28 julio 2005

Monólogo del monógamo

El zaguán en el que te desvestí
sin quietarte la ropa
hoy es entrada a una mina/ pozo
con mayólica
y telefonillo que nunca constestó,
hoy es pasadizo en penumbra
donde te aguardo
para emerger de lo oscuro
y ganar la calle vengado.

II. Otras bajezas



Las vacas aprenden geografía mirándose
unas a otras sus manchas blancas y negras
Ramón Gómez de la Serna.

4.

Cuando se recoge un pelo caído al suelo ¿se coge por la empuñadura?

9.
La lunática ruboriza a la solnática
10.
El precipicio de Sajonia exime a saltadores patriotas

12.
Las bragas sin membrete provocan discusiones
entre las desnudas empleadas de la oficina de correos.
13.
Un grito épico expurga de herrumbre
las armas abandonadas en el rincón de la biblioteca.
14.
Una mitad de Londres se quema.
Las alondras lo saben.
17.
Un miembro amarillo delató a uno negro
en las reuniones de la piel del plátano.

47.
Señor banquero:
Deme un cheque en blanco para arroz en amarillo.

50.

EL GRANDIOSO Y PRESTIGIOSO DOMADOR de LEONtina



De "Aforo máximo y otros mínimos aforismos"

27 julio 2005

Los retos del naufragio

Un náufrago arriba a la orilla de una minúscula isla, un atolón de tres metros cuadrados en mitad del océano, que ostenta, como dos paréntesis, dos palmeras como única vegetación.
Junto a su cuerpo aparece, traído por las olas, un serrucho enredado en algas como único recuerdo del naufragio. Aturdido, todo hecho jirones y mojado, se incorpora y mira a su alrededor. Está perdido. De repente, precedido de un burbujeo, un cofre prorrumpe desde el fondo del mar.
El cofre flota a unos metros de la orilla. El náufrago imagina un interior repleto de víveres como una despensa milagrosa que le abastecerá, así que se dispone a lanzarse al mar. Pero justo antes del chapuzón, emerge la desafiante aleta dorsal de un tiburón. No puede arriesgarse. El náufrago se agarra la barbilla y piensa. Al dar unos pasos para encontrar la solución, le da una patada al serrucho. Ya lo tiene. Talará una de las palmeras con el serrucho de forma que pueda utilizar su tronco como un puente hasta el cofre, evitando así las culinarias intenciones del escualo. Como un equilibrista de un circo pobre, atraviesa el tronco de la palmera. Remolca el cofre por la superficie y lo deja caer a la sombra de la única palmera que queda en pie.

Cuando lo abre, encuentra en su interior una hamaca.

(le robo vilmente el título a Lolo Ortega, ego confesare)

26 julio 2005

El dormitorio

El hombre bosteza y se dispone a acostarse de un momento a otro. Le regresa lo que le ha dicho al viejo Rodolfo, un vecino, cuando se despidieron en la esquina, la cantinela esa de que los días se hacen más largos a medida que el dolor de los huesos se extiende. Se descalza, deja los zapatos cerca de la cama y se rasca la cabeza. Su pijama parece que se le ha olvidado en algún armario cerrado, del cual la llave se le ha perdido en el fondo de un cubo de basura. Cuando le preguntan, él alega que no es pobre y que rebusca en los containeres y cubos para encontrar esa llave, la llave del armario donde está guardado su pijama.
Se pregunta por el sueño que tendrá, si será agradable, o si se transformará en un amargo recuerdo que su memoria le reprocha. Quizás vuelva a hacerlo con una de esas tarjetas de plástico que dan la felicidad. Destapa la cama, bosteza y deja pasear su mirada por las paredes. Mañana tiene demasiados asuntos de los que preocuparse. Debe madrugar. Apoyado sobre uno de sus codos, mulle la almohada y se acuesta vestido.
La luz queda encendida. Afuera, los solitarios transeúntes regresan a sus domicilios enfrascados en solemnidades privadas. La noche es una lenta melodía, un murmullo de la ciudad que descansa. El tráfico disminuye su fluido ir y venir. El hombre, se arropa, cierra los ojos y, antes de dormirse, recuerda que debe que levantarse antes de que abran el banco, para evitar problemas.
Un hombre de abrigo y bufanda entra en el dormitorio y arruga la nariz ante el fuerte olor. Observa la cama y al hombre que duerme y hace una mueca. Con detenimiento, observa la mochila preñada de ropa, los zapatos y la sucia manta azul, de la que emergen dos calcetines sucios y que parece un mapa de manchas en el que se puede seguir su vagabundeo. La manta lo cubre hasta la cabeza como a un cadáver. Parece que entrara en contacto con un mundo alejado de su vida, una vida sin futuro, rodeada de muerte. Haciendo un gesto mecánico, extrae la tarjeta de crédito de su cartera. La introduce en el cajero y pulsa su clave personal. La operación se efectúa sin problemas.
Cuando sale a la calle, después de doblar los billetes y guardarlos en la cartera que su mujer le regaló por su cuarenta cumpleaños, no se preocupa de cerrar la puerta del cajero con cuidado. Ésta da un sonoro portazo que parece devolverlo a su vida y sus preocupaciones, y que no logra despertar al hombre que duerme bajo la manta azul, acostumbrado a los contratiempos del dormitorio.

