¡Qué afán tienen de crear problemas
donde no los hay! Cuántas veces lo habré repetido este año y medio de
infortunio y despropósitos, de desgobierno y de lío: antes del Kichi esto
no pasaba.
—No pasaba: te lo digo yo.
Y pobre exalcaldesa. Ahora tiene que
enmendarle la plana a una de esas niñatas respondonas de un sindicato de
estudiantes. A una que tiene la poca vergüenza de afirmar, en una comisión, que
los parlamentarios se enriquecen gracias a la política. Los suyos no, los
otros. Una de esas que seguro se ha criado en los valores de "la ideología
de género" y progresías variadas que se inoculan en los colegios públicos.
—Que no te engañen...
¿Tú te crees que antes te iban a
mandar una carta como la de los colegios públicos? Antes, desde el
ayuntamiento, te mandaban información veraz y a todo color para dar respuesta y
acallar a los pamplinosos con lo del agua contaminada de Loreto. Todo bien
explicadito. A todo color con la Verdad.
—¿Digo mentira?
—Y programaciones culturales con la
fotito de la regidora sonriendo.
¿Por qué ahora nos sermonean con
estas pamplinas de elegir un colegio que no da prestigio social? ¿A qué viene a
mandarle a mi cuñao una carta
diciéndole que lo que tiene que hacer es llevar a su niño al colegio que ellos
digan?
—¡Vamos hombre!
A mí que no me vengan con
adoctrinamientos, con cartitas bolivarianas. Es que es como si estuviéramos en
Venezuela. Y ya sabemos que ya están empezando a amenazar a periodistas, ¿eh? A
esas hienas. Y encima se indignan cuando alguien les dice a verdad a la cara.
—Porque son unos sectarios
contrarios a la libertad que piden de comer pero luego tienen Twiter.
Mira. Los niños no sólo deben llevar
brazaletes para distinguirse, sino también uniformes diferentes. Los del
colegio público, claro. Porque los otros ya los llevan. Y bien que hacen. Unos
uniformes de tela de saco o sambenitos. Para que cuando haya dos colegios
cercanos se sepa diferenciar a simple vista cuál es la gente de bien, la que va
a aportar al país, esa gente que sabe lo que votar para el progreso, la que va
a emprender, la que va progresar. Que sabe elegir bien. Y la que no.
—Y raparlos.
Los colegios públicos: esos centros
de adoctrinamiento humano en los que apenas se respetan los derechos de las
creencias de toda la vida, donde se impide que se canten villancicos, donde no
hay clases de religión y hay niños que no han hecho la comunión.
—Nuestras tradiciones.
Donde se le ponen pegas a los
comedores desde AMPAS levantiscas, hay absentismo de los maestros, donde se
cuestiona todo, donde se ensucia las cabezas de la pobre gente con ideas de
igualdad, esa que ha nacido para ser fontaneros, camareras de piso, barrenderos,
camareros.
Lo que yo te diga: no sólo
brazaletes para los niños. También para los padres. Porque hay que diferenciarlos
bien a la vista. Porque seamos claros: los niños de esos colegios, pobrecitos
míos, pronto dejarán de estudiar debido a su alto fracaso escolar. Y tendrán
que irse acostumbrando a esos trabajos a los que están destinados porque así lo
quiso dios. Porque, te lo digo yo, cada uno nació para ser una cosa en la vida,
y no se puede envenenar con ideas miserables de igualdad de oportunidades a la
pobre gente, a esa gente trabajadora que sólo quiere vivir tranquila. Porque de
esos colegios es de donde salen niñas como la pobre que se escapó de un centro
de menores embarazada para casarse con un delincuente. Te lo digo yo.
—Que no te engañen.
Que luego pasa lo que pasa y los
colegios públicos se convierten en madrasas en los que no se respeta lo de las
peras son peras y las manzanas, manzanas. Acaban siendo refugios de esa gente
que ni maneja la lengua castellana y viene a robar. O a estar todo el día metío en su tienda. Y que saben nadar y no
acabaron como el niño de Barbate. Qué pena, sí, pero es que a quién se le
ocurre emigrar con un niño pequeño pudiéndolo dejar morir de hambre en su país
tercermundista. Para qué están las misiones.
¡Y los que siguen estudiando! Esos tienen
papeletas para convertirse en radicales antisistema que acaban trabajando en la
estiba, ese sector tan privilegiado. O siendo feministas y criticando cositas
tan apañás para el día de la mujer con
muestras de peinados, el cuidado de los pies y los trajes de flamenca. Son los
que estudian en esos colegios los que luego te quieren cambiar el nombre de las
calles, poner banderas anticonstitucionales o del lobby gay, esos que quieren
buscar subvenciones para escarbar en las cunetas, esa gente que sólo quiere
remover el pasado para ser revanchistas.
—Que todo fue una confrontación
social.
Son los que se educan en un colegio
público los no tienen miedo a disfraces de mamarracho. Claro, luego pasa lo que
pasa. Y es indignante verlos ahí como sarasas. Y la gente pierde los papeles
ante tanto lobby gay y tanto mariconeo. Porque un corista es un corista no una
maricona que canta con plataformas.
—Eso es así.
Porque es la misma guantá de La Carpa la que la exalcaldesa le
debería haber dado a la del sindicato de estudiantes. Que así aprendí yo el
respeto a la gente de bien. Así te lo digo: donde se ponga un buen cosqui a tiempo ante una falta de
respeto no hay pedagogía que la supere. Mano de santo para la gente como yo, personas
humildes que pagan sus impuestos, que no se cree mentiras, que quiere llevar a
su hijo a donde le da la gana, bueno, ahí donde pueda codearse con los que van
a mandar y no a colegios de pobres.
—Que no nos engañen.