Han pasado diez años desde el inicio de Luther Blisset. ¿Qué ha sido particularmente importante en aquella experiencia? ¿Qué ha quedado?
“Ha quedado la experiencia de guerrilla cultural acumulada por centenares de personas, mujeres y hombres, que durante y después de aquel proyecto han participado en el nacimiento de radios web y tele-streets (Radio Luther Blisset en Madrid), casas editoriales (Derive Approdi y AAA), realidades de “mediactivismo" (rekombinant.org), task-force de intervención sobre el imaginario (guerrigliamarketing.it), aguafiestas del mundo del arte (0100101110101101.org), laboratorios gráficos (qwerg.com), colectivos de teatro y de ‘performance art’ como Zimmer Frei, eventos como los Illegal Art Show. Dentro de cada una de estas realidades hay personas que, cada una a su manera, participaron en el Luther Blissett Project. Sin hablar de la influencia “blissettiana” en las estrategias del ala más creativa de los ‘tute bianche' [monos blancos], experiencia concluida poco antes de Génova. La otra cosa que queda es la satisfacción por el buen éxito de algunas campañas de contrainformación. El Estado acaba de resarcir a Marco Dimitri, de los niños de Satán, por 400 días de detención injusta. Era inocente. Nosotros lo habíamos dicho y habíamos producido una contra-indagación ya en el ’96”.
El nombre colectivo ha tenido y tiene sus límites y sus virtudes. ¿Cuales son?
“El límite del seudónimo multi-uso era la necesidad de una atención constante. La comunidad vigilaba para impedir que cualquiera impusiese un copyright sobre Blissett, cuyas obras y acciones debían quedarse en el dominio público. Era preciso estar listos para desmentir el eventual uso del nombre que transmitiese contenidos fascistas, sexistas o racistas. Gracias a esa atención el proyecto mantuvo una coherencia de fondo. Las virtudes eran la atmósfera que se creaba, de fuerte participación y empatía entre personas que a menudo no se habían visto jamás, y la gran eficacia del nombre como amplificador: gracias a la firma “Luther Blisset”, cada escrito o acción se volvía más visible, añadía nuevas anécdotas a la reputación del ‘folk hero’ imaginario”.
“Ha quedado la experiencia de guerrilla cultural acumulada por centenares de personas, mujeres y hombres, que durante y después de aquel proyecto han participado en el nacimiento de radios web y tele-streets (Radio Luther Blisset en Madrid), casas editoriales (Derive Approdi y AAA), realidades de “mediactivismo" (rekombinant.org), task-force de intervención sobre el imaginario (guerrigliamarketing.it), aguafiestas del mundo del arte (0100101110101101.org), laboratorios gráficos (qwerg.com), colectivos de teatro y de ‘performance art’ como Zimmer Frei, eventos como los Illegal Art Show. Dentro de cada una de estas realidades hay personas que, cada una a su manera, participaron en el Luther Blissett Project. Sin hablar de la influencia “blissettiana” en las estrategias del ala más creativa de los ‘tute bianche' [monos blancos], experiencia concluida poco antes de Génova. La otra cosa que queda es la satisfacción por el buen éxito de algunas campañas de contrainformación. El Estado acaba de resarcir a Marco Dimitri, de los niños de Satán, por 400 días de detención injusta. Era inocente. Nosotros lo habíamos dicho y habíamos producido una contra-indagación ya en el ’96”.
El nombre colectivo ha tenido y tiene sus límites y sus virtudes. ¿Cuales son?
“El límite del seudónimo multi-uso era la necesidad de una atención constante. La comunidad vigilaba para impedir que cualquiera impusiese un copyright sobre Blissett, cuyas obras y acciones debían quedarse en el dominio público. Era preciso estar listos para desmentir el eventual uso del nombre que transmitiese contenidos fascistas, sexistas o racistas. Gracias a esa atención el proyecto mantuvo una coherencia de fondo. Las virtudes eran la atmósfera que se creaba, de fuerte participación y empatía entre personas que a menudo no se habían visto jamás, y la gran eficacia del nombre como amplificador: gracias a la firma “Luther Blisset”, cada escrito o acción se volvía más visible, añadía nuevas anécdotas a la reputación del ‘folk hero’ imaginario”.
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