30 marzo 2009

Sigue siendo

Sigue siendo invierno en Madrid. A las siete de la mañana, cuando aún es noche cerrada, las aceras resuenan con el peso de los tacones de las secretarias que se encaminan hacia la boca de metro más próxima y, después, desaparecen, tragadas por los agujeros calientes del dédalo sumergido. Madrid está sembrado de huecos deslizantes por los que miles de secretarias resbalan cada lunes y cada martes, etcétera.
Los alcorques de los árboles están helados y sucios y, enseguida, justo cuando las secretarias han hecho el primer transbordo para subir, después, jadeantes la escalera y correr hacia la parada del autobús, se empiezan a escuchar las piquetas que taladran el pavimento de las calles y el soplido continuo de las emanaciones de gas que tiñen la atmósfera de un olor parecido al que despiden los excrementos de vaca.
En los cruces de algunas avenidas, entre el fragor del atasco, un adolescente limpia el parabrisas de un monovolumen. El muchacho exhala vaho por la boca y los agujeros de la nariz, mientras la mujer que conduce, sin abrir la ventanilla, le hace con la mano gestos de que no, que no.
En la sala de extracciones del hospital ya hay una considerable cantidad de público, un poco mareado, a causa del ayuno o de los altos niveles de colesterol en la sangre o de la hipertensión arterial o de los embarazos. Los cajeros de los bancos abren las ventanillas y conectan las patallas de los ordenadores. El dinero empieza a moverse: órdenes de pago de recibos de la luz, enciclopedias a plazos, hipotecas, transferencias, talones falsificados, barriles de cerveza y serpentines, impuestos indirectos, compras por catálogo, accesorios de teletienda, llamadas a programas concurso, inversiones, bonos del tesoro, finiquitos, trapicheos de esquina, seguros, sociedades médicas, ropa de invierno y de verano, tráfico de drogas y de armas, venta de prensa diaria, producciones cinematográficas, felaciones, la matrícula de la universidad, el carné de conducir, un kilo de filetes de tapilla, los cartones de leche, la grúa, los números rojos, la lotería de navidad y los ahorros de toda una vida. Los coches patrulla siguen dando vueltas. Los bomberos y escritores duermen, y una señora ha salido a mirar por la ventana proque no tiene nada que hacer y no puede conciliar el sueño. Se retira pronto porque hace frío, y enciendo la televisión.
Lentamente se van a apagando las luces de la ciudad nocturna, y niños caminan, dados de la mano, hacia los colegios. En las espaldas llevan carteras repletas de libros de texto sobre la educación en valores. Los niños llevan a las espaldas manuales que definen el concepto de género humano, mientras sus madres están temporalmente contratadas en las cocinas de un expendedor de comida rápida, y sus padres s ecolocan en cualquier fila, en la que sea, en una fila de ésas que sirven para conseguir algo.

de "Animales dométicos" de Marta Sanz, Ediciones Destino 2003.

23 marzo 2009

Cómo hacer


Volver a alzarse. Levantar la cabeza de nuevo. Por elección o por necesidad. Esto último ya no importa nada.
Mirarnos a los ojos, decirnos que volvemos a empezar. Que todo el mundo se dé por enterado,
cuanto antes.
Volvemos a empezar.
Se acabó la resistencia pasiva, el exilio interior, el conflicto por sustracción, la supervivencia. Volvemos a empezar. En veinte años ha habido tiempo de ver. Se ha comprendido. La extensión de la democracia, la lucha “anti-terrorista”, las masacres de Estado, la reestructuración capitalista y su Gran Obra de depuración social,
por selección,
por precarización,
por normalización,
por “modernización”.
Se ha visto. Se ha entendido. Los métodos y los objetivos. El destino que SE nos reserva. Todo lo que SE nos niega. El estado de excepción. Las leyes que colocan a la policía, a la administración, a la magistratura por encima de las leyes. La judicalización, la psiquiatría, la medicalización de todo lo que se sale del carril impuesto. De todo lo que huye.
Se ha visto.
Se ha entendido.
Los objetivos y los métodos.


Cuando el poder establece en tiempo real su propia legitimidad, cuando su violencia se torna preventiva
y su derecho es un “derecho de ingerencia”,
entonces ya no sirve tener razón. Tener razón contra él.
No hay otra alternativa que ser más fuerte. O más astuto.
También por esto
volvemos a empezar.


