Como luna creciente
es el jornal de los días primeros,
mar de fecundidad y sosiego
para las noches serviles del duelo,
centelleo que da lustre
a este cuerpo laso de sombras.
Menguando y menguando va
hasta el final de los días útiles,
en un goteo de monederos y tasas del fulgor,
en impuestos de luz y eclipses,
y el cuarto se queda en sólo tres
y el tres en tris de ser nada, sólo bajamar.
Rasga el cuerno de hiel la luna del espejo
en la que nos asomamos ya ancianos.
El rojo de los números tiñe los claros de luna
y el oscuro queda sitiando el haz último,
dueño ya de la ruinosa tiniebla.
Entonces aparecen las estrellas
como calderilla bajo la luna nueva.
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