25 julio 2005

La MeTEmorfosis


Una mañana un parado se despertó convertido en una bolsita de té. Por un instante se estremeció. ¿Qué sería de su vida? ¿Cómo encontraría trabajo con aquel aspecto? Con un arrojo admirable, el hombre resolvió asumir su nuevo estado. Se le habrían las puertas del mercado laboral: se convertiría en la mascota oficial de una marca de Té. Sería famoso. Haría fortuna.
Su mujer le avisó de que el desayuno estaba preparado. El vapor salía del baño como cada mañana. Un líquido espeso y oscuro se derramaba de la bañera. Desde la cocina, su mujer recibió el delicioso aroma de Twinings que el té expiraba.

23 julio 2005

El wuminismo necesita traductores

0. Es muy dificil encontrar el tiempo para traducir nuestros textos en castellano: el bienio 2004-2005 ha sido un periodo estratégico y muy intenso para nosotros, en el que hemos desarrollado muchos proyectos: en Italia hemos publicado dos novelas "solistas" ("Guerra agli Umani" de WM2 y "New Thing" de WM1) y una nueva edicion actualizada de "Asce di guerra"; La banda folk-rock Yo Yo Mundi grabó un album basado en nuestra novela "54" (que en el mismo tiempo ha sido publicada en inglés);
También hemos escrito el guión de una pelicula de Guido Chiesa ("Lavorare con lentezza", que ganó premios en varios festivales, incluso el de Venecia) y muchos artículos y ensayos. Sin embargo, los lectores que sólo hablan castellano aprenderon solamente una pequeña parte de todo lo que realizamos. En el periodo 2000-2004 muchas personas pasaron tiempo traducendo un montón de nuestros textos, en situaciones de verdadera auto-explotación, un trabajo que podíamos pagar con un "muchas gracias" y nada más. La antologia "Esta revolución no tiene rostro" (Acuarela Libros, Madrid 2001) fue la cumbre de ese proceso. En 2004 y 2005 hubo menos tiempo, faltaron energías, la traducción de 54 tenía errores y tuvimos que bloquear la edición de bolsillo (quitando el archivo desde el sitio). Por eso, nuestra relación con el mundo ispanófono ha sido menos fuerte. Quisieramos recuperar esta relación. Nos harian falta personas que conocen el italiano, despuestas a traducir algun texto de vez en cuando. Si hay voluntarios, por favor, se pongan en contacto con nosotros. Muchísimas gracias.
-1. En septiembre 2005, en el estado español, finalmente sale la edicion DeBols!llo de 54, con una traducción revisada y actualizada por Juan Manuel Salmerón.
-2. Hace un mes hemos aprendido que la edición argentina de Q - edición que nunca vimos - no tiene la etiqueta copyleft. Si hay otras ediciones en castellano que tienen el mismo problema, por favor enviadnos la noticia, para que en futuro no se repitan casos similares. Hay mucho bajo nuestro control pero es imposible controlar todo, y la cualidad del trabajo de un escritor(a)/cantahistorias depende de la relación que tiene con sus lectores/escuchadores. Estad siempre alerta!-
de Giap/spanish Julio 2005

22 julio 2005

Grandes Relatos



"La ubicuidad de las manzanas"


La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de la gravedad.

de Ana María Shua. Latinoamérica fantástica, Augusto Uribe, ed., 1985, 194


Cláusula III”

Soy un Adán que sueña con el paraíso, pero siempre me despierto con las costillas intactas.

