David
Monthiel
Mucha gente se ha indignado por sus palabras sobre los indignados
y por su propuesta de política cultural. La intelectualidad se ha mofado, se ha
reído de su simplicidad, de su cuñadismo
extremo. No tienen palabras. Se habla de vergüenza ajena. Otros se dan por
aludidos y se lanzan a contestar palabra por palabra. Su discurso nos recuerda
muchas cosas. Por ejemplo: ha sido el blanco, durante quince minutos, de
eso que podríamos llamar la microandaluzfobia.
Y que consiste en citar a los Morancos
y a la falta de "cultura" en la misma frase.
Pero también ha hablado muy claro para aquellos que engrosan
el cuñadismo, el microcuñadismo y los que no son de derechas o izquierdas, como
decía Pablemos. Sus votantes. O
posibles. Habla para aquellos que los andaluces conocemos muy bien. Un ejército
en la reserva con aspiraciones. Una casta tramada en familias de tiesos con ínfulas de nuevos ricos.
Aquellos que traducen la igualdad de oportunidades en igualdad de mangoneo sin
apellido. Los de la olla grande para unos pocos que se inventan el currículum. Un
tropel de zombies que sonríen cuando la ven en la tele y se imaginan la
profunda red de favorcitos y dedazos. Aquellos que suspiran por un puestecito, por
un sueldo sin dar un palo al agua. Recuérdalo
tú, recuérdalo a otros: ¿No los conoces? ¿No te suenan? Les habla a los que
piensan que es normal contar con un conseguidor, un chófer que lo mismo te
consigue una jubilación que un local para poner una academia de formación.
¿Seguro que no te suenan? Aquellos que nunca morderán la
mano que les va a dar de comer en una caseta de la feria, que lo arreglan todo invitando en un
cuarto de baño. Que esperan un nuevo caso de ERES en cuanto este se apague y
resuelva el lío del último. Que se ríen de los becarios que curran gratis, los
gilipollas. Recuérdalo tú, recuérdalo a
otros.
Quizá nos escandalicemos porque somos unos envidiosos.
Por eso vivimos peor después de siete años de crisis. Reconozcámoslo. Aunque yo
creo que son quinientos años de crisis. ¿Tantos? Pregúntales a los de la microandaluzfobia. Porque es así. Porque
nos resignamos. Asumimos nuestra inferioridad. Porque se ríe de nosotros la que dice ser nosotros. Porque no pudimos tener una
casa en la playa, ni salir una vez a la semana, ni comprar una entrada para el
Bernabeu, ni ir a Disneylandia. Porque no pudimos tener una reforma agraria
para el latifundismo.
Salimos a la calle a dar por culo porque no estábamos
entre los elegidos. Entre la gente de bien, de cambio. De chaqueta. Porque el
capitalismo es inamovible, es el sistema menos malo que conocemos. Cuidadito
con pensar que puede haber justicia porque podemos tener esperanzas más allá de
emigrar al norte. Porque Andalucía y el estado la necesita para que nada cambie.
Para que todo siga igual. Con toneladas de producción agrícola y sin industrias
de transformación. Con fuga de cerebros. Con sus Morancos. Con guiris y
camareros. Sol y feria. Si nos hundimos, lo que necesitamos son yates.
Nos robaron a historia. La memoria de los pueblos
andaluces. Nos robaron la confianza y la fe en nuestra tierra. Y la pusieron, mayoritariamente,
en un partido eterno en las estructuras políticas. Para ella, levantarse contra
el orden, el suyo, es levantarse contra lo sagrado, contra la divinización
inamovible de su Dios, que como decía un obispo en 1550, en lo que después
sería Bolivia, un dios al que sacrifican
infinidad de vidas humanas en una boca del infierno y que es una mina de oro
llamada Potosí. Ella justifica la justicia que no es justa, que no es para
todos. Es para ellos. Y el peor de los actos malos es el creer que se es bueno
porque se ha cumplido una ley que desahucia, detiene, amordaza las protestas,
rescata bancos, paga una deuda injusta, mete en la cárcel a los pobres y libera
a los ricos.
Los que defienden unos derechos que no son los suyos son
unos privilegiados, unos violentos que rompen cámaras. Que sigan viniendo los
guiris, que ya le ponemos copas, tapitas, raciones, les contamos un chiste
bueno o le damos una pataíta por
bulerías. Que haya cien, mil airbnbs que desarrollen su economía y que nuestros
contratos sean un mojonazo. Que ya tenemos a los que nos visitan cada verano
dándonos palmaditas en la espalda.
Nunca estaremos en su nosotros.
Porque perdimos frente a los que conquistaron el palacio de invierno para tener
chalés de verano.