David Franco Monthiel
El viejo Chinaski1 repudiaba las reuniones de escritores. Pensaba que trataban de anularse entre sí. Para el viejo, lo peor que lo podía suceder a un escritor es conocer a otros escritores, relacionarse con ellos, figurar en los pomposos salones del provincialismo y en los cafesgijones que existen en todas las ciudades del estado. Allí, entre cafeses y volutas de humo, en la pesada atmósfera de las mezquinas conspiraciones, dedican el tiempo a refregarse mutuamente los currículos salpicados de méritos menores y erudiciones absurdas. El viejo Chinaski prefería a colegas para beber, para leer poesía, para hablar de tías buenas y para reconocerse en la mutua conspiración de la palabra útil.
Los colectivos de escritores que rehuyen de ese pálpito pasarelístico, que rechazan el latido vendido que infunde a los corazones un ansia por destacar como órgano olímpico del sentir humano (y que traduce en palabras su especialidad o sensibilidad) merecen un lugar en cada una de nuestras casa rojas dentro del pecho. Existen los colectivos de escritores que trabajan en común desde sus diversas educaciones sentimentales y procedencias. Vienen de la vida para unirse en acción conjunta para hacer de la poesía el campo practicable donde denunciar lo injusto y amar lo digno. Hablamos de La palabra Itinerante, un colectivo de agitación y expresión cultural que participó, bebió y habló de tías buenas con otros escritores y colectivos a principios de abril en el congreso “Literatura y compromiso” que organizó la Fundación Fernando Quiñones en Chiclana. Y sobre todo, compartieron esa mutua responsabilidad con la poesía transformadora en estos tiempos en los que si toses dos veces te echan una red encima.
1. USTED TAMBIEN PUEDE SER UN POETA EN RESISTENCIA
El germen de La Palabra itinerante se gestó en plena resaca de la otra guerra en Irak y los suntuosos fastos del 92 en Jerez de la Frontera. Haciendo caso omiso al negocio olímpico y a la obscenidad pro-genocida de la Expo, David Eloy Rodríguez e Iván Mariscal crean en Inkilino de Kaivan. Desechando otras opciones más sencillas, como caminar simulando interés por algún pabellón de la Cartuja o admirar las pindáricas gestas de los atletas, dos jóvenes deciden usar la literatura para comunicarse, para unirse, para compartir. Pronto se incorporan otros artistas y escritores de la ciudad: José María Guerrero, Álvaro Llamas, Loli Pandelet, Sergio Gordillo, Ángel Moreno. En el lapso de tiempo que transcurre entre la guerra sucia, la corrupción y demás delictivos hechos de la historia negra de los 90 de este país, el Inkilino se afana en actividades relacionadas con la creación y la difusión de la literatura. Escriben, se reúnen, y en especial se entregan al oficio de la poesía con acciones de una repercusión a nivel local y alejadas de la sombra del podrido árbol institucional.
En 1995 David Eloy Rodríguez e Iván Mariscal marchan a realizar estudios universitarios, a Sevilla y a Cádiz respectivamente. En ambos lugares conocen a otros autores con los que comparten búsquedas y prácticas artísticas y humanas, y aúnan esfuerzos y planteamientos, versos y vasos. Se generan actividades que van articulando en cada ciudad hasta unir completamente los foros de las dos ciudades. Así, surge en Sevilla 'La Palabra Itinerante', con el propósito de ser un colectivo de agitación y expresión.
Los poemas van conquistando los papeles, saltan de ellos y se convierten en fonemas que celebran la vida y señalan lo falso. Los recitales del colectivo se suceden y los primeros reconocimientos llegan. En 1999, José María Gómez Valero gana el I Premio de poesía Ciudad de Lepe y un año después David Eloy Rodríguez con “Miedo de ser escarcha” el V Premio Internacional Surcos de poesía.
El colectivo madura con los años y se forjan contactos con otros proyectos literarios (la Unión de escritores del País Valenciano, Ateneo Obrero de Gijón, el MRLS de Madrid, los poetas “extremos” de Huelva). Ante la creciente difusión del proyecto por todo el estado, el colectivo aspira a ser escurridizo, ágil entre los cazadores de nuevas tendencias poéticas que andan al acecho por los ateneos, departamentos de las universidades y revistas buscando nuevos ejemplares y especimenes. Pero no renuncian a la táctica guerrillera de llegar tocar y largarse en incursiones oficiales para alcanzar ese equilibrio, a veces contradictorio, de la supervivencia económica. No obstante. La lucha es contra la etiquetable noción del arte de los medios y las instituciones, contra la entomología de los mal llamados poetas comprometidos. Esto no significa abrazar a la marginalidad como una forma de huída hacia un antagonismo sectario y alejado de la realidad, sino una autonomía artística y moral (a pesar del el riesgo del inocuo aislamiento de las subvenciones y listas de agregados culturales) que dignifica los proyectos y las ilusiones de este grupo de escritores.