Recomenzar no es nunca recomenzar lo que sea . Ni retomar cualquier asunto ahí donde se lo había dejado. Lo que vuelve a empezar siempre es otra cosa.
Siempre es inaudito.
Porque no es el pasado lo que nos mueve, sino precisamente eso que en el pasado
no llegó
a advenir.
Y porque esto lo somos también nosotros mismos,
en tanto que volvemos a empezar.
Recomenzar quiere decir: salir de la suspensión. Restablecer el contacto entre nuestros devenires.
Partir,
una vez más,
de ahí donde nos encontramos,
ahora.


del texto "Cómo hacer" de Tiqqun

09 marzo 2009

Todo se entiende sólo a medias


Todo se entiende sólo a medias es una obra escénica poética. Incluye poesía, música en directo, videoarte...

Todo se entiende sólo a medias es una aventura creativa más dentro de la línea de investigación artística del colectivo de agitación y expresión La Palabra Itinerante.

Todo se entiende sólo a medias es el fruto del trabajo conjunto de cuatro artistas con una veterana trayectoria en el ámbito de la poesía escénica, la poesía en acción, la polipoesía, la poesía en resistencia, el spoken word, o como queramos llamar al juego este de enredar la palabra viva de viva voz, palabra en el tiempo, con la escena, sus ritmos, sus posibilidades de decir, valiéndose para ello de exploraciones e indagaciones estéticas y de entrecruzamientos entre las artes con la intención comunicativa de un decir que aquí se sueña hondo, afinado y afilado, como si se quisiera, de algún modo, no dejar el mundo igual que estaba.


Tras más de diez años de itinerancias y singladuras, David Eloy Rodríguez, José María Gómez Valero y Miguel Ángel García Argüez, autores de los textos de la obra e intérpretes en escena de los mismos, unen sus energías en este nuevo proyecto de acción poética. Les acompañan en el escenario la voz y las texturas sonoras de Celia Romero y las creaciones, realizadas para cada ocasión, de distintos artistas contemporáneos.

En Todo se entiende sólo a medias diversos materiales dialogan, se relacionan e hilvanan en un discurso compacto, tan contradictorio como coherente.

“La verdad no es la verdad / más que cuando la mentira / la parte por la mitad”, decía Bergamín. También decía: “Las verdades del barquero / son verdades que se escuchan / al golpear de los remos”. Se cuenta y canta, aquí y ahora, la búsqueda de situaciones verdaderas.

El malentendido es la norma. La comunicación es la excepción. El amor es el milagro.

Todo se entiende sólo a medias.

A pesar de ello ahí andamos, ilusos, tras las palabras que digan todo y lo digan ciertamente.

Todo se entiende sólo a medias, ¿verdad?

La acción poética y musical que está a punto de arrancar se estrena este próximo jueves 12 en Valladolid, dentro del festival Versátil.es y aquí está su web para curiosear todo lo que queráis.

RECITAL&CUAL
13 de marzo
de los poetas de La Palabra Itinerante
en la Librería Arrebato, Madrid
José María Gómez Valero,
David Eloy Rodríguez, Carmen Camacho
Miguel Ángel García Argüez
con la presentación de los libros Minimás y Los Huidos
y del proyecto poético musical Arwez.

Minimás es obra de Carmen Camacho y acaba de ser publicado por Baile del Sol.

Los Huidos (Ediciones del 4 de Agosto) es el último libro de poemas de David Eloy Rodríguez.

Arwez es un proyecto poético-musical de Miguel Ángel García Argüez. En esta ocasión le acompañan en escena Celia Romero e Isa García Argüez.

