El autor publica con Paréntesis 'Carne de gato', un acercamiento a la realidad de la juventud gaditana. "Cádiz no es hoy cuna de ninguna libertad -afirma-. Ese es otro tópico, y especialmente dañino"
Pilar Vera/cádiz | Actualizado 17.10.2010 - 05:00
Si alguien tuviera que escribir un Cuarteto de Alejandría gaditano, lejos de lo pretencioso y cercano a la realidad, habría pocas opciones mejores que la de Miguel Ángel García Argüez (La Línea, 1969). Poeta, novelista, letrista de Carnaval y profesor de dilatada experiencia en talleres de escritura creativa, Argüez ha desarrollado voz y mirada privilegiadas a la hora de medir y explicar qué se ve en la radiografía del Cádiz actual, qué hay de sus males pasados, qué debería prevenir y, sobre todo, cómo y hacia dónde respiran sus habitantes.
-Es bastante acertada la descripción de esta novela como "descarnada postal costumbrista". Como dirían los de Gomaespuma, cuando Dios aprieta, ahoga pero bien...
-Sí, y de eso sabe mucho la juventud gaditana, sin futuro y casi sin presente. Cuando me preguntan de qué va Carne de gato siempre digo: de cómo ser veinteañero y sobrevivir en el Cádiz de la era Teófila (risas). Yo no soy veinteañero, claro, pero esa generación y sus descorazonadoras circunstancias me parecen una buena metáfora de la ciudad toda. La novela, de todas formas, es en realidad un enorme canto de amor a esta ciudad.
-Sin embargo, no es una historia que mueva a la desesperanza...
-Me alegro que te lo parezca. El final, ciertamente, es impreciso y abierto, no sabemos qué va a pasar a partir mañana con estos personajes, pero hay algo difuso, borroso, allá al fondo de la novela que trata de mostrar luz y esperanza. O al menos así intenté que fuese.
-Hace un retrato de una ciudad desesperada y por momentos surrealista. Hay una descripción que me gusta especialmente y que termina en esta frase: "Por todas las esquinas huele intensamente a bahía, a puchero y a desesperanza". ¿Diría que tiene Cádiz la sonrisa forzada?
-Bueno, el siempre tan ponderado humor especial de las gentes de Cádiz es muy reconocible y, aunque tópico, es bastante cierto. Sin embargo no sé si eso hace bien o mal a la salud colectiva de esta ciudad, sobre todo sólo se limita a chistes ingeniosos o folklóricos golpes de pecho. No conozco otro pueblo que entone tan divertidos y estremecedores cantos de rebeldía al mismo tiempo que se arrodilla y traga de forma tan pasiva. Es algo realmente desolador y enternecedor a la vez. Yo aún no llego a descubrir si esta ciudad es simplona o sabia. En realidad, eso forma parte de su belleza y su misterio.
-Hambre, sueño, frío y miedo. Resortes que mueven a los animales y a los protagonistas, explica, de este libro. Conforman -hambre, sueño, frío y miedo- la lista de necesidades homeostáticas, básicas. Sólo cuando nos libramos de ellas, dicen los estudiosos del comportamiento, es cuando podemos empezar a actuar en libertad.¿Qué tal nos ve de libre albedrío en la cuna de las libertades?
-Cádiz hoy por hoy no es cuna de ninguna libertad. Ese es otro tópico, y especialmente dañino. Libertad, a lo sumo, para cantar y poco más. ¡Pero si aquí la gente ni siquiera es libre para decidir si puede vivir en su ciudad o debe marcharse fuera! ¿Pero de qué clase de libertad estamos hablando?
-Tal vez alguien podría encontrar exageradas o marginales algunas de las realidades que plantea en el libro. Pero en realidad no están lejos. O, al menos, esas realidades están más cerca de cualquiera de nosotros que el cartón piedra de diseño al que creemos pertenecer.
-Exagerada, no. Y marginal, pues depende desde donde te posiciones. Como en todos sitios, existen muchas realidades en Cádiz: desde la que ven y creen habitar quienes diseñan la imagen relamida y falsa que genera la propaganda institucional hasta la de los jubilados con la cocina apuntalada o los jóvenes que tienen que emigrar. La que retrata Carne de gato es otra de ellas, marginal o no, no sé, pero desde luego no exagerada. Es purita vida.
-Sus personajes son, como somos todos, "seres heridos y llenos de deseos" que se encuentran. Y luego resulta que a veces, a fuerza de que querer encontrarnos, lo que hacemos es colisionar.
-Lo has explicado mejor que yo. Gran verdad, aunque es cierto que también a fuerza de colisiones nos vamos encontrando, y conociendo, y amando.
-Iba a decirle que para cuándo un acercamiento cómico... pero la verdad es que esta fotografía roza también la comedia...
-Sí que tiene, en mitad de la amargura, destellos, si no cómicos, sí al menos chistosos. Aunque para acercarse de forma cómica, y a la vez épica, a la realidad gaditana eso ya lo hacen sus propios ciudadanos cada Carnaval. Y creo que mejor que de esa manera, no se puede hacer.
