¿Debe comer el buitre nomeolvides?
¿Qué exigís al chacal,
que se haga desollar por el lobo? ¿Debe
sacarse él mismo los dientes como ilusiones?
¿Qué es lo que os gusta
de los comisarios políticos y de los papas?
¿Qué miráis como si fuérais tontos
en la embustera pantalla?
¿Quién cose pues al general
la cinta de sangre de su pantalón?¿Quién
parte el pollo ante el usurero?
¿Quién cuelga orgulloso la cruz de latón
ante el ombligo que ladra? ¿Quién toma
la propina, el denario
el céntimo de silencio? Hay
muchos robados, pocos ladrones; ¿pues quién
los aplaude a ellos, quién
jadea tras la mentira?
Mirad en el espejo: cobardes,
temiendo el esfuerzo de la verdad,
con repugnacia de aprender, el pensamiento
entregado a los lobos,
la argolla en la nariz, vuestro adorno más querido,
ningún engaño demasiado tonto, ningún consuelo
demasiado barato, cada chantaje
es para vosotros aún demasiado suave.
Corderos, hermanitas son,
comparados con vosotros, las cornejas:
os cegáis unos a otros.
Fraternidad reina
entre los lobos:
ellos van en manada.
Alabados sean los ladrones: vosotros
invitando a la violación,
os arrojáis en la cama fétida
de la obediencia. lloriqueando aún
mentís. Desmenbrados
queréis ser. Vosotros
no cambiáis el mundo.
de Defensa de los lobos, de Hans Magnus Enzensberger, La poesía Señor Hidalgo.
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