07 marzo 2009

PLAN DE SALVACIÓN

...Necesito crear un mundo objetivo que me nutra. Necesito crear mi propia fe, necesito incorporarme en un orden que me corresponda, en función de algo, por algo, para algo. De otro modo, el mundo invalidará mi propio mundo. Acabó de releer la frase -constaba en un volumen grueso del poeta Jaime Sáenz- y decidió copiarla. El Ateo Errante sintió que ese pensamiento, así tan fresco, tan poco rebuscado, reflejaba a la mímesis lo que a él le pasaba entonces. En efecto, estaba en un país ajeno (pero no era la primera vez) absolutamente reventado: sin dinero, sin trabajo, sin esperanza de irse y a la espera desde hacía un año, sin contactos en que apoyarse, sin sistema ni para vivir al día, sin luz ni gas ni reservas, con la renta y el teléfono atrasados, con empeños y créditos y promesas de pago, en suma, desplumado. Para peor en un lugar insólito, exótico, con odios ancestrales, periferia de un país muy pobre, con esquemas del siglo diecinueve, con un aura de mala fama en su nombre, con un sello de hereje en la frente, y sin embargo, pese a todo se negaba a arrepentirse. Se negaba a sentir culpa por haber nacido libre (se decía, y usaba la expresión nacido libre), por curioso, arrojado, por haber decidido siempre las cosas a su modo y ahora estar en esa red. En definitiva: seguía aferrado a su concepto de los actos, y por lo tanto esperaba confiado un cable a tierra.
¿Quién era el irreal, el mundo o él?; en eso estaba cuando sonó el teléfono. (Porque sí, en el fondo esperaba una llamada salvadora, mesiánica, de esas que aparecen en la ruina más ruin de todas, amigos que conocen que uno sigue a la deriva, a los manotazos como un ciego nuevo).
Era el Señor Diputado: se había salvado.
-¿Qué hacés, chanta?, ¿todo viento?, ¿qué acelga?, ¿cómo andamio?, tengo algo para que te salves.
En verdad, apenas escuchó el teléfono ya estaba seguro de que había zafado, de modo que prefirió responder relajado, como haciéndose el salvado, ya que siempre hay que mantener la parada (la frase es del Señor Diputado) y en consecuencia alzó la voz, habló casi agresivo, usando un tono seco, neutro, como si de veras ya estuviera salvado, atendiendo cinco o seis asuntos, como si el otro le estuviera robando instantes: como si él fuera el que lo salvaba al otro.
-Como lo oís; pero mejor te lo explico en vivo, así lo ves en detalle, que no es tan liso y llano, y le tiramos unos mates de paso; en media hora me caigo.
Casi coincidiendo con la colocación del aparato de fono, súbitamente se abrió la puerta de calle y entró el Chino Torcazo: -¿Qué onda, che? -quien apenas lo miró se dio cuenta de que había habido un cambio. Sí: los ojos otra vez estaban mansos, la frente se mostraba estirada, prolongada en una mirada dulcificada, sin patas de gallo ya, dilatándose en una sonrisa larga, fraterna, otra vez era el adolescente cuya primavera se anunciaba eterna, pensó el Chino, y acto
seguido sacó un billete de diez pesos y lo colocó encima de la mesa. El gesto valía por lo menos un millón, pero el otro lo vio haciéndose el que lo veía como un simple papel azul gastado, arrugado, un vacuo billete que servía nada menos que para café, yerba, dos hamburguesas, un buen kilo de
carne, singani, cannabis, tomate y/o lechuga y hasta una cerveza en el centro. Él, que apenas tres años atrás gastaba en un país vecino diez pesos cada diez minutos, dejá pago yo, qué querés tomar, que comía continuamente afuera, que viajaba y prestaba y hacía favores y se prendía en
todas…pero vino jodida la marea y había que despegar de nuevo, empezar de cero y para eso antes había que zafar: un golpe de suerte, algún certero azar, el fin de la mala racha; mientras tanto mirar el billete con la sangre fría de antaño, regla uno: no perder la parada.
Y arrimó los pies a la mesa, casi pisando el papel indiferente, como si le estorbara.
-Tiene que venir el Señor Diputado.
Sonrió espaciadamente el visitante, desplegando la enorme boca como un gato su cola, respingando el bigote ralo de chico de reformatorio; dijo se puede dar, a lo mejor con ese ladrón puede haber algo, hay que ver qué porción pretende.
Se fijó en un almanaque chiquito que había debajo de una vagina enorme, en el mismo afiche, y agregó faltan menos de quince días. En dos semanas habrá en esta ciudad un quilombo inenarrable, inolvidable, una histeria colectiva inaguantable, en todo caso un despliegue de la gran puta, con jailones del mundo entero y también indios de la última provincia, se van a requete sacar la mierda, hay que hacer algo al respecto, algo más que ir a vender cerveza, se tiene que dar, no puede ser tan perra la suerte. El Chino, paria nativo, lo palmeó, lo alentó, lo hizo reír un poco hablándole del evento, de las cosas que los lentísimos guajiros decían ahora de Guajira: “es la nueva Suiza de América Latina”, “Bienvenidos a Guajira, capital petrolera de América” (un cartel en la autopista: una ruta de tierra), “Guajira debe proclamarse república independiente” (como si fuera fácil, comentaba), y así un rato, hasta que despidióse anunciando
me voy del Cosaco, he quedado en llevarlo hasta la iglesia de San Pancracio para hablar con unas doñas que no se qué espejo les quiere vender; ya conoces el carácter que se gasta, mejor llegar a tiempo.
Al subir las gradas que lo instalaban en la oficina del Cosaco, Peyote producciones publicitarias y eventos, el Chino sabía perfectamente que a esa hora no lo iba a encontrar al Cosaco, que estaría la secretaria solita, esa que era un jamón, de modo que las subió deseoso o mejor dicho entusiasta; al abrir la puerta y oír que se detenía el teclado, se entusiasmó más todavía.
-Cómo le va, señorita Solange.
-Normal, señor Torcazo.
-¿No está el ingeniero? –preguntó seguro de que no estaría.
-Está en una visita. Hasta las cinco no regresa.
Entonces tuvo la certeza de que estaba sola, que no había ni seguramente habría ningún cliente a la vista, qué bien, de manera que la tomó del cuello y le metió la lengua en la boca, que ella abrió exageradamente, sin quejarse esta vez del sabor a hoja de coca; ella, por su parte, sabía a chicle de sandía, pero igual el Chino quitó la computadora de la mesa en un solo movimiento, dispuesto como quien dice a ajusticiarla, cuando de inmediato sonó el teléfono, me cago en la hostia, y la Solange fue a atender, y por si fuera poco, sonó también el timbre de la puerta. La Solange desde el fono le dijo al Chino en voz muy alta: señor Torcazo, si es tan amable puede abrir la puerta. El Chino abrió: era Stenssoro, el viejito que se comía a la Solange, y también la mantenía y la quería mucho (según el cruel Cosaco), era el viejito notario, terrateniente, mujeriego y torcido llamado
Stenssoro (apellido que compartía con un ex presidente de la república, también oriundo de Guajira, que uniendo fechas y gracias como si fueran isoyetas, uno establecía que eran primos, y escarbando un poco más, palpaba que era ése el origen de su eficaz y no esforzada fortuna); el doctor Stenssoro, en efecto, que no sabía que el Chino sabía que le arrastraba el ala insistentemente a la Solange, y era uno de los mejores –uno de los únicos- clientes del Cosaco;
jurisconsulto semi retirado y casado que tenía una hija de locura que tanto el Chino como el Cosaco, como Vitrola, como el Ateo le habían echado el ojo hacía rato.
Mientras el viejito Stenssoro le preguntaba a Solange ¿no dejó nada para mí el ingeniero Yakovenkoc, señorita?, el Chino sacaba la lengua a sus espaldas, le hacía cuernitos, y la Solange apenas se contenía, ya que ella también sabía que el Chino sabía que Stenssoro le arrastraba el ala. Como si nada y sin ningún escrúpulo el Chino mantenía la lengua afuera detrás del otro, que preguntaba ostentosamente por el ingeniero Yakovenkoc, diciendo que dudaba si esperarlo o
regresar más tarde.
La Solange no había tenido más remedio que relatarle la verdad al Chino, confesarle que sí, mantenía relaciones con Stenssoro; tuvo que narrarle pormenores de su unión tan singular, y el Chino se enteró que debido a que ya no podía hacer uso normal, las relaciones eran solamente linguales, y el Chino entonces quería saber muchísimo más, y ella se lo tuvo que contar. Y se lo tuvo que decir esa noche en que el chofer de marras había cobrado una comisión jugosa por la
venta de aquel taxi destartalado, de ese auto robado escriturado por el Notario Muerto, amigo del Cosaco y por ende amigo del Chino. Esa noche que el pseudobigotudo andaba con billetes para tirar al cielo, para prepotentear a cualquiera, y la esperó en la esquina de la farmacia del correo, correo, cuando salía de la oficina, y le dijo que no la había encontrado de casualidad sino con premeditación y alevosía, y le manifestó marcialmente:
-O te venís conmigo a un hotel o te mato.