Pilar Vera/cádiz | Actualizado 17.10.2010 - 05:00
Si alguien tuviera que escribir un Cuarteto de Alejandría gaditano, lejos de lo pretencioso y cercano a la realidad, habría pocas opciones mejores que la de Miguel Ángel García Argüez (La Línea, 1969). Poeta, novelista, letrista de Carnaval y profesor de dilatada experiencia en talleres de escritura creativa, Argüez ha desarrollado voz y mirada privilegiadas a la hora de medir y explicar qué se ve en la radiografía del Cádiz actual, qué hay de sus males pasados, qué debería prevenir y, sobre todo, cómo y hacia dónde respiran sus habitantes.
-Es bastante acertada la descripción de esta novela como "descarnada postal costumbrista". Como dirían los de Gomaespuma, cuando Dios aprieta, ahoga pero bien...
-Sí, y de eso sabe mucho la juventud gaditana, sin futuro y casi sin presente. Cuando me preguntan de qué va Carne de gato siempre digo: de cómo ser veinteañero y sobrevivir en el Cádiz de la era Teófila (risas). Yo no soy veinteañero, claro, pero esa generación y sus descorazonadoras circunstancias me parecen una buena metáfora de la ciudad toda. La novela, de todas formas, es en realidad un enorme canto de amor a esta ciudad.
-Sin embargo, no es una historia que mueva a la desesperanza...
-Me alegro que te lo parezca. El final, ciertamente, es impreciso y abierto, no sabemos qué va a pasar a partir mañana con estos personajes, pero hay algo difuso, borroso, allá al fondo de la novela que trata de mostrar luz y esperanza. O al menos así intenté que fuese.
-Hace un retrato de una ciudad desesperada y por momentos surrealista. Hay una descripción que me gusta especialmente y que termina en esta frase: "Por todas las esquinas huele intensamente a bahía, a puchero y a desesperanza". ¿Diría que tiene Cádiz la sonrisa forzada?
-Bueno, el siempre tan ponderado humor especial de las gentes de Cádiz es muy reconocible y, aunque tópico, es bastante cierto. Sin embargo no sé si eso hace bien o mal a la salud colectiva de esta ciudad, sobre todo sólo se limita a chistes ingeniosos o folklóricos golpes de pecho. No conozco otro pueblo que entone tan divertidos y estremecedores cantos de rebeldía al mismo tiempo que se arrodilla y traga de forma tan pasiva. Es algo realmente desolador y enternecedor a la vez. Yo aún no llego a descubrir si esta ciudad es simplona o sabia. En realidad, eso forma parte de su belleza y su misterio.
-Hambre, sueño, frío y miedo. Resortes que mueven a los animales y a los protagonistas, explica, de este libro. Conforman -hambre, sueño, frío y miedo- la lista de necesidades homeostáticas, básicas. Sólo cuando nos libramos de ellas, dicen los estudiosos del comportamiento, es cuando podemos empezar a actuar en libertad.¿Qué tal nos ve de libre albedrío en la cuna de las libertades?
-Cádiz hoy por hoy no es cuna de ninguna libertad. Ese es otro tópico, y especialmente dañino. Libertad, a lo sumo, para cantar y poco más. ¡Pero si aquí la gente ni siquiera es libre para decidir si puede vivir en su ciudad o debe marcharse fuera! ¿Pero de qué clase de libertad estamos hablando?
-Tal vez alguien podría encontrar exageradas o marginales algunas de las realidades que plantea en el libro. Pero en realidad no están lejos. O, al menos, esas realidades están más cerca de cualquiera de nosotros que el cartón piedra de diseño al que creemos pertenecer.
-Exagerada, no. Y marginal, pues depende desde donde te posiciones. Como en todos sitios, existen muchas realidades en Cádiz: desde la que ven y creen habitar quienes diseñan la imagen relamida y falsa que genera la propaganda institucional hasta la de los jubilados con la cocina apuntalada o los jóvenes que tienen que emigrar. La que retrata Carne de gato es otra de ellas, marginal o no, no sé, pero desde luego no exagerada. Es purita vida.
-Sus personajes son, como somos todos, "seres heridos y llenos de deseos" que se encuentran. Y luego resulta que a veces, a fuerza de que querer encontrarnos, lo que hacemos es colisionar.
-Lo has explicado mejor que yo. Gran verdad, aunque es cierto que también a fuerza de colisiones nos vamos encontrando, y conociendo, y amando.
-Iba a decirle que para cuándo un acercamiento cómico... pero la verdad es que esta fotografía roza también la comedia...
-Sí que tiene, en mitad de la amargura, destellos, si no cómicos, sí al menos chistosos. Aunque para acercarse de forma cómica, y a la vez épica, a la realidad gaditana eso ya lo hacen sus propios ciudadanos cada Carnaval. Y creo que mejor que de esa manera, no se puede hacer.
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