“Felinos"

Nos hemos conformado con el gato, que come poco.

de Juan José Arreola. Bestiario, 1972.


“Catequesis”

-El hombre-enseñó el Maestro-es un ser débil.
-Ser débil-propagó el apóstol-es ser un cómplice.

-Ser cómplice-sentenció el Gran Inquisidor-es ser un criminal.

de Marco Denevi. Falsificaciones.

20 julio 2005

Un poema de Valero

Desde pequeños aprendimos a amar la vida.
Jugábamos a contener la respiración
para luego llenarnos los pulmones con ansia.
Resistir
y respirar.
Nada ha cambiado.

"Travesía encendida", José María Gómez Valero. Ed. Vitruvio

19 julio 2005

La canción de la ahogada

Te encontré en la playa varada
desnuda, yerta y morada
y algo en mi corazón de náufrago se ahogó:
me enamoré de una ahogada.

La gente en la orilla te miraba,
los niños tu peste no aguantaban.
Yo te rapté como una perdida sirena
que tenía la boca llena de arena.

Eras todo andrajos y corales,
algas, escaramujos y sales
con tus bolsillos llenos de cangrejos y caracolas,
estrangulada por las olas

Ah! Respira para mí, flota para mí
y deja que me sienta como un forense enamorado
Ah! Descomponte para mí, apesta para mí
y deja que sea tu buzo que se hunda abrazado a ti.

Te maquillaba con lonchas de jamón
para aplacar de amor mi hambre
y la pringue te hacía más bella,
mi ahogada bella, mi fiambre.

En un combate del nadador contra la nada
los vecinos de nosotros cuchicheaban,
me acusaban y denunciaban culpable del verbo amar.

Ah! Bucea para mí, sumérgete pa mí.
Seré el camarón que te devore las manos y los ojos.
Ah! Enamórate de mí, muérete por mí,
de mi acuario apestosos y vacío será la sirena.

Nuestra boda acuática falló: el mar no nos comprendió.
lo único que pude hacer con tu cuerpo fue colocarte
de vigilante de la playa en el mar muerto.

Me consumía a mí mismo en mi condición
de hombre menguante,
estaba enamorado de una loca, loca, loca
que se cayó de un mercante.


Canción de "Ofú, l'amour fou! de Dabólico

16 julio 2005

No te mires en el río

Al padre de Luisi y la Juli le dijeron:
"Esto es lo bueno, firma, síguenos".
Y salió.

A los Adorna, los cuñados
de Juan Narváez, y luego a Juan Narváez:
"¿pero es que no os dais cuanta?¿ Cómo vais a quedaros aquí
quietos?"Ni hemos de consentíroslo".
Salieron.
Rueda el dentista andaba en convicciones,
"hay qye darle la vuelta a todo y, con un cántaro de suerte, esto
llegará a ser lo que tiene que ser, lo que de verdad es".
Una noche llamaron a su puerta.
Temblaba abajo un viejo taxi con el motor en marcha y alguna cara conocida.

Rueda se vistió un tanto inquieto.
Salió.

Entre carreras, empujones, cables
cortados, himnos ensoberbecidos,
presurosas insignias y trompetas, torvos detentes, correajes,
Luis Ramírez salió.
Juan de la Cruz salió,
Roque de Péñola salió
Tito el Troni salió (y él esperaba
correr otra aventura buena, divertirse),
Lucas Román salió.
Y otros salieron más despacio con pliegos, mandos, mapas, instrucciones.

Cómo se los lleva el río
del olvido.