AQUI y AQUI

Autor:
Franco Sampietro
Categoría: Narrativa
Subcategoría: Novela
N° de páginas: 154
Tamaño: 150x210
Estado: Público
Interior: Blanco y negro

04 marzo 2009

La caída de las hojas

he leído unos cincuenta mil poemas y novelas que hablan de la caída de las hojas
he contemplado cincuenta mil películas que muestran la caída de las hojas
he visto cincuenta mil veces la caída de las hojas
hojas caídas arrastradas marchitas
he escuchado cincuenta mil veces su rumor muerto bajo mis zapatos
entre mis palmas y la yema de mis dedos
sin embargo encontrarme con la caída de las hojas siempre
me conmueve
sobre todo las hojas caídas en los bulevares
sobre todo si son hojas de castaños
sobre todo si pasa algún niño
sobre todo si hace sol
sobre todo si ese día he recibido una buena noticia de un amigo
sobre todo si ese día no me oprime el corazón
sobre todo si creo que mi amor ese día me ama
sobre todo si un día así estoy a gusto con los demás y conmigo mismo
encontrarme con la caída de las hojas siempre me conmueve
sobre todo si las hojas que caen bulevares
sobre todo si son hojas de castaños


Leipzig, 6 de septiembre de 1961
Nâzim Hikmet, Últimos poemas (1959-1961)