David
Monthiel
Fui a San Juan de Dios junto nuestro humilde
comité de bienvenida. Me emocioné. Los editorialistas dicen que le dimos un
baño de masas al alcalde. Quizá fuera porque salió al balcón del ayuntamiento
apestando al apulgarado sillón en el que se sentó. Luego, horas más tarde, escuché
con detenimiento el discurso de investidura. Me gustó cuando citó a Ernst
Bloch, un marxista de la línea cálida que estudió, en tres tomazos, los mitos
de la humanidad. Los liberadores y los opresores. El principio de esperanza.
Los mitos, el sueño despierto de la humanidad. No sé si Kichi, o la redactora
del discurso, ha leído a Bloch. Si la cita fue cita de manual de citas o de
búsqueda en el argumentario mítico de la teoría marxista para darse rollo o
tinte intelectual. Le quedó bien el detalle aunque pasó desapercibido. Pero a
mí me da juego para pensar que un alcalde de Cádiz, viñero y comparsista, profesor
de secundaria y sindicalista, citara a Bloch y luego hablara de resolver graves
necesidades de la ciudad. Necesidades tan materialistas y viejas como el
hambre, el techo, la cultura, el trabajo.
—Inaudito, picha.
El
tiempo pasa, nos vamos haciendo viejos y ya saben el resto de la canción.
Releyendo el artículo, no sé si se ha
cumplido eso de gobernar obedeciendo y demás lemas. Sé, no por la prensa local,
que existen decisiones, partidas presupuestarias, nombramientos, propuestas y
voluntad para confirmar este mandato popular. Un ejemplo es el homenaje a La
Salvaora y La Petroleo en la semana del orgullo LGTBI.
¿Se
han evitado, gracias al protocolo anti-desahucio, muchas tragedias? ¿Qué dice
el diario?
—Me
dicen por el pinganillo que sí.
¿Se
ha desarrollado con total normalidad el COAC, el carnaval, la semana santa y el
corpus?
—Me
parece que sí, ¿no?
Creo
que el liderazgo del alcalde es sólido, sus formas exquisitas, su contundencia,
a alabar. Ha tenido paciencia ante la desesperación, al nivel de Job, ante la
guerra, ante las calumnias, los golpes bajos, las mentiras, la difamación. Y las
amenazas de muerte por correo electrónico. Creo que su equipo de gobierno es
solvente y comprometido. Pero hay que responder no sólo a las intervenciones de
la oposición. Sino al hambre, al paro, a la desesperación. A la interrupción de
los plenos, a los gritos. Al estado de emergencia.
Ya.
Sigo
pensando que si pierde él perdemos todos. Si pierde este ayuntamiento perdemos
todas. No es fácil es el adagio,
actualizado, que se repite y se repetirá hasta la saciedad. Ese hartazgo que
nunca alcanzará la prensa estatal y comercial en su apetito de marrones,
denuncias, acusaciones, mentiras como si Cronos no se conformara con una tapita
de sus hijos. Y eso que todavía no sufrimos el cerrojazo patronal, los
esquiroles, la falta de abastos en los supermercados, la oposición "encarcelada"
y las visitas de lacrimosos representantes del IBEX 35 a la ciudad.
Eso
sí. Continúan las zancadillas del sentido común gaditano. Si antes preguntaba
sobre si "está preparao"
(algo que no se le preguntó a Romaní ni a Jorge Moreno)—, ahora lo hacen sobre
si va a cumplir lo que prometió y le dan un baño de masas a la antigua regidora
en una procesión. El grupo mediático local, en bloque, acecha y responde por la
ciudadanía desde su editorialismo, sus fotografías a maldá, sus noticias-opinión:
—Kichi
no cumple y además no se pone corbata y chaqueta para recibir al Cano.
—¿El
barco de la coca?
Como
decía en el artículo de los golfos
y los críticos:
a propósito del primer año de gobierno "del cambio" han aparecido reportajes sobre la falta de
sensibilidad con los más débiles de alguien que declaró que iba a gobernar
desde ellos y para ellos, obedeciéndolos. El "experimento" de Cádiz
se mira con microscopio por todas las redacciones y consejos de administración.
Pero para buscar el hilo suelto, la grieta, los fallos.
Un
periódico muy liberal ha dado voz a los "indignados". Trabajadores,
dirigentes de asociaciones de vecinos, lateras, corraleras, policías locales. Todos
descontentos, todos pidiéndole al Kichi que tenga tiempo para ir a la plaza a
comprar, que visite Puertatierra tres veces al día, que consuele uno a uno a
los parados, a los falsos autónomos, que repelle cada grieta abierta en la
tapia de la carretera industrial, que coloque acebuches en los alcorques que se
dejaron morir en la antigua legislatura, que recomponga, como un puzzle, el drago
de la escuela de artes y lo vuelva a plantar, que se acerque al besapié los
viernes, que vea pasar, bien peinado, la cruz de mayo del barrio, que reciba a
los cruceristas y los arrope en su camarote, que acuda a la vuelta del
Cádiz-Racing y que medie ante las UIP cuando haya problemas.
