Buenas tardes. Es un placer y una responsabilidad estar aquí. Y veros juntos y juntas. Vengo como presentador. Voy evitar asustaros con estribillos trabalenguas de que los tiempos oscuros vienen... porque ya están aquí. Voy a intentar evitar en todo momento contrarrestar las fantasías negativas del columnista de turno que afirma que todo lo que hace el alcalde está fatal, es inmoral y engorda. Y desechar la rima estrella de este año: esa de "carril bici-kichi" a propósito del futuro del aparcamiento en esta ciudad, que necesita bicicletas. Me costará. Soesasí.
Vengo como invitado pero no para exaltar las posibilidades y maravillas de la coalición, la alegría de un acuerdo, la solidez de la unión en Adelante Cádiz. De la que me alegro. Y mucho. No vengo de poeta partero de versos que apoyen la causa sin más, inflamando el aire que compartimos con metáforas e imágenes de la primavera que viene o se espera. No vengo como tasa de cultureteo para la galería. No vengo como intelectual de guardia ni de vanguardia, sino de retaguardia. Vengo, pero con mi puntito. Y mi mano tendida.
Hace cuatro años también fui a San Juan de Dios junto nuestro humilde comité de bienvenida. Me emocioné. Me gustó que un alcalde de Cádiz, viñero y comparsista, profesor de secundaria y sindicalista, citara a Ernst Bloch y luego hablara de resolver graves necesidades de la ciudad y su gente. Necesidades tan materialistas y viejas como el hambre, el techo, la cultura, el trabajo.
—Inaudito, picha.
Cuatro años después aquí estamos. Habéis tenido paciencia al nivel de Job ante la desesperación de los plenos, ante la guerra, las calumnias, los golpes bajos, las mentiras, la difamación. Las querellas. Habéis sufrido el desgaste como praxis política. Que pase el tiempo —un año, dos— y os queméis en la hoguera de los medios. Y no hay más discurso, ni más propuestas, ni más nada. Sólo el deterioro sistemático, gris.
Cuatro años después aquí estamos. En Cádiz, año cero. Pero no nos lanzaremos al vacío como el niño rubio de la película de Rossellini (referencia cultureta). Porque sigo pensando que si perdéis, perdemos todos y todas. Si pierde este ayuntamiento perdemos todas.
Estábamos acostumbrados a la oposición, a la crítica más crítica, a desmontar pieza a pieza el motor del capitalismo, del neoliberalismo y su sentido común que hace pasar por naturaleza algo que es irracional, como el aumento de la tasa de ganancia a costa de extinguirnos, que somos individuos sin comunidad, que somos malos y egoístas por naturaleza, que las mujeres, cuando protestan y reclaman sus derechos, lo hace por envidia. Eso de que en la tormenta no se distinguen las lágrimas de los escupitajos. Mentiras.
Somos comunidad desde que somos una piel debajo de una piel, necesitamos del otro, de la otra, debemos escucharlo, y sobre todo al otro, la otra que sufre más que nosotros. Porque este es un momento positivo en la política. Debéis construir. El momento positivo de la política es un reto del que no se tienen mapas, ni recetas, se va haciendo, con errores, ya que la institución no es perfecta ni lo será nunca, pero siempre con la idea de que el poder es servicio, es obediencia, que la legitimidad no está en el asiento, en el sillón, en el escaño en el que os vais a sentar, sino en eso que se ha venido a llamar pueblo, y que es una palabra mesiánica, según los listos que lo ven todo mal.
Sigo pensando que debemos tener cada mañana oído de discípulo. Ser guionistas que se suben en el autobús de la realidad. Ser como Quiñones poniendo la oreja en la plaza de abastos: "Aquí, trabajando", decía al que le preguntaba qué hacía allí.
¿Qué vendrá? No lo sabemos. ¿El tiempo de la ilusión, de la esperanza? Yo lo llamaría el tiempo de la fe, y no os asustéis queridos y queridas jacobinos, porque la fe es cuando el pueblo cree en algo y en alguien, y sobre todo cuando cree suficientemente en sí mismo como motor de cambio. Es el tiempo de tener fe en esta lista, en este alcalde, estos concejales, pero también en la gente de Cádiz, en la comunidad. Estamos en el tiempo del tós por iguá. El de vámono que nos vamo.
Y aquí seguimos.
Porque aún tenemos la máscara más útil, la del respeto a los de siempre. A los que siguen ahí, durmiendo tranquilos en el orden injusto. Aún nos habita el furor del mañana mejor, en la entraña más oculta para el asentimiento, para las órdenes, para las abstenciones, para los miedos, para las mordazas.
Porque es esta nuestra respuesta ante la escondida verdad de la historia. Porque heredamos una pregunta manchada de vivas a la muerte, de ricino, de tiros al alba, de cunetas, de adjetivos modélicos, de turnos, de puertas giratorias, de sobres, de pactos, de cansancio. Empuñamos un orgullo acechado por el hambre, la sed, el cucharón y el paso atrás, el pan negro, la sombra repetida de las cárceles y el abrazo más frío de las fosas sin nombre. Es nuestra la sangre que pusieron sobre las fechas. Son nuestros los fantasmas que recorren las manos agrietadas, las manos muertas, los dedos perdidos, las listas negras y los folletos que la lluvia deslía en el puerto, tabacalera, astilleros, aeronáutica, los talleres, los polígonos.
Fuimos los hijos e hijas en las zanjas de un apellido. Pero regalamos esta sonrisa acechada de sudores y lobos. En el coraje de lo suficiente. Y silbamos canciones que comparten pérdidas, desalojos, fatiguitas, revueltas. Tenemos un hogar en cualquier parte en la que haya buena gente. Y el consuelo de andar juntos. Sabemos que en el montón de hojas caídas no se distingue de qué rama, de qué árbol, de qué jardín se huye.
Debemos encontrarnos en el trayecto de espinas de la esperanza. Cuidarnos en la afrenta sin brújula. En el laberinto de las obligaciones. Debemos llegar cerca. Nada de lejos. Cerca.
Porque cada uno, cada una, apenas poseemos un puñado de teselas, de piedritas, para construir el mosaico, este mosaico juntos, para unirnos en la esperanza, en los deseos, en las acciones. Porque aún hoy hay quienes arrojan sus teselas al río sucio del tiempo, quienes se apedrean así mismos en la oscuridad y quienes las siembran en las murallas que nos separan.
Pensadlo: Apenas un puñado de teselas. Un mosaico, juntos.
Hoy, algunos las miramos.
Y las apretamos con fuerza en la mano.
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