El colectivo de agitación y expresión cultural La Palabra Itinerante está formado por los siguientes escritores:
David Eloy Rodríguez (Cáceres, 1976). Ha publicado “Chrauf” (Ediciones de la Universidad de Sevilla, 1996; Premio Universidad de Sevilla) y “Miedo de ser escarcha” (Qüasyeditorial, 2000; Premio Internacional Surcos de Poesía). Ha sido antologado en: Cualquier tiempo pasado fue (Ygriega, 2001), Voces del extremo. Poesía y Conflicto (Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, 2001) y Once inicial (Fundación Municipal de Cultura de Cádiz, 2002) y en “No doblar las rodillas. Siete proyectos críticos en la poesía española reciente” Universidad de Chile 2002.
José María Gómez Valero (Sevilla, 1977) ha publicado Miénteme (Qüasyeditorial, 1997; accésit en el II Premio Internacional Surcos de Poesía) y El libro de los simulacros (I Premio de Poesía Ciudad de Lepe). Antologado en: Voces del extremo. Poesía y Conflicto (Fundación Juan Ramón Jiménez, Moguer, 2001).
Miguel Ángel García Argüez (La Línea, 1969) ha publicado libros de poesía: Las tijeras y el yogur (Ayuntamiento de Chiclana, 1995) y Ecce Woman (Diputación de Cádiz 2001; Premio Manuel García Gómez), ha sido antologado en Once inicial (Fundación Municipal de Cultura de Cádiz, 2002); Novela: Los búhos (Fundación Vipren); Libros de relatos: El bombero de Pompeya (Fundación de Cultura Ayuntamiento de Cádiz, 2002); Ensayo: El pan y los peces (Ayuntamiento de Chiclana, 2001).
Manuel Ortega Pérez (Sevilla, 1975) ha publicado “Persiga esa góndola” (El Sornabique & If ediciones)
Manuel Fernando Macías (Medina Sidonia, 1974) es portavoz de Izquierda Unida Los Verdes (Andalucía) desde 1995, redactor de la revista Puerta del Sol.
Iván Mariscal Chicano (Jerez de la Frontera, 1976) Poeta, cantautor y compositor de rock (Cd: Un día en el país de los humanos, Sevilla, 2001). Han editado sus textos en numerosas revistas y publicaciones y participa activamente en encuentros poéticos, recitales y actuaciones.
Juan Antonio Bermúdez (Jerez de los Caballeros, 1970) escritor, periodista, corrector editorial y crítico de cine. Como escritor, ha obtenido varios premios de relato y poesía y ha publicado además textos literarios en numerosos periódicos, revistas y catálogos.
Pedro del Pozo y Toscano (Sevilla, 1971) Ha publicado Colección de poemas (Ediciones La Palabra Itinerante, Colección Resistencias; Sevilla, 2003). Asimismo poemas suyos han sido incluidos en los libros colectivos: Nosotros (1993), y Doce poetas cantan (1995), ambos en Lautaro Editorial Iberoamericana.
2. Los Insomnes
Si hay un elemento que une a este amplio y disperso grupo de personas, aparte de ése género de amistad que nace de la complicidad frente a los necios y los poderosos, es su dedicación a la palabra, a la experiencia literaria en sus múltiples formas, entendida ésta como una actividad comunicativa viva y necesaria, emocional, transformadora de la realidad. Comparten el compromiso y la confianza en la utilidad de las palabras para hacer.
La literatura es una actividad comunicativa que en cada una de las palabras que usamos, acariciamos, maltratamos y rompemos llevan el peso de los años vividos y sufridos en el fondo de las calles, en la desidia de cigarros compartidos en las plazas de barriada, en los trabajos de supervivencia para salir adelante. La labor poética, como cualquier otra, necesita acudir a la vida cotidiana con la voluntad de participar, aportar y desenmascarar al simulacro de la vida moderna. La Palabra Itinerante lleva siete años trabajando con y por la literatura, y especialmente con la poesía: la insomne tarea del verbo con raíz en el día a día y la conciencia de la responsabilidad de los discursos estéticos. Intentan que la vida se parezca a lo que escriben y por tanto los textos son lo que viven, lo que respiran desde el nosotros común: están escritos con sangre. Así, la escritura nace y vive en el conflicto, son textos críticos y cuestionadores que pretenden transformar a partir de la denuncia, de señalar y desenmascarar; transformar desde la resistencia; transformar hablando del miedo, del deseo; transformar también –cómo no– ofreciendo un merecido y unánime reconocimiento a todos/as aquellos/as que cada día desde la herida, con sus palabras y sus actos, iluminan y bendicen el mundo; textos, en definitiva, que quieren ayudar a vivir.