Fernando Quiñones de "Las crónicas del 40"

13 julio 2005

El donante feliz



Donar órganos es regalar vida, pero recibirlos cuando no son necesarios es una extraña y terrible forma de lujo. Soy donador de órganos profesional, alguien que dedica sus esfuerzos a obsequiar vida, cuando los demás realmente la necesitan, a cambio de un digno salario. El altruismo en esta profesión, como saben, queda para compañeros que trabajan después de la muerte.
Preveo una jubilación cercana tras veinticinco años cumpliendo con mi deber. El sector pasa por malos momentos ya que los autónomos de países pobres ofrecen sus órganos en donación a bajo coste. Las mafias controlan los mercados y los trabajadores humildes y honrados como yo sufrimos las consecuencias. Así que, gracias a algún dinero ahorrado en los tiempos dorados de los trasplantes, podré vivir cómodamente, sin muchos lujos, y esperar a la muerte retirado de la vida activa.
Mi último trabajo, gracias a la larga experiencia y a importantes y conocidos doctores, ha sido muy bien pagado. En un desgraciado accidente, el Presidente de la república perdió el dedo índice. Requerido para la mutilada falange del importante mandatario, mi dedo pertenece a la clase política y con seguridad será el responsable de muchas decisiones y cargos del gobierno. Ahora sólo me quedan tres, con los que tecleo estas líneas a modo de pequeña autobiografía.
Gracias a mis órganos un gran número de personas (y sus familias) han sobrevivido a enfermedades terminales. Otras han recuperado latidos sanos, orina, respiración fluida y visión. Nunca mi historial profesional ha sido manchado por un rechazo o una muerte postrasplante -algo que garantizo en los contratos y cuido constantemente. He visitado a todos lo que han adoptado un órgano mío. Recuerdo cómo se emocionó al recibirme la señora de aquel desgraciado señor al que se le trasplantó mi sexo o la señorita que recibió la piel necesaria para la reconstrucción de su rostro (años después participó en concursos de belleza, incluso). Parece que fue ayer cuando me extirparon el pulmón derecho -mi primer sueldo- para una baronesa alemana cuando aún no se conocían cuentas de ahorro para costear operaciones en los Estado Unidos ni de alocados traslados de neveras de plástico en ambulancias y helicópteros.
En mi vida dedicada a este oficio, la única decepción se produjo cuando se intentó organizar un sindicato de donadores de órganos. El proyecto de más entidad era lograr la coordinación de todos los trasplantes para realizar un reparto justo de los órganos disponibles. Pienso que todos los enfermos deben ser tratados con igualdad. Además, como alguien escribió, cuando estamos enfermos es cuando somos mejores ya que no apetecen honores, el dinero despreocupa y los amores no esclavizan. Lo poco que se tiene se estima suficiente en la idea de que va a dejar todo.
El proyecto sindical apenas vivió unos meses. La mayoría de los afiliados -ese amplio sector altruista de trabajadores- no asistían a las asambleas. Quizá algún despistado que buscaba el forense para la autopsia presenciaba los debates. Los familiares se negaban a pagar las cuotas alegando el alto precio de los entierros. Los problemas burocráticos a la hora de elegir la dirección del sindicato fueron minando el poder sindical del oficio hasta que se abandonó el proyecto.
A mí me restan, como ya he dicho, pocos años en la brecha. Quizá pueda culminar mi trayectoria con los tres dedos que quedan. Pero el tiempo no perdona y la vejez se aproxima como un invierno aburrido y largo. Los afortunados que reciban mis últimos órganos sabrán agradecerme el trabajo que con tanto rigor y entusiasmo he ejercido desde que tenía trece años.
La tarde cae y un fuerte viento del norte enfría la casa. Creo que voy a abrigarme. Un paseo me relajará. Llamo a mi mujer para que me vista con el guante de piel de tres dedos.­

11 julio 2005

SENTIDOS

Aún podemos hacer danzar sobre los despojos
del mundo los sentidos,
crecer más que esta hiedra negra
que de la tumba emerge,
esta hiedra negra que se enrosca,
aún nuestra vida/ nuestra breve luz
al mismo lado de la reja,
Y no dejaremos ningún rastro,
ningún afiche de nube, esquirla
o fetiche celeste. Sólo quedarán
nuestras cenizas espolvoreadas
en los corazones de quienes nos oyeron
en las manos en las que nos latieron
en los pies que nos caminaron,
y en los ojos que respiraron
junto a los nuestros.
Nuestras huellas
serán húmedas en los cauces secos,
escarcha en las ajados pétalos,
nuestras huellas.
Aun podemos hacer danzar
sobre la corteza muerta del mundo
nuestros sentidos.

