Ardemos rodeados de vasos de tristeza
frente a un cáliz robado a la muerte
Ardemos rodeados de briznas de otros nombres
que con agrios fonemas nos ciernen sin rostro
Ardemos cercados de corazones sin sed ni brazos
envueltos en la indiferencia de los desiertos
Ardemos rodeados de muertos sepultados
por inviernos enteros en cenizas
Ardemos encerrados entre algas
con forma de labio rasgado
entre sucias orillas y sábanas
de negra escarcha. Amada
ardemos enramados en la boca entregada
al néctar quemante que somos.
Nada el cisne de brasas de tu espalda
por este calcinado charco. Ardemos.
Somos la dulce gota de los mares evaporados.
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