Humor y poesía son dos elementos que hay que tener un tacto especial para que casen bien, un juego arriesgado en el que se camina bordeando acantilados peligrosos, juego al alcance de un puñado de atrevidos, capaces de acercarse al abismo de la bobería para encontrar una expresión luminosa, que empuje a las palabras más allá de su valor convencional.
Y David Franco Monthiel es uno de esos valientes-inconscientes capaces de jugarse el tipo, aunque, también es cierto, tiene para agarrarse una tradición de la que es paisano, que va de los poemas de Alberti de “Soy un tonto…”, a los aerolitos de Carlos Edmundo de Ory, gaditanos ellos, como David. Porque vivir en Cádiz significa estar sumergido en un medio ambiente verbal, donde el juego de palabras, el doble y triple sentido, y el humor como vía de escape y de denuncia, forma parte de la vida cotidiana, algo que en la ciudad cantonal se absorve desde chiquititos…
Más aquíDesde aquí le hago una reverencia, me lanzo a sus pies, bello de Bellón!
Por cierto la Luisa se nos mueve: Aquí a dónde va y para qué.
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