Porque la vida importa, seguiremos ocupando los dominios del miedo con una sonrisa que guarda un cuchillo afilado. Caminantes sobre una cuerda floja hecha con los retales de la miseria desarrollada. Sin esperar a Godot ni a nadie, varados en medio del océano en plena tempestad, aliados con los elementos que envían señales anunciando un final que nunca llegará, porque no hay final, sólo estar. Estar vacíos en el vértice del tifón, peleando sin puños para no hacer daño, desentrañando nudos de hambre y sed que se pegan a las vísceras y moldean un odio que no ha de saciarse porque es raíz de vida. Ocupantes de la intemperie en las madrugadas de tormenta, el jinete que cae del caballo derribado por una lanza siempre enemiga, propietarios del aire, estibadores del puerto fantasma, náufragos sin isla, exploradores recorriendo pieles anónimas con la fe ciega del loco enamorado. Al suave arrullo de la pobreza, mecemos la vida con manos torpes esperando el próximo golpe de los esbirros de la muerte.Ayer un niño, turista como todo en estas fechas, gritaba por las calles de Cádiz: «Puedo coger el aire, mira, se hace así». (Para D. E. Rodríguez).
Publicado ayer en La voz de Cádiz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario