Y cuando todo el mundo se iba
y nos quedábamos los dos
entre vasos vacíos y ceniceros sucios,
qué hermoso es saber que estabas
ahí como un remanso,
sola conmigo al borde de la noche,
y que durabas, eres más que el tiempo,
eres la que no se iba
porque una misma almohada
y una misma tibieza
iba a llamarnos otra vez
a despertar al nuevo día,
juntos, riendo, despeinados.
JULIO CORTÁZAR
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