CEROS
Consto en las altas torres de la ciudad.
No sé que nombre dieron a mis desvelos
ya que mis pasos hollaron el terrible sesgo
de los perdidos y ociosos.
No sé que nombre dieron
a aquella que espesa el azúcar de las treguas.
Me alcanzó el tiempo de los meses
y su broza roja cuando los números importan.
Me dicen que la mano que no empuña nada,
codicia la tasa de piedad que ya esparce sombra.
Me modelan en cifra vuestros sabios
y ciframos tantos que no somos números.
Somos ceros de un millón de lágrimas.
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