Como un terco revólver sumergido
en lo más profundo de la sangre.
Como los mudables rostros compañeros.
Como el arduo equilibrio y el alambre,
las malditas usanzas del perpetuo cambalache,
la maleabilidad del corazón sudado
y las coartadas del miedo al sin mañana.
Como pólvora empapada por el llanto.
Como las níveas guedejas,
el rostro marchito, las estibas del daño.
Como eso que ha cambiado en tu risa
después de estos inviernos.
Llegaré exhausto a la felicidad.
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