En diciembre de 1957, Guy-Ernest Debord, nacido en París el 28 de diciembre de 1931, sacó un libto llamado Mémories. No lo escribió. Recortó docenas de párrafos, frases, estrofas y a veces palabras sueltas de libros, revistas y periódicos; luego las esparció sobre unas cincuenta páginas que su amigo Asger Jorn, un pintor danés, llenó de salpicaduras, líneas, manchas, trazos y gotas de colores. Aquí y allá había fotografías, anuncios, planos de edificios y ciudades, caricaturas, tiras cómicas, reproducciones de grabados en madera y en planchas, éstos también sacados de bibliotecas y quioscos: y al ser cada fragmento mudo en sí mismo y estar todos ellos separados de cualquier contexto informativo, el conjunto funcionaba como un galimatías, como un texto espectral.
Al principio el libro parecia más que una broma un tanto rebuscada. De hecho contaba una historia muy específica, y llevaba una afirmación que era la única historia que valía la pena contar: el libro estaba encuadernado en papel de lija, de modo que cuando se colocaba sobre una estantería destruía los restantes libros.
Marcus, Greil. "Rastros de carmín", Anagrama
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