17 noviembre 2009

Apuntes de la servidumbre, Itinerario de la luz y un zumo del sabor que más te guste

Obras y autores incluidos en la antología

Un zumo del sabor que más te guste
Manuel Ortega

Itinerario de la luzIván Mariscal

Apun
tes de la servidumbreDavid Monthiel

Edición coordinada por el colectivo La Palabra Itinerante

Colección: Cuadernos Caudales de Poesía, serie II
coordinada por Víctor Gómez, Javier Gil y Miguel Fernández

Diseño de cubierta sobre un detalle de un grabado del poeta Juan Carlos Mestre
Edita: Fundación Inquietudes
Colabora: Asociación Poética Caudal
Formato: 64 páginas grapadas 21 x 15 cm (solapas: 10 cm)
Fecha de publicación: octubre de 2008.


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Tan triste como parezco, sueño dormido
en el punto preciso vuelvo y nada es como
lo había planeado pero nada es bebo
lágrimas que me hago de tus oídos cerrados
y consumo, resto derechos de leyes extintas
por los pelos clavo sentencias que me laten
en la garganta sedienta de cariño y de otros poemas
menos encendidos, más brillantes, molidos un poco.
Luego me siento en el trabajo e intento no llorar delante de mis compañeros
tengo la garganta como un frontón empedrado y tú llevas tacones
y juegas demasiado y ganas a los puntos y se me abren las paredes
y se caen los pósteres que colgaron aquellos pajaritos enamorados con sus piquitos
y sus alitas pequeñitas como manitas timiditas de infinititas plumititititas.
Me pongo en venta, alquilo mis riñones, me convertiré en un hotel,
en un mesón, una farmacia, un campo de golf, una barriada de lujo, un duty free:
estoy tan triste como padezco, duermo sumido al invierno cotidiano del ski matutino.
No hay coz sin tres, ni cuatro donde comieron cinco, ni nada que me haga sonreír.

Manuel Ortega

LAS RAZONES DEL CAMINO

Es dura la asfixia,
la congoja del miedo,
la soledad de las noches muertas.
Todo el mundo lo sabe.
La vida entonces es angustia,
un libro en blanco y sin final.
Un regalo macabro del silencio.
En esas noches nada puede decirse.
Acaso palabras de consuelo,
fórmulas de un conjuro,
excusas para justificar la herida:
un poema, por ejemplo.
O uno puede abrazarse a la memoria
—ese refugio tan lleno de trampas—
y reivindicar el calor de un abrazo,
la magia de las miradas como lumbre,
la luminosidad gozosa del que llega a tiempo
y nos rescata de la noche fiera,
de esa terca oscuridad de la que nadie vuelve.
Y entonces uno comprende.
Y en la asfixia, en la congoja,
uno encuentra una razón,
un sentido para seguir:
no defraudar a los que llegaron a tiempo,
no darles motivos para morir.
Y como en una obligación hermosa y purificadora
comienza un homenaje a través del tiempo.
Y alguien, en la noche,
escribe este poema.

Iván Mariscal

PRECARIO SPIRITUALS

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