V. - David, en tu poesía hay siempre un cuidado estético y formal del texto, una carga ideológica visible, dominante, una defensa del saber que es mezcla de erudición histórica y de campechanía y unos contextos a modo de epígrafe que nos sugieren una mirada sobre el poema en línea con lo no estrictamente poético. Con Holan se podría decir que lo que solamente es poético mata a la poesía. Pero centrando el asunto de la escritura, desde tu experiencia personal: ¿qué consideras como requisito mínimo en la creación de una poética, de una línea de escritura en camino, que se pueda identificar con tu vida, con tu pensamiento, con tu estilo de comunicación?
Quizá esa es la mejor aproximación a la voz que intento balbucear –que sé que es múltiple por lo heterodoxo (entendido en categorización íntima de trastornao). Referencialidad pop, referencialidad histórica, jerga, sociología, anticapitalismo, ironía humorística, samplers poéticos, parodia, Cádiz (con todo lo que significa esa palabra), lírica hiphopera (sin ser muy fan real) conforman una poética dispar, aglutinadora y del hipervínculo que intenta no hacer estéril un libro de poemas, que abra puertas a otros libros.
Y luego decir que no. Resistirse al biopoder, al espectáculo, al consumo, al derroche, a los tiempos muertos en los supermercados. Y vivir –vivir, leer, amar, tocar- con lo suficiente.
V. - ¿Qué crees que aporta tu último libro, "las cenizas de Salvoechea" a las expectativas de lectores ávidos de "poesía y realidad" en el conflicto político y cultural de este periodo de transición (años 2001-2008) ahora que la poesía de la experiencia y la nueva sentimentalidad están agotadas y hasta abandonas por sus primigenios abanderados y que se busca renovar el discurso poético pero con muchos miedos a salir de las prácticas convencionales y protegidas por el poder de la industria educativo-doctrinaria?
D. - La publicación de “Las cenizas” cierra un círculo que comenzó en 2001 con el asesinato en las calles de Génova de Carlo Guiliani y que termina estos días con la muerte de Alexandros Grigorópoulos por un disparo policial en Grecia. Durante ese ciclo, los textos han sido recitados, antologados, publicados en revistas, han sido cortapegados en bitácoras amigas, es decir eran comunicación viva, puro fuego de palabra que ahora se han convertido en cenizas en el papel. La referencia a que esas cenizas son de Salvochea juegan con la trascendencia y poder simbólico del personaje histórico, un auténtico santo laico del anarquismo andaluz del siglo XIX que fue alcalde (y presidente de su cantón independiente) de una combativa ciudad que hoy día se prepara para los fastos de la celebración de un bicentenario de la constitución de 1812 con campos de golf, cruceros y turistas.
En el libro se aclaran que las líneas poéticas son el consumo, la guerra, la explotación, la precariedad, y la esperanza y resistencia ante todos ellos. Quizá es un intento de romper con el neoliberalismo existencial del día a día. Intenta ser una llamita más en ese conjunto de voces de fuego que se escuchan y arden por los márgenes y por la geografía del estado.
El affaire García Montero-Fortes en este período, como dices, conflictivo, ha puesto en su sitio a la Nueva sentimentalidad o a parte de su más excelsa representación. Alguien que elige la tribuna pública de un periódico -que llama a los golpistas venezolanos “opositores” y demás líneas editoriales conniventes con el mal y el poder-, para resolver una reyerta universitaria dice mucho del insigne poeta. No voy a descubrir aquí quién es quién, ni tampoco voy a defender a ultranza a las rigurosísimas teorías de Fortes. Lo que me parece inquietante es la facilidad con que la cuestión se zanja públicamente en un juego de malos y buenos, de ángeles y demonios; un juego tramposo ya que la repercusión “poética” del tema y esos titulares que decían: “García Montero sale en defensa de Lorca y Ayala” son brutalmente falsos. De una intachable desfachatez. (Por cierto, unos honorables poetas de Tarragona inventaron “La nueva sementalidad”. Pero eso es otra historia).
-¿Tiene usted experiencia?
Como las respuestas a la pregunta siempre eran negativas por mi parte, nada que decir que no hayan dicho ya Alicia bajo cero con tanta exactitud y valentía.
V. - ¿Quienes son en estos últimos tiempos para tí los poetas cuya obra sea referencial a tu modo de leer el mundo, de leer entre líneas (intelligere) y qué destacarías de sus apuestas para anteponerlas a los escritores hegemónicos que desde el canon dominante y con las estructuras de la cultura masiva invaden por editoriales, premios y simposiums el panorama español?
D. - La aparición de “El amor, la ira” (Ediciones del 4 de agosto, 2007) de Enrique Falcón supuso un acontecimiento íntimo que contaminó todo lo que hacía en ese momento. Ahora debería, como se espera, dar una lista de autores y autoras, y que no se me enfade nadie. No, es broma. Obra referencial: Enrique Falcón y todos los compañeros del “Once poetas críticos”, Santiago Alba Rico no es poeta, pero como si lo fuese, Alberto Porlan (hay que prestar atención a su maravilloso próximo libro). John Berger me parece la voz imprescindible desde hace mucho (sí, está mayor pero necesitamos a más Bergers), Roque Dalton, Luis Rogelio Nogueras, Carlos Edmundo de Ory, Jorge Riechmann, Mª Ángeles Maeso, Agustín García Calvo, Alexis Díaz-Pimienta, Isabel Escudero, Daniel Bellón, Miriam Reyes, Enrique Cabezón, Antonio Méndez Rubio, Otto René Castillo, y un largo etcétera.
Y, sinceramente, mis compañeros y compañeras de la Palabra Itinerante (Carmen Camacho, David Eloy Rodríguez, José María Gómez Valero, Luis Melgarejo, Agenbite of Inwit, Miguel Ángel García Argüez, Manuel Fernando Macías, Pedro del Pozo, Juan Antonio Bermúdez, Manuel Ortega, Iván Mariscal) siempre ahí, imprescindibles, compartiendo, viviendo, acompañándome.
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