En la ciudad de Medellín
en el Parque Obrero
un niño en su bicicleta
se me acercó.
Mirando mi turbante y
mi barba, me preguntó:
- ¿Es usted un mago?
Me reí y quise decirle que no.
Pero dije:
- Sí, yo soy un mago.
Puedo bajar estrellas del cielo
y hacer collares.
Puedo tornar las heridas
en flores.
Puedo transformar los árboles
en instrumentos musicales
y el viento en músicos.
- ¿De verdad? dijo el niño.
Por favor, cambie mi bicicleta
en un caballo.
Por favor, cambie mi bicicleta
en un caballo.
Dije yo: ¡Oh,... No...!
No puedo hacer eso,
no soy el mago de los niños.
Soy el mago de los adultos.
- Entonces, ¿puede cambiar mi casa
en un palacio?
- ¡Oh, no. En realidad
yo no soy el mago de las cosas.
Soy un mago de las palabras.
- Ya entiendo.
Usted es un poeta,
dijo el niño,
y se fue en su bicicleta
diciéndome adiós con su mano.
Se alejó del parque
y entró
en mi poesía.
No puedo hacer eso,
no soy el mago de los niños.
Soy el mago de los adultos.
- Entonces, ¿puede cambiar mi casa
en un palacio?
- ¡Oh, no. En realidad
yo no soy el mago de las cosas.
Soy un mago de las palabras.
- Ya entiendo.
Usted es un poeta,
dijo el niño,
y se fue en su bicicleta
diciéndome adiós con su mano.
Se alejó del parque
y entró
en mi poesía.
2 comentarios:
Maravilloso... Maravilloso
No lo conocía. Gracias es muy bello.
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