Los indios no ignoraban que la vida en la finca les sería menos dura; pero preferían quedarse en su tierra árida, seca (...), y vivir su vida precaria, con la agonía constante de ver destruidas sus cosechas, a perder la libertad, aun cuando a cambio de su servidumbre se les hubiera ofrecido el Edén. Preferían morir de hambre libres, independientes, a engordar bajo las órdenes de un amo. Si se les hubiese preguntado el porqué de su elección, habrían contestado lo mismo que la vieja negra de Luisiana, esclava en su juventud, antes de la guerra de secesión. Entonces eran sus amos quienes debían de preocuparse por su existencia; ella comía tanto como quería. Ahora vivía en una choza miserable y lavaba la ropa de sus vecinos para poder vivir, sin saber jamás si podría comer al día siguiente, si se vería obligada a robar para vivir y si la meterían en la cárcel. Un día en que le preguntaron: "Pero vamos a ver, vieja, ¿es que no vivías mejor cuando eras esclava?", contestó: "Sí, antes vivía mejor; pero ahora soy feliz, porque no es el estómago lo único que hace feliz al hombre."
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