Publicado originalmente en El tercer puente.
David Monthiel
Hay
una escena en La huelga de Sergei
Eisenstein en la que la patronal, mediante su brazo armado, acude al lumpen, a
los golfos, para romper la huelga y
provocar sabotajes. La artimaña se resuelve con un violento incendio de una
destilería, el agua de los bomberos cayendo sobre los huelguistas y la
detención de los cabecillas.
Como
si fuera el turno de "la farsa" del viejo adagio de la repetición de
la historia, entran en escena —la política gaditana, la aprobación de los
presupuestos— los golfos y los críticos.
Para
que usted los reconozca, señora, los golfos
son los que veneran, aplauden y convierten en incomprendidos héroes al lumpen que
le canta las cuarenta al alcalde de Cádiz en los plenos. La farsa: la provocación
consiste en intentar golpear simbólicamente con la música y las letras que el
alcalde mismo defendió. Los golfos,
señora, aseguran que "todos los políticos son lo mismo", quejándose
de que "no miran por nosotros". Desde mi punto de vista, este lumpen
no representa a ninguna comunidad política. Solo al vacío ético, a la
desposesión que se ha llenado de tele, consumo y desmemoria. Están dispuestos a
todo. Ahora tienen voz. ¿Qué voz? La del poder. Amplificada, puesta a todo
volumen.
Los
críticos son aquellos que hablan de "populismo sureño" y de
"igualitarismo envidioso". Son
los que recurren a los miedos populares del extremismo de la Confluencia y
susurran a las viejecitas "Venezuela" cuando pasan por su lado. Si la
dinámica de la provocación sigue por la vía de la performance, pronto los críticos empezarán a llamar a los golfos "oposición". En cuanto
saboteen un acto del alcalde o rastreen un agravio ante las demandas de los golfos. Se les dará cancha en las páginas
impares. El vídeo de la performance
se hará viral impulsado por esa criticidad amparada en la "libertad de
expresión". Como se calificó —y se premió— a golpistas antidemocráticos.
Como los talibán fueron "freedom figthters". Y tantos etcéteras. Sí, señora,
esos mismos medios en los que al lumpen siempre les toca el papel de chavs en truculentas noticias. Ya no les
tocará ser un tópico del que reírse, burlarse. Habrá una tregua. No se les
analizará como entomólogos. Se acabará el Lombrossismo de la noticia de
sucesos.
Los
críticos, más cultos, sibilinos y a sueldo, también usan el viejo recurso de
las opiniones tratadas como noticias para la desestabilización. Un poné. La noticia de opinión firmada sobre
la carta del alcalde es un ejemplo claro de este criticismo barato, sin
ataduras, derrotista a la máxima potencia. Crítica de alguien que escribe en un
grupo mediático que intenta, desde su posición de poder, perturbar a un
gobierno legítimo. Como en Venezuela. Lindezas como esta pasan por noticia:
Para demostrar su contrariedad severa con
la actuación de los grupos de oposición el primer edil no eligió lo que hubiera
sido una reacción al uso, al buen uso democrático. Antes que comparecer en una
rueda de prensa, por ejemplo, y someterse a las preguntas y petición de
aclaraciones de los representantes de los medios (también de los denostados por
su formación) el alcalde eligió una vieja fórmula. Una fórmula similar a la del
comunicado sin preguntas y las comparecencias televisadas en plasma de su enemigo
Rajoy, y a las encendidas alocuciones de 'Aló presidente' de su más
admirado Hugo Chávez.
Lo
más interesante del caso es que, en la entradilla de la noticia (y acompañada
de una foto del alcalde con las manos juntas, como si rezara), el periodista describe
la misiva como "mesiánica". Como si el alcalde hubiera perdido la
chaveta, le hubiera dao un siroco,
tuviera una corgaera transitoria o
fuera un iluminado que no está normá.
Magistral,
la farsa.
No
sabe el periodista, o escamotea, que el meshíakh
es el consagrado, ya que se ungía la cabeza con aceite (meshakh). Desde una lectura
política (porque ya dijo otro mesías que "la crítica de la teología es la
crítica de la política"), esto significaba la exclusión del mesías de las
funciones cotidianas para consagrarse al servicio del pueblo. El Mesías es
entonces el ser humano que ejerce un liderazgo comunitario por medio de una
acción "peligrosa" en nombre del pueblo "oprimido" (como la
viuda, el huérfano, el pobre, el extranjero del Código de Hammurabi). Su misión
es dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo y
cumplir con otras necesidades humanas fundamentales, relacionadas con la vida,
y por ello dicha vida es el contenido de su mandato.
El fundador (como lo llamaba Horkheimer)
del cristianismo acabó como acabó. En la silla eléctrica de aquel tiempo, como
bien vio Bill Hicks. De mesías pasó a salir en Semana Santa. Actor en la representación
mítica de aquellos que son esclavos, porque matan a los justos por las mismas
razones que honran a los héroes. Quizá el periodista no sabe que la traducción
del hebreo al griego, qué casualidad, señora, de mesiánicos es cristianoi. Los cristianos son
mesiánicos.