Esta implicación con el entorno, con sus conflictos, injusticias y hallazgos, este compromiso con lo que sucede en los márgenes del poema como una constante de deontología poética, quiere traducirse en un lenguaje que, desde el oficio, represente con un sablazo ético el sabor del vivir, en lo agrio y lo dulce de sentirse vivos en la sociedad injusta gobernada por el uso mercantilista de la cultura. No se trata de una contrapropaganda sino de encontrar un camino compartido. Un poema es más que la instrumentalización ética,
un poema lo es
si es hijo de nadie
y sabe a sangre propia.
Un poema lo es
si se parece a la vida.
Entendido como forma directa y honesta de comunicación que busca conmover, el poema puede vincular y conectar de una manera intensa con todo tipo de gentes. Pero los poemas no pueden esperar a oyentes o lectores en el polvoriento anaquel de una biblioteca. Sus pretensiones de hondura, de discurso trascendente estorban en la sociedad de mercado, sociedad del espectáculo basada en la imagen y sus simulacros. Se transforma en mercancía literaria o simplemente se ignora. La poesía debe salir a la calle a buscar el aire de su tiempo, a probarse en la respiración y el palpitar de la gente, y a aprender sin miedo de las posibles frustraciones en este sentido. Ha de investigar, sin perder sus intenciones y exigencias estéticas y éticas, nuevos lenguajes y formas para alcanzar la comunicación con sus contemporáneos, probar el mestizaje con otros registros y disciplinas artísticas, aprovechar los nuevos soportes tecnológicos y, sobre todo, ha de accionarse en el encuentro a viva voz.
Así, los poetas itinerantes descartan el hueco en espectáculo debordiano. Se oponen a sus quince minutos de negro sobre blanco en reseñas compradas por el corporativismo espectacular. Y si lo que han de decir no es más bello que el silencio, pero más justo que una mordaza, lo cantan, lo gritan, lo poetomizan. Tienen confianza en la utilidad de las palabras para hacer que permitan la reflexión y la interrogación. Porque es una injusticia, una pena, entregarlas a los salones, a los juegos florales de raíces podridas.
Hoy en la trinchera
hemos escrito poemas.
***
Cada una
de las palabras
que componen
este poema
es una paloma
abatida
a balazos.
(Silencio. Se acercan los perros)
***
No hicimos sino apropiarnos de la vida,
batirnos con el tiempo.
Fuimos las veces en que quisimos
vivir para siempre.
Las veces en que quisimos morir.
Fuimos lo que le ganamos a la muerte:
conocimientos de relámpago,
encuentros de luz,
un tiempo que ya no se olvida.
***
Vivir haciéndose poema.
Vivir deshaciéndose en poemas.
Convertir la vida en esa búsqueda,
en ese oficio,
lucha que camina por pobrezas y pérdidas.
Y que no importe.
Que a casi nadie le importe.
Y que, sin embargo y pese a todo,
merezca la pena.
***
Desobedeceremos. Cruzaremos
los cuchillos delante de la lumbre
en la tierra de nadie, que es mi tierra,
nuestra tierra sin planos ni alambradas
***
digo que descrucemos los brazos
y descubramos las mentiras de los libros sagrados
y digo que etcétera y etcétera-
***
Ellos no lo saben,
pero no hemos muerto.
Seguimos resistiendo,
avanzando en el fango,
buscando a tientas y ansiosos
la luz de las playas arrebatadas
***
Pero nosotros éramos insomnes.
Desobedecimos sus nanas de cieno
y dedicamos las noches
a destejer sus mentiras y a pensar
en pétalos de aurora y agua
y en música para bailar descalzos
En fin, se trata de vivir poéticamente, de entrar a la riña, en combates contra uno mismo y contra el lenguaje. No buscar un léxico de combate, una jerga de la resistencia, sino atacar con todo el diccionario.
El problema ahora
es que hay muchos vigilantes
y pocos locos.
El problema ahora
es que la jaula está
en el interior del pájaro.
