Demasiado fragmentarios son el mundo y la vida
Heinrich Heine
Heinrich Heine
LE COSTÓ CINCO años terminar la novela. Apostó por una estructura tan fragmentada que debió escribirla en las pizarras de los menús de los bares y de las aulas de la universidad. La continuó con spray en los muros desnudos, con los dedos en los parabrisas de los coches sucios. Este envite por el estilo obligó a sus más audaces lectores, críticos y flaneurs a un esfuerzo para alcanzar una visión global de la historia en el límite del allanamiento, en el peligro de los autolavados, en la confusión con el menú del día, en la lucha continua contra los borradores entre clase y clase y a la deriva lectora por la ciudad. Era posible comenzar la lectura por cualquier punto y concluirla en otro cualquiera y cada uno de los fragmentos era capaz de tener sentido autónomo pleno. Aún así, intentó mantener el interés de los lectores gracias a un subyugante hilo argumental de compleja intriga que llevó a los más apasionados seguidores a elaborar una guía para la lectura completa.
Sólo un crítico la consiguió acabar intuyendo que iba a ser la novela más divertida de los últimos tiempos cuando, triunfante, encontró y leyó un FIN escrito con el dedo en el parabrisas de un coche bomba que, como contundente y explosivo recurso final —fiel a las exigencias del estilo fragmentario—, lo hizo saltar en pedazos.
de "Yuri Gagarin que estás en los cielos (Colección Alumbre, Diputación de Cádiz, 2011)
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