UN HOMBRE ENTRA en una casa por la chimenea, está muy gordo, se baja del tejado, todas las ventanas están cerradas, piensa: girar violentamente el pomo, forzar la puerta con una tarjeta de crédito, no: hurgar con un alambre la cerradura, mejor rompiendo el cristal anexo a la puerta a la altura del pomo, meter la mano y quitar el pestillo, no: simular, mejor tocar la puerta, responder: cartero, no, mejor: publicidad, un vecino que pide un poco de sal, imposible, es de madrugada y víspera de fiesta, golpeando la puerta insistentemente: es una urgencia, no está dentro del protocolo, mejor: derribarla de una patada o de un empujón, dando gritos y mejor el año que viene, pobres niños, qué trabajo éste, se da la vuelta y se va en su trineo.
de "Yuri Gagarin que estás en los cielos", Diputación de Cádiz, Colección Alumbre, 2011.
1 comentario:
Llamado a los Poetas perdidos que aún no se percatan del momento histórico-político por el cual estamos atravesando.
No es de extrañar que ante los últimos acontecimientos políticos que acaecen en el mundo -dígase la revolución de los países árabes, el más que consolidado movimiento indigenista en sudamérica y en la vieja Europa el aún incipiente, pero prometedor 15M- muchos de los encorvados escribidores, aquellos figurines de la pluma y la cursilería, poetisos y amanuenses asalariados, siempre dispuestos a aleccionar a la "masa" desde su Torre de marfil miren el fenómeno social sino bien con escepticismo -algo nada necesariamente pérfido- sí con nihilismo puritano y queja isabelina. ¿Acaso no serían ellos los primeros en caer desde su solio bufonesco para terror de la aristocracia, consumidores fieles del filesteísmo vacuo de lo que también se hace llamar "cultura literaria"? ¿No serían estos, marginales disciplinados, los primeros en verse elegir entre su privilegio, hijo del snobismo, y la emancipación social?. No es secreto que gran parte de la industria literaria -editoriales, círculos literarios, concursos, etc.- se mantenga gracias al apoyo de fundaciones privadas, subvenciones estatales y casi ninguna universitaria, la literatura se ha transformado en un ocio para desválidos sociales, para aficionados a la evasión, para intelectuales acomplejados de despotismo ilustrado, en fin, en un refugio para pequeño-burgueses caramente vestidos donde el conocimiento se escuda del mundo, de la realidad.
Pero seamos justos. No todo escritor pertenece a este mundillo de amistades peligrosas y cenáculos de mármol y, por suerte, alguno que otro, no se ha dejado arrastrar por la corriente estrambótica y la fama bienpagada, muchos maestros, escritores, poetas, sí han visto la hoguera en sus ojos, la frescura de la piel contra piel, la voz recuperada y han salido a la calle en busca del sentido para no tanto contar la historia como para empezar a construirla, esta vez, desde abajo, como debió de haber sido siempre desde una poesía materialista que en vez de cargar con la giba de la angustia o el trastorno romanticólico se enfrenta con la cotidianidad y la desesperación del hambre, del caos.
La herramienta de la imaginación lleva demasiado tiempo colonizada por los esquemas del oscurantismo neo-capitalista. Sin embargo, no desde hace mucho, nuevas voces reconstruyen la Palabra Contundente que va emergiendo y perfilando la liberación que poco a poco establece terreno y gana batalla contra la adicción posmoderna del relativismo. Una poesía se levanta y emprende guerra contra las mitologías y taras del individualismo liberal que tanto daño ha sembrado y siembra en las venas de la sociedad. Una poesía de pasos, una poesía de posibilidades reales, de carne, de expresiones, uñas y de hechos.
Una poesía se alza entre la inmundicia literaria, vitrina de la decadencia, para construir caminos reales -no celestiales- entre una hiperrealidad retórica y malgastada, vendida al mejor (im)postor. Se canta en las plazas y se lucha en las calles, esta poesía se crea a voces, a barricadas, a decenas, a miles. Una poesía no apta para resignados, no apta para copistas ilusos, ni tautólogos metafísicos con apariencia de profundidad. La Palabra se vuelve Resistencia, pero en la organización y creación emancipadora. Para recuperar nuestra realidad y nuestras vidas reescribimos los sentimientos, las emociones, sin épica, con la protesta, con la crítica, con la memoria, con determinación, con alternativas. No hay nada nuevo bajo el sol, excepto las condiciones de nuestra aventura, así que no corráis, paladines, aquí no hay sitio para la disipación anecdótica, ni para modas. Volver a poner las Palabras en la Realidad, esa es la cuestión.
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