***
Nadar más abajo
y más abajo
y más abajo
y encontrarnos un fondo
y en el fondo unos peces
y entre los peces un pez
y en el pez un microbio
y en el microbio su interior
y en su interior una luz.
La misma luz
que guía a los barcos en la tormenta.
3. Levantando incendios en los materiales del lenguaje. El almacén de La imperdible.
El pasado mes de Marzo se cumplían dos años de vida el ciclo permanente de poesía en vivo Poesía en resistencia. En enero del 2001, La Palabra presentaba en el Almacén de la sala independiente La imperdible el libro de David Eloy Rodríguez “Miedo de ser escarcha”. Los responsables de la sala, una de las más activas y veteranas en el panorama independiente del país, confiaron en el proyecto de creación de un espacio para la poesía accionada en vivo, en forma de recitales y otras aproximaciones al arte poético (como pueden ser la poesía visual, la poesía escénica, los mestizajes de música y poesía, la intervención artística urbana). Además se abriría un hueco para presentaciones de libros, revistas, cedés y otras publicaciones vinculadas, de un modo u otro, a la creación poética.
Los alarmistas de la versificación auguraban un futuro silencioso y catastróficamente solitario para los libros de poesía, como si aquello de la música callada pudiera disfrutarse sólo en recintos privados. Con el paso del tiempo, y llevando la contraria, Poesía en resistencia ha ganado un público cálido, atento, generoso que acude a la cita cada miércoles. Gente que desea y sabe escuchar en los tiempos del chiste fácil de monologuistas, el vocinazo en los mal llamadas mesas de debate y el ruido y la furia del basurero show.
Sin duda algo especial sucede cuando las palabras, desnudas, trenzadas con el hilo humilde y fabuloso del arte poético, estallan ante nosotros para compartir su vigor primordial y su sentido más luminoso y revelador. El esquema de comunicación básico se enriquece con matices, ilusiones, con bellas trastiendas donde la palabra se vuelve nube deshilachada o mineral de saliva y espuma. El receptor las hace suyas en la vastedad del instante poético como un arañazo en la piel del corazón o una esquirla en el inmenso cuerpo del pensamiento. Poesía en Resistencia quiere abrigar estas prácticas poéticas
porque es la poesía una zanfoña
pero es también trinchera y es cuchillo
4. La carpa de este circo está hecha de verbos que nos cubren del chaparrón
(Modos eficaces de accionar los textos)
Una de las formas de ahuyentar a los rancios y ajados rituales de la poesía no es otra que fomentar la vieja interacción entre el poema y la música. Dos de los escritores de este colectivo forman parte del grupo “El circo de la palabra Itinerante”. Jorge Peñafiel, guitarrista y compositor, pone fondo musical a los poemas de David Eloy y José María. El grupo se completa con otros tres músicos (flauta, bajo y batería). El circo de la palabra Itinerante editó en 1999 el CD “Arte a la idea” y está pendiente de otras tres grabaciones. Con varios montajes (el último titulado “En el incendio... alas de lluvia”) han actuado en múltiples festivales de poesía como el“Festival de Polipoesía de Barcelona”, en EDITA, el encuentro de editores independientes y ediciones, de Punta Umbría, en el I Encuentro de revistas literarias de Granada y en numerosos actos por los escenarios de todo el estado.
Otra propuesta de una de los miembros del colectivo es la de Iván Mariscal. Lleva algunos años recorriendo los escenarios de todo el país con sus canciones en las que adapta e interpreta textos de poetas actuales. Ha editado el compacto Un día en el país de los humanos (Sevilla, 2001), y en 2003 espera culminar el proceso de grabación de su segundo trabajo: Canciones en tiempos de guerra.
5. Los talleres de creación
“Cuando impartimos un taller de aproximación a la expresión literaria no situamos marcos ni listones: hay gente que simplemente necesita alguien al otro lado que escucha, hay gente que no sabe soñar, hay gente que no quiere: para ellas una palabra arrojada, apostada, en dirección al bien común, al decir auténtico (una sola palabra) es ya un tesoro (así lo dicen: yo no sabía, yo no creía, yo no podía) “.
Cada ser humano tiene derecho a la comunicación viva de la poesía, a sus posibilidades emancipatorias de conocimiento. Cada persona tiene derecho y razones para usar el lenguaje creativamente, y así azuzar sus miedos, reconocer su fragmentada identidad –ese consuelo y ese abrigo, pero también ese inmenso desafío que nos enfrenta a tener que elegir, a decidir sobre nuestro estar en el mundo y las brújulas que lo guíen, a compartir sus deseos y sus dudas. Todos tenemos derecho al sueño y al insomnio. Y todos los textos tienen la validez de la expresión: dicen. Pero no todos dicen de la misma manera.
