Los cuerpos huyen a sábanas frías.
Hay quien busca la última mullida ítaca
habitada por burdas sirenas y hombres sin saco.
Los polígonos se despueblan de amantes
y la música se acaba con un golpe de maletero.
Blanquea los papeles el alba
como finas tarjetas de visita
de los abotargados por los venenos.
Como escribas de la oscura cédula,
sin el níveo brío de la talega de plástico,
compartimos el humo tras la noche.
La epifanía de la rosa encendida
y el aliento jaspeado por la velada semilla.
Pequeña antorcha de sosiego
aquí en la mañana
frente al don curvilíneo de los accidentes
y las huellas de frenazos como rémoras
o pulgares en un carné de asfalto.
Y es esa resina que agrieta
el rostro cansado de la risa.
Y aparecen nuestras sombras sesgadas
en la oscura nube de dedos ebrios.
Insecto consumido. Pisoteado.
Qué se supone que tenemos que hacer.
Que ningún dolor nuestro enturbie el alba.
de "Los hermosos bebidos"
1 comentario:
mu bueno zi zeñó.
er malandrin eze no ez er que la lió en un vion?
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