en un callejero secreto de orines y cubatas.
Para dormir la mona estamos
en cualquier zaguán como entrada
al sueño sin privarnos de la baba
y la inconsciencia.
Podría dormir durante mil años.
Pensando en los paraísos artificiales,
pacotilla de la felicidad adquirida,
olvidé el curso de natación de las desgracias.
Tras este viaje al fin de la noche
no todo el mundo adora el sol.
Habrá más noche y más niebla
donde sublevar al cuerpo
contra la dureza de estos tiempos.
Algún día, la serpiente trazada de mi rastro
morderá el corazón de la noche.