Quien ha sufrido tus imposiciones, te conoce
Proverbios del infierno. W. Blake
Apresados los tercos olores, las cenizas,
en frascos que se pudren bajo el limo
de la historia, en barracones derruidos,
alzado, ahora, el cuello que se vio sajado
en tantas noches de afilado insomnio,
de huída y de febril diplomacia,
la furtiva espera en húmedas parroquias,
en acosados apeaderos
por la enfermedad de la sospecha.
Ahora, ajados los miedos, es el olvido
menguante como jabón y el perdido álbum
de cadáveres y vagones, las chimeneas
sin su monólogo gris, ahora
la huella borrada, el cerco inútil de los años.
La vida se aquieta y es el placer
del albor con el color de la distancia,
que se aglutina como oleoso trazo
que separa la sangre, el extraño perfume,
montañas de ropa arrugada invadida de piojos,
de este lienzo en blanco otorgado.
Ahora, es el lento parpadear
y su apagada proyección de la nada,
el pulso quieto, los vecinos cordiales,
la paz justo antes de que se alce el dedo
y se acerque y apunte
y el nombre tan fósil
hienda el aire con la fonética del horror
y sepas que se acabó, que fue una tregua,
que los mordidos pies de la justicia
han hollado el secreto camino,
que se ciernen sobre ti montañas de muertos.
Y que hoy serás un valle ajusticiado.
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