secularización de la fe protestante, sino que él mismo es esencialmente un fenómeno religioso, que se desarrolla como parásito a partir del cristianismo. Como tal, como religión de la modernidad, se define por tres características:
1.- Es una religión de culto, tal vez la más extrema y absoluta que ha existido jamás. Todo en ella tiene significado sólo con referencia al cumplimiento de un culto, no con un dogma o una idea;
2.- Es un culto permanente, es “la celebración de un culto sans trève et sans merci ”. No es posible aquí distinguir entre días festivos y días laborables, sólo hay un único e ininterrumpido día de fiesta-trabajo en el que el trabajo coincide con la celebración del culto;
3.- El culto capitalista no remite a la redención o la expiación de la culpa, sino a la culpa misma: “El capitalismo es quizás el único caso de un culto no expiatorio sino culpabilizador… Una monstruosa conciencia culpable que no conoce la redención se convierte en culto, no para expiar en éste su culpa sino para hacerla universal ... y para atrapar al final a Dios mismo en la culpa ... Dios no ha muerto, sino que se ha incorporado al destino del hombre.”
Precisamente porque tiende con todas sus fuerzas no a la redención sino a la culpa, no a la esperanza sino a la desesperación, el capitalismo como religión no tiende a la transformación del mundo sino a su destrucción. Y su dominio es en nuestro tiempo tan completo que los tres grandes profetas de la modernidad (Nietzsche, Marx y Freud) conspiran, según Benjamin, con él, son solidarios, de alguna manera, con la religión de la desesperanza. “Este paso del planeta hombre por la casa de la desesperación, en la soledad absoluta de su recorrido es el ethos que define Nietzsche. Este hombre es el superhombre , es decir el primer hombre que comienza a darse cuenta conscientemente de la religión capitalista.” Pero también la teoría freudiana pertenece al sacerdocio del culto capitalista: “Lo reprimido, la representación pecaminosa ... es el capital, sobre el cual el infierno del inconsciente paga intereses.” Y, en Marx, el capitalismo “con los intereses simples y compuestos, que son función de la culpa ... se transforma inmediatamente en socialismo”.


3. Vamos a tratar de tomar en serio y desarrollar la hipótesis de Benjamín. Si el capitalismo es una religión, ¿cómo podemos definirlo en términos de fe?, ¿en qué cree en el capitalismo? ¿qué implica, en lo que respecta a esta fe, la decisión de Nixon?

David Flüsser, gran estudioso de la ciencia de las religiones –hay también una disciplina con este extraño nombre– estaba trabajando sobre la palabra pistis , palabra griega que Jesús y los apóstoles utilizaban para “fe”. Un día se encontraba en una plaza de Atenas y en un momento dado, al levantar los ojos, vio escrito en grandes caracteres ante él Trapeza tes pisteos . Aturdido por la coincidencia, miró mejor y después de unos segundos se dio cuenta de que simplemente estaba ante un banco: trapeza tes pisteos significa en griego “banco de crédito”. He aquí el significado de la palabra pistis, que llevaba meses tratando de averiguar: pistis , “fe” no es más que el crédito de que gozamos ante Dios y del que la palabra de Dios goza en nosotros desde el momento en que creemos en él. Por esta razón Pablo puede afirmar en una famosa definición que “la fe es la sustancia de las cosas esperadas”: es lo que da credibilidad a la realidad y a lo que no existe todavía, pero en lo que creemos y tenemos fe, en lo que hemos puesto en juego nuestro crédito y nuestra palabra. Creditum es el participio pasado del verbo latino credere : es aquello en lo que creemos, en lo que ponemos nuestra fe, cuando establecemos una relación de confianza con alguien tomándolo bajo nuestra protección o prestándoles dinero, confiándonos a su protección o tomando dinero prestado. En la pistis paulina pervive, es decir, la antiquísima institución indoeuropea que Benveniste ha reconstruido, la “fidelidad personal”: “El que detiene la fides puesta en él por un hombre tiene en su poder a este hombre ... En su forma primitiva, esta relación implica una reciprocidad: poner nuestra fides en alguien procuraba, a su vez, su garantía y su ayuda.”
Si esto es cierto, entonces la hipótesis de Benjamin de una estrecha relación entre capitalismo y cristianismo recibe una confirmación ulterior: el capitalismo es una religión basada enteramente en la fe, una religión cuyos seguidores viven sola fide (sólo por medio de la fe). Y como, según Benjamin, el capitalismo es una religión en la que el culto se ha emancipado de todo objeto y la culpa de todo pecado y, por lo tanto, de toda posible redención, así, desde el punto de vista de la fe, el capitalismo no tiene objeto: cree en el hecho puro de creer, en el puro crédito ( believes in pure belief ), es decir: en el dinero. El capitalismo es, por ello, una religión en la cual la fe –el crédito– ha sustituido a Dios. En otras palabras, en tanto que la forma pura del crédito es dinero, es una religión cuyo dios es el dinero.
Esto significa que el banco, que no es más que una máquina de fabricar y manejar crédito, ha tomado el lugar de la iglesia y, mediante la regulación del crédito, manipula y administra la fe –la escasa e incierta confianza– que nuestro tiempo todavía tiene en sí mismo.