09 julio 2005

LUZ DEL ORIENTE

Diz que yo, Almás ibn Chúder al-Samani, la vejez he dado en sentarme a escribir los recuerdos de mi vida.
Jamás he conocido a nadie que fuera capaz de explicarme por qué recuerdan los hombres. Por qué los años, que se llevan el vigor y sus fuerzas, no les conceden a cambio el clemente galardón del olvido. Por qué no barren esos hilos con los que trenzamos los velos que a veces calientan nuestro corazones, pero que siempre acaba por ahogarlos.
He aquí que yo he decidido arrancar los que cubren el mío y destejerlos y extenderlos ante mí y reconocerlos igual que si explorase un monte cubierto de piedras bajo las que se oclutan víboras y joyas. Sabiendo que, a menudo, el áspid y el rubí se esconden bajo la misma laja terrible para buscar cada uno en el otro el calor que a ambos les falta. Pues juntos viven el espanto y la maravilla. La muerte y la dicha hacen buenas migas, la droga fatal prefiere los dulces más gustosos y el puñal es más agudo en las noches de total felicidad. Así es; así lo he visto siempre.
Ante mí han muerto califas y derviches. He compartido la gloria de Seyf al-Dawla y el gran Abd al-Rahman ibn Muhammad. He sido testigo de hechos desgraciados y feroces, así como de grandes maravillas y de sucesos inexplicables. He vivido días de sangre y noches del más dulce de los amores. Conozco el filo del alfanje y la caricia de la mujer dichosa.
Y ahora, en las mañanas claras, puedo ver desde mi retiro el polvo que levantan los ejércitos en el horizonte y escuchar los agudos lelilíes con que se enfrentan entre síi mis hermanos mientras pienso que los tiempos de honor y de la grandeza han concluido para los creyentes.
La impiedad, la estupidez y la codicia reúnen más partidarios que la nobleza y la fidelidad. Las viejas banderas victoriosas yacen cubiertas de polvo en oscuros algorines y los ojos de los hombres se hallan tan cerrados que si el mismo Profeta regresara al mundo no encontraría un puñado de fieles que le siguiese. Son tiempos de traición y de perfidia, buenos solamente para eunucos y los embusteros. Nuestro príncipes son bellacos; nuestros cadíes, venales; los mercaderes, tramposos, y los capitanes, crueles y cobardes. El corazón de los hombres se ha arrugado como una fruta pasa y se ignoran las virtudes que hicieron de nuestro pueblo el más grande que jamás vieran los siglos.
Yo soy ya demasiado viejo para empuñar la lanza y bajar al llano. Pero tal vez la historia de cómo me hice caballero sirva para que el pecho de algún joven se dilate leyéndola y, tomando algún noble estandarte, muestre a sus hermanos la vieja senda del valor y de la gloria.


