No quiero ser escritor. No creo que aguantaría. Acabaría por importarme más el temblor que se queda dentro y no el efecto que sale fuera. O acabaría matándome, como Martin Eden, el escritor que inventó London y que se tra al mar desde el barco La Mariposa:"Primero nadó un rato. Un atún de los que siguen a los barcos le mordío y le quitó carne. La Mariposa se alejaba. Dejó de nadar radiante. Despues, tenebrosidad."
Para Martin Eden ser escritor es "ser uno de esos ojos a través de los cuales el mundo ve, uno de los oídos a través de los cuales el mundo oye, uno de los corazones con que el mundo palpita". Pero Eden no piensa bien qué mundo, cuál de todos los mundos, y por eso, porque no hay un mundo verdadero y al margen de los demás: el mundo de la biología, la potencia y la belleza, sin darse cuenta de que ese mundo tiene dueños, administradores y accionistas.
Si yo fuera escritor querría ser uno de los ojos a través de los cuales el mundo ve vidas como la mía, uno de los oídos a través de los cuales el mundo oye crujir los zapatos cuando pisan cuellos, uno de los corazones con que palpitan los putos treinta pasos de Toño, de mi padre, de Raquel, pero no lo conseguiría porque el mundo de los escritores lo administran los mismos que llevan a la muerte a Martin Eden. Lo más seguro es que, si no me mataba, acabase siendo uno de los corazones con que palpitan las casas de quienes reinvierten sus acciones en Bolsa gracias a los ojos perdidos de mi madre y, encima, luego disfrutan leyendo, de vez en cuando, historias tristes. No. Cuando termine esto, yo seguiré pegando carteles en los troncos de los semáforos.
de "Panfleto para seguir viviendo" Fernando Díaz, Bruguera 2007
Para Martin Eden ser escritor es "ser uno de esos ojos a través de los cuales el mundo ve, uno de los oídos a través de los cuales el mundo oye, uno de los corazones con que el mundo palpita". Pero Eden no piensa bien qué mundo, cuál de todos los mundos, y por eso, porque no hay un mundo verdadero y al margen de los demás: el mundo de la biología, la potencia y la belleza, sin darse cuenta de que ese mundo tiene dueños, administradores y accionistas.
Si yo fuera escritor querría ser uno de los ojos a través de los cuales el mundo ve vidas como la mía, uno de los oídos a través de los cuales el mundo oye crujir los zapatos cuando pisan cuellos, uno de los corazones con que palpitan los putos treinta pasos de Toño, de mi padre, de Raquel, pero no lo conseguiría porque el mundo de los escritores lo administran los mismos que llevan a la muerte a Martin Eden. Lo más seguro es que, si no me mataba, acabase siendo uno de los corazones con que palpitan las casas de quienes reinvierten sus acciones en Bolsa gracias a los ojos perdidos de mi madre y, encima, luego disfrutan leyendo, de vez en cuando, historias tristes. No. Cuando termine esto, yo seguiré pegando carteles en los troncos de los semáforos.
de "Panfleto para seguir viviendo" Fernando Díaz, Bruguera 2007
2 comentarios:
a mi este libro, realmente me ha devuelto la sangre al cuerpo... ahora no sé bien que hacer con toda esa sangre que bulle, pero estoy en ello...
yo he tenido la sensación de estar leyendo algo diferente. He subrayado trozos, he releído otros y como su título indica, ayuda a seguir viviendo, porque nos damos cuenta que no estamos solos, que hay otros con los que, al menos en nuestros pensamientos, ilusiones y derrotas, somos cómplices.
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