Los talleres impartidos por La Palabra pretenden ser foros de trabajo guiado en los que se compartan experiencias, inquietudes y conocimientos, y se aprenda en común. La metodología que aplican en los mismos se basa en el dinamismo y la participación. Partiendo del acercamiento a textos “clave”, se crean mejores lectores y estimular la creatividad de los alumnos del taller para que la canalicen, de acuerdo con sus preferencias, a través de la escritura. Así, desde una comprensión lúdica de la misma, invitan a ejercer la libertad expresiva desde diferentes juegos de escritura creativa. Asimismo se intenta orientar sobre recursos y posibilidades para enriquecer la competencia lingüística y la función estética de los textos. Desde unas concepciones no dogmáticas se proponen modelos diversos para que sea el alumno quien decida su propia poética. En cualquier caso y en última instancia la brújula se orienta hacia la formación de buenos lectores: lectores por placer, lectores críticos.
Hay gente que encuentra las enormes posibilidades de consuelo del texto a solas, y luego lo extiende poco a poco, y se da cuenta de que su capacidad de confortar, de ayudar a vivir, es contagiosa.
6. El sombrero Roto. Edición
La Palabra Itinerante edita la revista-libro El sombrero roto (literatura comprometida con la vida). Esta publicación quiere ser un medio de difusión de textos interesantes y necesarios para conocer las diversas tendencias vivas, críticas, por las que camina la literatura actual, al mismo tiempo que plataforma de expresión para propuestas arriesgadas o minoritarias. Uno de los principales objetivos de El sombrero roto es servir de punto de encuentro entre autores que, compartiendo una misma visión acerca de lo que debe entenderse como buena literatura, se diferencian por las distintas posibilidades que unos y otros tienen a la hora de difundir su obra. Su primer número, monográfico sobre poesía, se presenta con el título Poesía en Resistencia.. El objetivo es dar hueco a textos de autores contemporáneos y reconocidos en el ámbito nacional como obras de escritores noveles o con menos repercusión editorial. Junto a El sombrero roto trabajan en la edición de Las antologías de El sombrero roto, que consiste en una colección de libros destinados a mostrar, cada uno de ellos, la obra de un autor. (Como es de suponer en Las antologías de El sombrero roto se manejan los mismos criterios editoriales y estéticos). El libro que abre la colección estará dedicado al poeta Pedro del Pozo y Toscano.
7. Resistir, ¿frente a qué? ¿frente a quién? (La función social del arte)
La poesía en resistencia se sitúa frente a la poesía del bienestar, contra la poesía cómplice con el estado de las cosas. Es necesario escribir con un cabezal Marshall en cada verso, a todo volumen contra la música callada, desechar la elección de ser el que cuenta las sílabas del verso de Borges bajo el rumor de las luchas cotidianas. Escribir en la trinchera. Insertar preguntas en medio de las evidencias.
“¿Frente a qué? Frente a esta corriente de cínico hipercapitalismo flatulento que nos llega hasta el cuello. Resistir frente a la propaganda, frente a los iconos y frente a los protocolos. Frente al veneno televisual y frente a la intolerancia envuelta en peluche. Frente a la destrucción del planeta. Resistir a las reputaciones hechas, a los lugares comunes, al consumo inútil, a la fuerza mayor y a los hechos consumados. Resistir frente a la falsa democracia y a las buenas conciencias capaces de cualquier cosa. Resistir frente al escándalo de que los 300 individuos más ricos del planeta posean tanta riqueza como los 3.000.000.000 más pobres. Resistir frente a los dogmas, a la impotencia y al miedo. ¿Frente a quién? Frente a los impostores que se arrogan la representación de sus conciudadanos. Frente al demagogo, el sofista cargado de razón, el pancista y el petardista. Resistir frente a los megaespeculadores planetarios y a los hombrecillos que viajan en limusinas de diez metros. Frente a los fanáticos de cualquier prédica, a los embaucadores y a los conformistas dinámicos, que son la peor especie del mundo. ¿Para qué? Para poder mirar a la cara a nuestros padres, nuestros hermanos y nuestros hijos con cierta dignidad.” (Alberto Porlan respondiendo al cuestionario “Tres líneas de fuga”, en el especial Poesía en resistencia publicado por la revista El Giraldillo).
(1)Charles Bukowski, Mujeres, Anagrama.
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