En el caso de que un “bloque histórico en el poder” ejerza el gobierno hegemónicamente cumpliendo con los intereses de los ciudadanos, el consenso (fundamento de la legitimidad) permite la paz social (al menos en principio y precariamente), y no hay por lo tanto violencia. Cuando un grupo social, del “bloque social de los oprimidos” (del pueblo), cobra conciencia que sus intereses no se cumplen en el proyecto político vigente, o que ciertos derechos que van descubriendo los oprimidos no son reconocidos por los grupos dirigentes, entran en disidencia gracias al consenso crítico de los dominados (o las víctimas). Se rompe así el consenso social y se perturba la paz social.
El “bloque histórico en el poder” no conoce (o reconoce) los nuevos derechos que los disidentes defienden. Usa entonces la coacción policial contra los nuevos derechos y
dicha acción es violenta según la descripción inicial indicada. La
clase dirigente se transforma en clase dominante, es decir, violenta,
represora, usando la coacción de las instituciones contra los derechos
de los oprimidos con conciencia de la injusticia de la situación
vigente, con críticas con consenso crítico (principio de nueva legitimidad).
-El soldadito clava el clavo del crucificado convencido que hace su trabajo y cumple con la ley, Se dice “este es un sinvergüenza” y se gana el salario. Su familia -y muchos intelectuales- va a celebrar ese salario por cumplir la ley contra los sinvergüenzas, esos tres que se levantaron contra la ley del Imperio. El crucificado dice: “perdónalo, no sabe lo que hace”. Y le suelta una crítica a la ideología. Ha fetichizado su visón ideológica. El crucificado no perdonó a los sacerdotes del templo ni a los jerifaltes romanos.
Reflexiones sobre "Hacia la crítica de la violencia" de Walter Benjamin más comentario de la sesión 10 del Seminario de la Cátedra Walter Benajmin, E. Dussel.
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