Iba por la calle... y me detuvo un mendigo, un anciano decrépito. Los llorosos ojos hinchados, los labios amoratados, los harapos arrugados, las llagas mugrientas... !Oh, de qué horrible manera roía la pobreza a ese desdichado ser!
Me tendió una mano enrojecida, tumefacta, sucia... Gemía, berreaba pidiendo ayuda.
Busqué en todos los bolsillos: ni la bolsita con el dinero, ni el reloj, ni siquiera un pañuelo. No los llevaba conmigo.
Pero el mendigo esperaba... y su mano tendida se balanceaba débilmente y temblaba.
Confundido, turbado, estreché con firmeza aquella mano sucia y temblorosa.
-Perdóname, hermano. No tengo nada.
El mendigo me miró con los ojos hinchados. Sus labios azules sonrieron y él, a su vez, apretó mis dedos fríos.
-No importa, hermano -balbució-, y gracias. Esto también es caridad.
Comprendí que yo había recibido la caridad de mi hermano.
3 comentarios:
Hola David, me canto el cuento el mendigo le da algo este mendigo.
Soy discapacitado me voy un instituto que se lama La casa del sol Naciente yo escribo los cuentos y poesías le doy mi blog: quienmatoamiperro.blogspot.com poesías madredelanoche.blogspot.com y yo quiero su opimion gracias
gracias Héctor por tus palabras. visitaré tus blogs!
y ánimo con tus cuentos y poemas.
salud y gracias.
Estremecedor... Le diste la vida, no fue caridad.
Un saludo
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