Perderlo todo

No tengo ganas de nada. Sólo de quejarme, de estar irascible, de mirar mal, de cagarme en los putos muertos de alguien así, por la cara. Tengo necesidad de ser desagradable, de acelerar en los pasos de cebra, de criticar el anuncio donde aparece el tema de "In the mood for love", de ignorar al tipo que me preguntó por dónde ir a la plaza de San Francisco. Necesito hacer partícipe a todo el mundo de mi ira, de mi frustración tecnológica, del incendio de la alejandría del disco duro. Tengo ganas de mandar a la mierda... Sé que no suelo postear textos del día, cercanos o lejanos, textos escritos a quemarropa en la plantilla del blogger. En fin.

Yo lo he perdido. Más bien me lo han perdido la falta de responsabilidad y una estúpida solución a un problema informático. Y hablo de textos, de carpetas absurdas repletas de noticias y reseñas de compañeros, de amigos, de archivos de word donde alguna vez tuve una buena idea, de palabra carne de bit; hablo de fotografías borrosas, de fotografías irrepetibles, de libros de amigos en los formatos más iniciales, de correos inenarrables, de correos chungos, de correos entrañables, de conversaciones antológicas por el mesengé. Se ha perdido todo en el vacío del dico duro. Todo borrado.

Logré salvar algunas joyas. Eso me consuela.

Os ruego, amigos: mandádme al email todo lo que alguna vez os mandé, o lo que queráis, los libros, las notas, los poemas de la nueva sementalidad...

Algo que llene este vacío de 40 gigas.