05 junio 2007

El once en Málaga Hitting the road III


No fue fácil llegar hasta Málaga. Nos quedamos en la carretera. Nunca habíamos estado tan ridículos con el chaleco y el triánculo en la mano fuera de un tapete verde y un taco. Es absurdo quedarse parado en un lugar de paso en el que la noción inmóvil es fútil. A fogonazos de cilindrada pasaban los conductores. Parecía que todo estaba en contra. A Quique lo retrasaban en el aeropuerto. Luisa se cagaba de dolor con su muela. Y esperaba junto a Celia e Inwit pacientemente en el aeropuerto. A una delirante velocidad por la autopista y acompañados con una luna amarilla y gorda sobre el meditarráneo, llegamos a Málaga en un taxi del infierno. El hotel. El recepcionista que parece que nos controla a Q y a mí. Gracias, le digo. Luego descubrimos que tras que la decoración moderna del hotel se esconde una secreta afición por los coños, los insectos y las paranoias gráficas del artista. Las muchachas llamaron y bajamos. Nos abrazamos. Reímos. Por fin, broder. Constatamos que las muchachas granadinas eran de carne y hueso. Y nos fuimos a comer atravesando la ciudad atestada de copeo, viernesismo y pasarela nocturna de diálogos rellenados con rutina semanal. Conocimos a los libreros de Cincoechegaray y sus mil contactos. Bajo el estruendo de los bienvestidos y cubateros malageños echamos el rato. Cenamos camperos. Bebimos. Fumamos. Hablamos de todo y nada. De la presentación en Sevilla, del MLRS, de las bicis, de las elecciones, de los comment, de la Antártida, de La casa con libros, de Lenin. Luego derivamos por Málaga sin rumbo cuando el patibulario tipo de "El tubo" nos dio la cuenta. Bares de mierda en los que no se puede hablar. Mucha alfombrilla roja con postes y cadena de terciopelo. Macacos bienvestidos en la puerta. Decidimos que nuestas suelas no merecían que pisáramos tal superficie. Acabamos en un kebab con la última cerveza. Luego en una plaza con monumento a los caídos en el 31. El carnaval de la calle y su explicación nos convocó a un febrero enriquecido.
El sábado. Desayuno previo con Q. Luego fuimos a buscar a las muchachas. Volvimos a desayunar. Cerveza. Presenciamos la capacidad de radar de alguien que ha dedicado toda su vida a la hostelería y desglosa las comandas con un orden eficaz. Responde a todas las dudas. Arenga al personal. Hace cuentas manejando la herramienta. Pitufos con mantequilla, sus nubes en taza, sus zumos y ese número que se mastica en la boca mientras se conforma y resulta ser 5, 80. Luisa con su subida de dolor y la temporalización del ibuprofeno. La libreria: impresionante muchachos. Estilosa. Elegante. Acogedora. Dios. Caminos de la feria del libro el calor apareció. En la feria lo de siempre. Casetas. Libreros. Algún paseante distraído. Vamos al lío.
Publico: bien. La lectura, colectiva. Quique dijo sabias palabras. Poemazos de todos. Casi nos leímos el libro. Luego firmamos algunos. Nos regalaron unas láminas. En el container de cultura de la Feria bebimos y comimos de gañote. Lo que se suele llamar el ágape cultural. Le daban un premio a una señora que echó su discurso y nombró a su delfín oficial para organizar las futuras ferias. Nosotras hablamos de escritura colectiva, once iniciales, de talleres, de tocar, de un ciclo. Hasta que Quique se tuvo que ir. El avión esperaba. Nosotras fuimos a comer y a darle a la sinhueso sin parar. Libros antiguos. Música. Luego en la librería echamos unas compras. Alba Rico, como no. Adrienne Rich. Después muchos abrazos al despedirnos. Cada uno para un lado. Unas para el monte, otras para el albaizín, para Mencheta y para la santa Rosalía. El bus. Que qué bueno veros, muchachas. Que qué alegría conoceros. Que qué bueno que estés aquí con ese chaleco puesto.

3 comentarios:

Sergio dijo...

Que bueno tío, a ver cuando retornaís por aquí, necesitamos algo de lio... Salud

Cucaracha homicida dijo...

Complicaciones, eh? Bueno, al final las voces sonaron, y qué voces, me consta.
Espero que sigais con la ruta, nosotros andamos muy lanzados después del despiporre talleril, ya te habrá contado Quique, supongo.

Enfín, David, te va un abrazo fuerte desde Valencia, que aún exámenes y bajo el yugo PePeril
tenemos tiempo de echar de menos vuestras voces!

P.D. Maldita sea, Sergio, te encuentro por todos lados!

David Monthiel dijo...

gracias amigas!
iremos gestionando el regreso a valensia.

zalú