—Un
superhéroe, carajo.
Los
cien mil ecos liberales, la carcunda que se esconde en seudónimos, en blogs
"indignados", han compartido el reportaje como diciendo:
—¿Veis?
Es un mentiroso. Otra prueba más.
A
mí me resulta curioso que las antiguas rigideces morales ante la Propiedad
ahora se hacen escritura sobre el agua.
—¡Qué
liberalidad en los principios éticos para evitar condenar el allanamiento de
una propiedad!
Porque
el reportaje no pone en cuestión la okupación, ni la propiedad de las corralas.
—¿Para
qué? Eso ahora no nos sirve, es secundario.
Hasta que les interese hacer uso de la
vieja y sacrosanta Propiedad para justificar un desahucio violento, un chaveo (sí, señora, convertir en chavs a la bajundá) o una nota de sucesos cuando se muere un bebé en un piso
sin luz ni agua.
Esto
se llama, amiguitos, un ejercicio de cinismo sin límites que usa a las víctimas
políticamente, como ya se hizo antes en otros temas más espinosos como (me
acojo al silencio recomendado por mi abogada). Ahí está la hemeroteca. Una
falta flagrante de deontología periodística y de ética profesional. Causas: la
falta de objetividad. Se ceban las Crónicas de las Decepciones, se ciclan Los
Anales de las Promesas Incumplidas.
—¡Cuidao! Que los de la profesión te hacen
campaña, te denuncian y te llaman sectario antidemocrático por criticarlos y
por no respetar la libertad de expresión de la prensa comercial con intereses
económicos que los despide en masa en ERES fraudulentos.
Programas
de televisión que afirman tener una base crítica y una presentadora, como dice
Juan Carlos, "proto-maltratadora" se quedan en un fusilamiento
organizado para desprestigiar, atosigar y poner en cuestión al ayuntamiento y a
los representantes políticos del ayuntamiento de Cádiz.
—A
tu ayuntamiento, picha. ¿Pasa lo mismo en aquel que proyectó a Franco y a
Himmler en un castillo?
Lo
que os decía. Usar a los golfos, víctimas y pobres para el discurso crítico.
Y
ahí no pueden ganar.
Porque
sigo pensando que debemos tener cada mañana oído de discípulo. Ser guionistas que
se suben en el autobús de la realidad (recordando a Azcona). Ser como Quiñones
poniendo la oreja en la plaza de abastos: "Aquí, trabajando", decía
al que le preguntaba qué hacía allí. Y es necesario, urgente y demás sinónimos
resolver la urgencia habitacional, el paro que obliga al menudeo, a la venta de
pescao "ilegal".
Ya.
Hay
que hablar con la sección teofilista de la policía local para que sea de verdad
un órgano democrático al servicio de los gaditanos y no al dictado de intereses
políticos y de una ideología democrática a ratos. Hay que solucionar los
problemas de la ciudadanía más sensible a caer en las redes de la demagogia
barata. Hay que seguir en la calle. Todavía recuerdo la rebelión de los
baratilleros ante las actuaciones arbitrarias de lo locales cuando el Baratillo
se ponía en Gómez Ulla.
—Papeles
o ya te estás najando.
¿Y
la Junta? ¿Y la oposición? ¿A qué juegan? Al desgaste. Esa es su praxis
política. Su ideario. El desgaste. Que pase el tiempo —un año, dos— y González
Santos se queme en la hoguera de los medios. Y no hay más discurso, ni más
propuestas, ni más nada. Sólo el deterioro sistemático, gris. Paseítos por la
ciudad bombardeada como Dresde, simbólicamente, por la crisis y sus aliados: el
paro, el hambre, la desesperación, la derechización de las clases trabajadoras.
Eso sí, de vez en cuando deben aparecer en la prensa hablando de las puertas
giratorias, de pucherazos en sus primarias, de fianzas, de financiación ilegal,
de las cartas a Irán para favorecer un negocio, de las imputaciones de dos
president...
—Ah
no, que de eso no se habla.
Durante
veinte años la ciudad ha sido devastada, saqueada, mal gobernada. Bombardeada. Vivimos
entre ruinas.
Pero
no nos lanzaremos al vacío como el niño rubio de la película de Rossellini. Aunque
seguimos en el tiempo del peligro, en el kairós, en el tiempo del tós por iguá. El de vámono que nos vamo.
Seguimos
aquí. Poniendo el cuerpo en la historia.