Para que no se borre, atrapa el gesto
en el sosiego de los helicópteros.
Las manos fueron un rostro vencido.
Para que sigan siendo los tejados
objetivos de estrago son de sangre.
Como es peste el olor de los naranjos,
epidemia en el cerco de fuego,
la raíz del olivo es una mano
que se retuerce en hambre de ser puño
renaciendo de los mismos escombros.
Para que el obús sólo sea una estrella
en las interminables noches
y desactive su don de semilla de saña
en los surcos y tumbas de mártires,
será su estela de negra luz
sombrío esperma en las entrañas sitiadas.
Para que el cuervo de la anunciación
se revele en los ojos que vigilan,
la novicia shahida será desposada
por el no que gritará sí en un cuerpo
desvencijado ya por el negro parto.
Para que esta noche cercada
sea encinta de presagios,
cuerpo y territorio de resistencia,
el milagro amargo preña de ira
las caderas de Wafa Idris.
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