y no le despierta, soldado, la trompeta brava,
Horacio, Epodo 2,1
Suena el despertador.
Aúlla.
¡Grita!
Los sueños se desarman. Nada son
ante las leve silbo de las sirenas.
La selva está cercando nuestros sueños,
cercando nuestros pobres refugios
cercando está la vida de nuevo.
Que calle la huera trompeta,
el reloj de muerte
de estos ejércitos soñolientos,
que se apague la servil aurora,
de vendidos y rosáceos dedos,
Quiero oír el mar.
Suena el despertador.
Aúlla.
¡Manda!
Que calle la hora del enjambre,
el ladrido cotidiano de los perros,
que está naciendo la vida,
que aún no estamos muertos.
7 comentarios:
Amén.
ídem
Gracias
Ha quedado redondo, no sé si al final la lírica open source ayudó o no, la verdad es que aquello se complicó un poco más de la cuenta...
Tiene alma de canción este poema.
Pues la verdad que sí ayudó, maese inwit. y mucho. Aunque quizá yo le daría unas vueltas (al final lo marearé) al isosilabismo del dichoso beatus a la manera que lo hacen usteden, tan métricos y certeros siempre y tan beneficiosos y tan jugosos y tan ya.
que eso
bezos
umm... me suena de algo
sí nos suena, sí... en fin; lo del alma de canción va a ser por la rima en asonante que se deja ver en algunos versos, sobre todo al final del poema...
Publicar un comentario