4. ¿Qué ha significado para esta religión la decisión de suspender la convertibilidad en oro? Ciertamente, algo así como una aclaración de su propio contenido teológico, comparable a la destrucción mosaica del becerro de oro o al establecimiento de un dogma conciliar. En cualquier caso, un paso decisivo hacia la purificación y cristalización de su propia fe. Ésta –en forma de dinero y crédito–se emancipa ahora de todo referente externo, cancela su nexo de idolatría con el oro y se afirma en su carácter absoluto. El crédito es un ser puramente inmaterial, la parodia más perfecta de esa pistis , que no es sino “la sustancia de lo que se espera.” La fe –así rezaba la famosa definición de la Carta a los Hebreos– es sustancia – ousia , término técnico por excelencia de la ontología griega– de lo que se espera. Lo que Pablo quiso decir es que el que tiene fe, el que ha puesto su pistis en Cristo, toma la palabra de Cristo como si se tratara de la cosa, el ser, la sustancia. Pero es precisamente este “como si” lo que la parodia de la religión capitalista elimina. El dinero, el nuevo pistis , es ahora inmediatamente y sin residuos sustancia. El carácter destructivo de la religión capitalista, de la que hablaba Benjamin, aparece aquí en plena evidencia. La “cosa esperaba,” ya no existe, ha sido destruida, y tiene que serlo porque el dinero es la esencia misma de la cosa, su ousia en el sentido técnico. Y, de esta manera, se quita de en medio el último obstáculo a la creación de un mercado de la moneda, a la transformación integral del dinero en mercancía.



5. Una sociedad cuya religión es el crédito, que sólo cree en el crédito, está condenada a vivir a crédito. Robert Kurz explicó la transformación del capitalismo del siglo XIX, todavía basado en la solvencia y la desconfianza respecto al crédito, en el capitalismo financiero contemporáneo. “Para el capital privado del siglo XIX, con sus propietarios personales y sus respectivos clanes familiares, eran todavía válidos los principios de honorabilidad y solvencia, a la luz de los cuales el incremento del uso del crédito era casi obsceno, como un comienzo del fin. Las novelas por entregas de la época están llenas de historias donde las familias numerosas se arruinan a causa de su dependencia; en algunos pasajes de Los Buddenbrook , Thomas Mann llegó a crear un tema de Premio Nobel. El capital productivo sujeto al pago de intereses era, por supuesto, esencial para el sistema desde el primer momento de su formación, pero todavía no tenía un papel decisivo en la reproducción capitalista global. Los negocios de capital “ficticio” se consideraban típicos de los ambientes de estafadores y personas deshonestas, al margen del capitalismo real ... Incluso Henry Ford se negó durante mucho tiempo al uso del crédito bancario, obstinándose en su decisión de financiar sus inversiones sólo con su propio capital.” (R.Kurz, El fin de la política y la apoteosis de dinero , Roma, 1997; Die Himmelfahrt des Geldes , en “Krisis”, 1995).

Durante el siglo XIX, esta concepción patriarcal se disolvió completamente y el capital empresarial recurrió cada vez más al capital monetario, tomado del sistema bancario. Esto significa que las empresas, con el fin de seguir produciendo, deben, por así decirlo, hipotecar por anticipado cantidades crecientes de trabajo y de futura producción. El capital productor de mercancías se alimenta ficticiamente de su propio futuro. La religión capitalista, de acuerdo con la tesis de Benjamin, vive de un endeudamiento permanente, que no puede ni debe extinguirse. Pero no son sólo las empresas las que viven, en este sentido, sola fide , a crédito (o a débito). También los individuos y las familias, que recurren cada vez más al mismo, están análogamente tan implicados en este continuo y generalizado este acto de fe en el futuro. Y la Banca es el sumo sacerdote que administra a los fieles el único sacramento de la religión capitalista: el crédito-débito.
Fuente: http://www.lostraniero.net/archivio-2013/152-maggio-2013-n-155/803-un-commento-oggi.html
Sobre Pablo de Tarso desde la filosofía de la liberación, imprescindible: 

04 mayo 2013

HOMENAJE A MARAT



Kokol y Polpoch.-
(Recitativo)
En aquel tiempo, amigos, hacía cuatro años
que la revolución tenía el poder en sus manos.
Se había ido a la porra el dorado espantajo
y se habían quedado sin azotea
(Por la cabeza)
algunos reaccionarios.
 
