10 junio 2008

Resistencia- Manuel Ruiz Torres

LOS PELIGROS

Durante toda una semana, en un local sanamente autogestionado, sin ayudas, sin publicidad, sin concesiones, gente muy joven de Cádiz ha sido capaz de reunir a más de cien personas cada noche para escuchar poesía. Es chocante que la noticia, que concreta muchas de las reclamaciones de atención de la cultura oficial, no ha salido de allí. Cuando desde la gestión cultural, desde los políticos de la cultura, desde los creadores, desde las páginas especializadas de la prensa, se viene pidiendo una renovación de públicos, un rejuvenecimiento del interés cultural, una oferta nueva, este desconocimiento de lo que ahora mismo se está haciendo, subterráneamente y en muchas ciudades a la vez, indica que falla algo, que el sistema también hace aguas por ahí. Decir que la cultura está estancada no es más que, por definición, describir un panorama de compartimientos incomunicados entre sí. Ostensiblemente de espaldas entre sí y defendiendo, cada uno, su insignificante porción de la tarta. Pero estancar es también prohibir el curso libre de una mercancía; en este caso, tan fundamental como la cultura, entendida como el espíritu de ver las cosas con el ánimo crítico de mejorarlas. Esa actitud, naturalmente, no le gusta a todo el mundo. Cualquiera de las oficinas encargadas de gestionar la cultura, tantas veces sólo para marear la perdiz, admitirá esa intención bucólica de un mundo mejor siempre que eso no suponga que alguien les cuestione lo más mínimo su propia inoperancia. Entonces, mejor quedarse como se está. Tan a gustito.

A los que no se conforman se les convocó a escuchar poesía, significativamente calificada «de resistencia», en ese local que tiene La Fabrika en plena Cruz Verde gaditana. Para entender el espíritu de este joven Centro Social Autogestionado hay que conocer la encarnadura de su propia sede. El cañón proyecta los audiovisuales que completan los textos de Miriam Reyes, finalista del Hiperión (nos palpábamos, para ver de hacernos el corte más limpio), mientras un gato recién nacido, recogido de la calle, maúlla hasta encontrar quien lo adopte. Lo consiguió en la sesión del viernes. Fuera, en la vida oficial de la ciudad, sigue el juicio contra la perrera de Puerto Real, todavía cerrada a pesar de que ya la Audiencia levantó la prohibición, por «desproporcionada en relación al mal que se quiere evitar». En este tiempo, ninguna Administración ha tenido la sensibilidad de buscarle una alternativa digna. El Presidente de la Mancomunidad de la Bahía, lejos de cumplir lo que debía ser una obligación de humanidad, pidió esa reapertura para solucionar «un gravísimo perjuicio a los citados Ayuntamientos». ¿Qué es lo verdaderamente importante?.

En la primera sesión, el valenciano Enrique Falcón (Y quién desde luego prefiere/ sentarse a ver morir sus trece años) presenta «Once poetas críticos en la poesía española reciente», con tres gaditanos: Bellón, Franco, Argüez. En la sala, un inconcebible domingo, primer lleno. En esa sesión, sorprende la mayoría de alumnos extranjeros. Unas alumnas de Virginia, a punto de comenzar un curso aquí, se acercan a Falcón. Lo han leído en América, poemas suyos en el Cervantes. ¿Dónde estaba el alumnado español de Letras?. Ese que la ministra Garmendia reclamaba, este domingo, tan necesario como «líderes de pensamiento».

En la sala, al fondo, se acumulan las bicicletas. En La Fabrika se enseña a repararlas. Se anuncia que, como cada primer jueves de cada mes, ese día (en que la sevillana Carmen Camacho recitaba que vengo del Porvenir) hay una manifestación en bicicleta «por un Cádiz más amable». Afuera, en el Pleno, la alcaldesa dirá que no hay sitio en la ciudad para carriles bici porque eso supone perder aparcamientos o aceras, pero se lo exige a Fomento. Yo no, tú sí. Como una canción rayada.

En la clausura, más público que nunca, la compañera de columna Ana López Segovia hace pensar a carcajadas. Enseña un Cádiz donde no hay que hocicar, en el sentido más inmediato de resistencia. Luego, el cubano Díaz Pimienta, lo volverá a decir: «Siempre hay una muchacha/ que llega al ascensor en el último instante/ para que alguien, gentil, detenga con la mano / la puerta automática». Hay tiempo. Quién dijo que la poesía social no habla de nosotros.

AQUÍ, EL ORIGINAL

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay.... suspiro gordo. Y muchas felicidades, equipo. ;-)

aGEnBiTe oF iNWiT dijo...

qué mostras sois, coñe!! ole!!

David Monthiel dijo...

gracias amigas!
ha sido una verdadera ZTA (taz) jajajaj. Suscribo todo lo que dice el chapa en palabras de David y en música de Iván.

Gracais a todas por compartir tanto.