Así que, sin comerlo ni beberlo, se
trata de un adjetivo justo, de un acierto, usado de forma invertida. Y nos
quedamos con
cara de tontos, como
aquellos que observan el Pantocrator y saben que le han escamoteado, han
invertido, aquello de "bienaventurados los pobres de la tierra",
mientras la curia se pone púa y es
rica. Y que a partir de ahora se llevará al cadalso al que contraríe las ideas
del que murió por nuestro pecados o del que intente parecerse a Dinamarca. Y a
callar tolmundo. La farsa, again.
Será por ignorancia, por falta de
ética o de recursos. Pero los críticos acaban haciéndose la picha un lío, como en
el ejemplo de lo mesiánico de una carta mesiánica. Y, sobretodo, no se ponen de
acuerdo: lo mismo le achacan las inundaciones de La Viña al regidor y a su
gestión sobre los usillos, que están pendientes si el alcalde va en tren y hace
una fotografía con su pareja. No saben si ha acudido a un concierto de AC/DC o si
ha conciliado esta semana, si va a colgar del palo del ayuntamiento la bandera
de Korea del Norte, o si va a reemplazar el reloj del ayuntamiento por uno
digital. Eso sí, son capaces de publicar "las primeras
pintadas contra el alcalde". Cuando se trata de otra performance bastante tramposa de un golfo: Bajo un contundente: CONTRA LA CARIDAD, APOYO MUTUO Y
SOLIDARIDAD, alguien ha añadido, en rojo, un
Kichi fascista traidor.
Los
críticos también teorizan a la ligera: ya hablan de que existe el kichifanatismo. El término
sociológico se explica así: dícese de aquella ceguera ante las actividades
antidemocráticas del alcalde. El
kichifanatismo intenta cegarte, aniquilar tu objetividad, guiarte hasta el
sendero del pensamiento único. No caigas en esa trampa. La democracia solo se
entiende desde la pluralidad ideológica, si predominara un solo pensamiento no
existiría democracia sino un sistema autoritario. Luche contra el fanatismo.
Sea libre. Busque su ideología y sobre todo: lea, contraste y forme su opinión,
no caigas en las redes del fanatismo político.
El mundo al
revés, señora, con lo poco que les gusta a los críticos las inversiones
públicas y los invertidos. Los mismos
que impiden que la ciudadanía tenga una información de calidad, lastrada por
los intereses económicos, por la publicidad institucional y el claro
posicionamiento político de alguien que despide a un periodista por publicar la
aparición en Los papeles de Panamá de
su ex mujer, son los que te ordenan que te informes y no caigas en las garras
del extremismo antidemocrático, de la "envida igualitaria", del
"populismo sureño". Te piden que seas crítico con "los tics
autoritarios", "con el sistema opresor que el alcalde pretende
imponernos". Y que, qué pena, aún no se ha materializado para así
radicalizarse aún más y disparar cuando vean a Errejón por la calle. O pedirle
medio kilo de acedías a la que pretendió ser alcaldesa.
No sorprende el extraño
viaje del silencio teofilista a la incontinencia en lo que ellos llaman, con
falso ingenio crítico, el "kichilato". Porque estos
críticos buscan, con sus críticas, la legitimación del sistema existente per se, (que creen en peligro por cartas
mesiánicas o la demoníaca Confluencia) con argumentos tautológicos extraídos de
la deontología del tertuliano de un programa de cotilleos. La razón política de
los críticos no se hace cargo de los efectos negativos de cualquier norma, ley
o sistema que defienden (para eso está el parche de la caridad). Porque exigen sin
peros que la racionalidad política del Alcalde sea realista, en el
sentido de que su realismo le haga creyente
de la aparente perfección de cualquier norma, ley o sistema que se atribuyan
tal propiedad. Para eso están los golfos,
para demostrar que el alcalde no piensa en ellos. Quieren que acepte que 20
años de teofilismo han sido los mejores para la ciudad y que, haga lo que haga,
nada podrá compararse con la destrucción sistemática de una localidad. Porque las
dificultades de sacar adelante los presupuestos no son causa, para los
críticos, de efectos negativos y adversos para la comunidad política más débil.
Los críticos concluyen: “Todo sistema tiene sus víctimas, eso es así, y si hay
víctimas, están de nuestra parte”. "Y a pelarla", "es lo que
hay". "Así son las cosas".
La farsa, señora.
No
caer en las provocaciones exige un esfuerzo grande. Responder a cada una de las
mentiras, presentadas como críticas, impide el desarrollo de nuestro verdadero
trabajo. Impide ser materialistas mesiánicos en su sentido más profundo: el de
ser justos con el desahuciado, con la parada de larga duración, con el falso
autónomo, con los de las colas para la caridad del hidrato de carbono, con los
cuarenta mil exiliados del teofilato, con el saqueo de las cuentas del
Ayuntamiento. Son maniobras de distracción, provocaciones desestabilizadoras
como las de "El Rey" de la película de Eisenstein. Es quemar una
destilería y apagar con agua a las masas. Es la vieja política chirriando de
miedo, estulticia, clasismo y podredumbre moral.
Nos
queda mucha farsa.
Pero
nunca nos callaremos, queridos críticos. Recordad Stalingrado.
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