El coro.-
(Al foro, canta)
Los aristócratas a la hoguera
y los hisopos al arroyo.
 
Cucurucu y la Rosiñol.-
(Recitativo)
Era una fecha conmemoratoria:
la víspera de la Federación
y Marat revivía la gloria
de la primera gran victoria,
¡victoria de la revolución!
 
El coro.-
(Al fondo, canta)
Los generales, empalados.
Especuladores a la horca.
 
Roux.-
Viva la Revolución.
 
(Los cuatro cantores y otros pacientes se disponen en actitud de apoteosis alrededor de la bañera. Le tienden una corona vegetal)
 
Un enfermo.-
(Al foro)
No queremos cavar, Marat, la propia tumba.

Un enfermo.-
Quisiéramos también, si es posible, comer.
 
Un enfermo.-
Vivimos todavía en una catacumba.
 
Todos los enfermos.-
Queremos prosperidad. ¡Así no puede ser!

Kokol.-
(Señalando la corona)
Marat, te coronamos con estas pobres hojas.
El laurel se ha agotado en los laureles.
Lo colocaron en principescas cabezotas
y en las de generales y académicos fieles.
 
(Coronan a Marat, lo levantan en su bañera y los pacientes lo izan sobre sus hombros)
 
El coro.-
¡Viva Marat! ¡Viva Marat!
¡Eres el único en el que tenemos confianza!
¡Contigo y no con otro podemos aún contar!
 
(Llevan a Marat en triunfo alrededor de la plataforma. Simona sigue el movimiento, dirigiéndole una ansiosa mirada. Los cuatro cantores y los pacientes del cortejo ejecutan un ritual de homenaje muy estudiado)
 
La Rosiñol.-
(Ingenuamente, creyendo que lo que está ocurriendo es verdad)
Padrecito Marat, te has puesto hecho una pena
de rascarte.
¡Nuestra revolución
no debe ser sangrienta ni sangrante!
 
Kokol y Polpoch.-
(Cantan)
¡Marat, qué cuatro años
de actividades
denunciando a traidores
y potestades!
¡Ay, obligado
fuiste a huir y anduviste
muy molestado!
 
Cucurucu y la Rosiñol.-
¡Pero tú combatiendo
siempre a los curas,
a aristócratas necios
y sinecuras!
¡Tú tan entero
y otros lamiendo a nobles
en el trasero!
 
Los cuatro cantores y El coro.-
Marat, ¿qué están haciendo con la Revolución?
Lo que ocurre nos causa malísima impresión.
Nosotros somos pobres; no nos dan ocasión.
No esperes a mañana, dice nuestra canción.
 
(Marat es vuelto a colocar solemnemente en su bañera. Le han quitado la corona. Simona le cambia la venda muy aprisa y le ajusta la toalla a los hombros. Termina la música. Sade está sentado, inmóvil, y contempla irónicamente la escena)

La Rosiñol.-
¡Y venga de chuparnos la sangre, venga, venga!
Y venga de echarnos cachitos de papel diciendo que es dinero,
papel que sólo sirve ciertamente
para poder limpiarnos (con perdón) el trasero.
 
Un enfermo.-
Fraternalmente compartimos miserias y piojos.
 
Un enfermo.-
Tenemos libertad para morir de hambre.
 
Un enfermo.-
Con igualdad cerramos, muriéndonos, los ojos.
(Coulmier se mueve, nervioso, en su silla)
 
Roux.-
¿Quién reina en los mercados de frutas y verduras?
¿Quiénes tienen cerrados para ellos los graneros?
¿Quiénes han engordado y han sido los logreros
que no han distribuido los campos requisados?
 
(Coulmier mira a su alrededor. Una hermana lleva a Roux hacia atrás)
 
Los pacientes.-
(Al fondo, haciendo compás con las manos, tras haberse puesto de acuerdo)
Estamos retenidos en esta casa injustamente.
Estamos todos sanos. Vivamos libremente.

(Aumenta la agitación)
 
Coulmier.-
(Golpea la barandilla con su bastón)
Señor de Sade.
 
(Sade no reacciona)
 
Me parece que debo imponer aquí la voz de la razón. ¿Adónde vamos a parar si desde el principio de la obra dejamos que se desarrolle este tumulto? Es peligroso. Por favor, por favor; tengamos calma. Al fin y al cabo han cambiado los tiempos y deberíamos esforzarnos en ver estos tristes incidentes bajo una luz un poco más serena. ¿De acuerdo, señor de Sade? ¿De acuerdo todos? (Los pacientes son rechazados por los enfermeros. Algunas hermanas se sitúan frente a los pacientes y cantan una letanía para calmarlos)



Persecución y asesinato de Jean-Paul Marat representado por el grupo teatral de la casa de salud de Charenton bajo l adirección del Señor de Sade, de Peter Weiss. Versión de Alfonso Sastre.