20 mayo 2009

Mil perros dormidos


Cuando mandas una carta, no creas que las cosas son tan fáciles. Un hombre las recoge del buzón, se las lleva a su casa y las reescribe a su antojo. Eso sí, imita bien tu letra, tu estilo y suele escribir más o menos lo que habías escrito tú. Si no lo hiciera así lo despedirían.


El hombre que vestía corbata y chaqueta entró en el edificio. Saludó a la mujer que perdía la vida sentada en recepción y cogió uno de los ascensores. Llegó a la planta veinticuatro, abrió con una llave una de las puertas del pasillo y allí encontró un despacho lleno de arena. La mesa apenas se podía ver. La suna había entrado por la ventana durante la noche. El hombre aquel consigió cerrar la puerta y esconderse en la tierra, donde vivió el último minuto que le quedaba de vida.

Romper las reglas-decía el director a sus alumnos en el salón de actos- romper las reglas -volvió a repetir, pronunciando muy lentamente las palabras y mirando con severidad- romper las reglas- y aquí hasta el profesor de matemáticas pensó que su discurso no conseguía despegar- romper las reglas -y uno de los niños comenzó a reírse y a contagiar a los que estaban cerca- romper las reglas -y el auditorio comenzó a cuchuchear y a reír- romper las reglas -y todos los allí presentes rompieron en carcajadas, mientras el director penetraba con los ojos el aire- romper las reglas -y las risas se apagaban y se encendían y un pájaro que había llegado a una de las ventanas salió volando de nuevo hacia el cielo- romper las reglas -y el profesor de matemáticas se acercó al estrado y posó su mano sobre el brazo del director, que se giró y lo miró con ojos inquisidores, como diciendo "qué hace".

Los cantantes salieron a escena y fueron acribillados a balazos por los doscientos mil fans. Bueno, que ellos creían que eran fans.

Me dio un mapa redondo, lo abrí y descubrí que era del mundo, un mapa 1:200, así que tardé doscientos ventiséis días en abrirlo y ochjo en dar con lo que buscaba. Por fortuna me prestaron un moto, pero rajé el mapa por Groenlandia debido a un pequeño trompo que quise hacer -más por alegría que por macarra- cuando una chica rosa se subió al desplegable por Alaska y me preguntó quién era yo.

El fiscal miró a los gemelos Chema y Paco, y señaló a uno de ellos con el dedo. Permaneció así un momento, hasta que se cansó de que nadie se riera. Después sacó una caja de metal donde estaba escrita la palabra "Jefferson". Le pidió al gemelo que había señalado con gravedad que soplara la caja y éste obedeció mientras su hermano lo miraba con un extraño gesto nervioso. El fiscal destapó la caja metálica con dos dedos finos y alargados y dejó salir el humo en volutas lentas que le dieron a la escena carácter elegíaco. La sala aplaudió con fervor y el fiscal tocó el violín, pero sin violín.

Mil perros dormidos, de Antonio Pomet, DVD ediciones.

2 comentarios:

la luisa dijo...

qué bueno que cazaste, david, al amigo pomet. la otra tarde estuve con él y con otro amigo común aquí en la casa. Tajándonos, la verdad. Está de enhorabuena desde hace unos meses porque al fin ha conseguido colocar su último libro de relatos, Devoradores. Ya os lo pasaré. Y a ver si hay ocasión de que sus conozcais todos. En fin, que me voy a planchar orejas. Elaín y besos sirocaos, l.

DFM dijo...

La he pasao bien leyendolá. y creo que nos vimos la ultima noche que estuvimos en la casa de usted mientras el colega tuyo escalador y kanijo jugaba al cochecito en la play o algo así. Me parece que allí taba el antonio comiendo pizzas con nosotras. Besos, guapetón.