Esto es de Alberto Porlan, de su novela "Luz del Oriente" Mondadori 1991


08 julio 2005

Perdida y recuperación del pelo

Para luchar contra el pragmatismo y la horrible tendencia a la consecución de fines útiles, mi primo el mayor propugna el procedimiento de sacarse un buen pelo de la cabeza, hacerle un nudo en el medio y dejarlo caer suavemente por el agujero del lavabo. Si este pelo se engancha en la rejilla que suele cundir en dichos agujeros, bastará abrir un poco la canilla para que se pierda de vista.
Sin malgastar un instante, hay que iniciar la tarea de recuperación del pelo. La primera operación se reduce a desmontar el sifón del lavabo para ver si el pelo se ha enganchado en alguna de las rugosidades del caño. Si no se lo encuentra, hay que poner en descubierto el tramo de caño que va del sifón a la cañería de desagüe principal. Es seguro que en esta parte aparecerán muchos pelos, y habrá que contar con la ayuda del resto de la familia para examinarlos uno a uno en busca del nudo. Si no aparece, se planteará el interesante problema de romper la cañería hasta la planta baja, pero esto significa un esfuerzo mayor, pues durante ocho o diez años habrá que trabajar en algún ministerio o casa de comercio para reunir el dinero que permita comprar los cuatro departamentos situados debajo del de mi primo el mayor, todo ello con la desventaja extraordinaria de que mientras se trabaja durante esos ocho o diez años no se podrá evitar la penosa sensación de que el pelo ya no está en la cañería y que sólo por una remota casualidad permanece enganchado en alguna saliente herrumbrada del caño.
Llegará el día en que podamos romper los caños de todos los departamentos, y durante meses viviremos rodeados de palanganas y otros recipientes llenos de pelos mojados, así como de asistentes y mendigos a los que pagaremos generosamente para que busquen, separen, clasifiquen y nos traigan los pelos posibles a fin de alcanzar la deseada certidumbre. Si el pelo no aparece, entraremos en una etapa mucho más vaga y complicada, porque el tramo siguiente nos lleva a las cloacas mayores de la ciudad. Luego de comprar un traje especial, aprenderemos a deslizarnos por las alcantarillas a altas horas de la noche, armados de una linterna poderosa y una máscara de oxígeno, y exploraremos las galerías menores y mayores, ayudados si es posible por individuos del hampa, con quienes habremos trabado relación y a los que tendremos que dar gran parte del dinero que de día ganamos en un ministerio o una casa de comercio. Con mucha frecuencia tendremos la impresión de haber llegado al término de la tarea, porque encontraremos pelo (o nos traerán) pelos semejantes al que buscamos; pero como no se sabe de ningún caso en que un pelo tenga un nudo en el medio sin intervención de mano humana, acabaremos casi siempre por comprobar que el nudo en cuestión es un simple engrosamiento del calibre del pelo (aunque tampoco sabemos de ningún caso parecido) o un depósito de algún silicato u óxido cualquiera producido por una larga permanencia en una superficie húmeda. Es probable que avancemos así por diversos tramos de cañerías menores y mayores, hasta llegar a ese sitio donde ya nadie se decidirá a penetrar: el caño maestro enfilado en dirección al río, la reunión torrentosa de los detritos en la que ningún dinero, ninguna barca, ningún soborno nos permitirán continuar la búsqueda. Pero antes de eso, y quizá mucho antes, por ejemplo a pocos centímetros de la boca del lavabo, a la altura del departamento del segundo piso, o en la primera cañería subterránea, puede suceder que encontremos el pelo. Basta pensar en la alegría que eso nos producirá, en el asombrado cálculo de los esfuerzos ahorrados por pura buena suerte, para escoger, para exigir prácticamente una tarea semejante, que todo maestro consciente debería aconsejar a sus alumnos desde la más tierna infancia, en vez de secarles el alma con la regla de tres compuesta o las tristezas de Cancha Rayada.


Historias de cronopios y famas

07 julio 2005

De regreso

Bueno, ya estamos de regreso. Semanas duras estas. Pero me quedo como estoy. El cuerpo de maestros se queda sin uno azotado por beldades lisergicas y conquistado por la molécula venenosa. Lo siento Miguel Angel y borrikillos. No pude aparecer. Tenía que aplicarme en apuntes y programaciones didácticas. Ya nos veremos más y mejor.
Aquí sigo. Os dejo dos apuntos de Ret Marut/Bruno Traven.


-Te importa tanto como los excrementos de un perro el que yo me chupe los dedos o coma por la nariz. De cualquier modo, yo no me hurgo una muela cariada como una rata que chilla.
A esto, Dobbs replicó:
-¿Es que las ratas de Sing-Sing tienen muelas cariadas? Sing-Sing, para los que no lo sepan, es la residencia de todos los neoyorkinos que han sido atrapados. Los demás tienen sus oficinas en Wall Street.
(...)


El oro que una mujer hermosa y elegante lleva en el dedo, o que un rey lleva en su corona, ha conocido extrañas compañías y se ha bañado en sangre tantas veces como agua y jabón. Un ramillete de flores, una guirnalda de hojas de árbol, tiene orígenes más nobles, y, si bien el oro es más duradero, esa ventaja es meramente relativa.


De "El tesoro de sierra madre"